Michael Barrett tiene un teléfono pasado de moda, pero cuando suena su línea directa tiene tres horas para preparar el equipo para los expertos en una misión peligrosa para investigar si se han lanzado, de nuevo, armas tóxicas.
A medida que se vuelven virales imágenes de niños y adultos aterrados, aparentemente víctimas del gas venenoso o de los crueles agentes neurotóxicos, los laboratorios y la tienda de equipos del organismo mundial de vigilancia de armas químicas bullen de actividad.
Escondido en una pequeña zona industrial en la localidad holandesa de Rijswijk, el edificio de dos plantas, con 20 miembros en el equipo, ha sido clave en el meticuloso trabajo de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) para eliminar las reservas mundiales de armas tóxicas.
Fue aquí donde el equipo, ahora en Siria para investigar si se usó gas sarín o cloro supuestamente contra civiles el 7 de abril en Duma, empezó su misión.
Ex soldado, Barrett lleva 21 años en la OPAQ, entrenando y equipando a aquellos que se presentan voluntarios a viajar a las zonas conflictivas más tóxicas del mundo. Incluso se ha desplegado él mismo hacia sectores de guerra.
Desde trajes de protección impregnados de carbono hasta enormes botas para cubrir zapatos, detectores sofisticados, teléfonos satelitales y kits médicos llenos de antídotos contra los agentes neurotóxicos más mortales, todos los equipos deben ser revisados y volver a revisarse.
“¿Te imaginás tener un respirador, una máscara de gas, y que la válvula esté en el lado equivocado?”, se pregunta con ironía Barrett, técnico principal de logística y líder del equipo de la tienda de equipos, mientras brinda un exclusivo recorrido a la prensa
Tarea noble y onerosa
En medio de un reclamo político y una condena unánime al uso de armas químicas en Siria, donde se ha probado el uso de cloro y gas mostaza, así como el lanzamiento de un extraño agente nervioso el mes pasado en la tranquila localidad británica de Salisbury, aquí el objetivo sigue siendo proteger al equipo y preservar la integridad de la ciencia.
Ningún detalle puede ser pasado por alto. Incluso una mínima perforación en un guante puede ser fatal si un agente nervioso mortal se filtra a través de la piel y ataca el sistema nervioso de una persona. El VX, el agente nervioso más mortal inventado hasta ahora, puede matar en 20 minutos.
A pesar de unas 7.000 misiones oficiales -10.000 si se cuentan misiones de entrenamiento- en 21 años, es un motivo de orgullo que ningún miembro del equipo se haya visto afectado por un arma química.
Este trabajo de la OPAQ, que tiene alrededor de unos 400 miembros, ha conseguido eliminar el 96% de las reservas mundiales de armas tóxicas. Una hazaña por la que obtuvo en 2013 el premio Nobel de la Paz.
El director general de la OPAQ, Ahmet Uzumcu, felicitó entonces a su equipo, diciendo que habían “llevado sobre los hombros una tarea onerosa pero noble”, trabajando con “la tranquila determinación de liberar al mundo de estas armas atroces”.
Pistas en la tierra
Una vez en el emplazamiento, un equipo de expertos que puede variar de 2 a 25 miembros escanea el área con detectores fotométricos de llama o espectrómetros de movilidad iónica para detectar cualquier agente tóxico. Pruebas de papel, como pruebas con spray, también pueden advertir de la presencia de agentes nerviosos.
“Preferimos tomar muestras de sobrevivientes porque pueden ser entrevistados, pueden contar su historia, que puede ser verificada con otros”, explica Marc-Michael Blum, máximo responsable del laboratorio de la OPAQ.
Una vez obtenidas, las muestras se llevan a Rijswijk, se separan y se envían a 2 de los aproximadamente 20 laboratorios independientes certificados por la OPAQ alrededor del mundo.
En medio de una estricta confidencialidad, los laboratorios preparan informes independientes, que son recopilados por la OPAQ. El objetivo es garantizar que no surjan interrogantes sobre la integridad de la prueba o los resultados.
Una perforación de un alfiler en un guante protector puede ser letal si penetra un gas nervioso. En sólo 20 minutos, el investigador moriría.
Dificultades para obtener muestras y analizarlas
Recién ayer, tras una semana de espera, los inspectores de la OPAQ pudieron ingresar a la ciudad siria de Duma para investigar el presunto ataque químico que tuvo lugar el 7 de abril en ese antiguo enclave rebelde.
El equipo de la OPAQ había llegado el sábado 14 a la capital siria para investigar un supuesto ataque con gas tóxico que mató a más de 40 civiles en Duma, principal ciudad de la región de Ghouta Oriental, hasta hace semanas bastión rebelde al norte de la capital siria y ahora en manos del gobierno.
El pasado martes, un equipo de la ONU se trasladó a Duma para hacer un reconocimiento del terreno, previo al viaje de los investigadores químicos, pero tuvo que retirarse después de ser atacado a tiros por desconocidos.
Los expertos de la OPAQ tomaron muestras que serán analizadas en un laboratorio del organismo en la ciudad holandesa de Rijswijk.
“La OPAQ evaluará la situación y sopesará futuras medidas, incluyendo otra posible visita a Duma”, dijo la organización. Una vez obtenidos los resultados, la organización elaborará un informe que entregará a los Estados miembro.
Si bien la investigación de la OPAQ podrá determinar si se utilizaron o no armas químicas, no podrá identificar públicamente al culpable.