Independiente fracasó en su propuesta de incluir un enganche. El intento de darle continuidad al traslado de la pelota y fluidez a la construcción de juego con la colocación de un futbolista que se mueva detrás de la contención de volantes rivales no arrojó saldo positivo.
Quizá el arribo de Emanuel Díaz y Matías García, enganches casi por naturaleza, lo empujó a Pablo Quinteros a romper con su 4-3-3 característico para ubicarlos a los volantes en una posición donde se sintieran cómodos y le rindieron al máximo al equipo. Era poner el once titular al servicio de dos jugadores que llegaban para darle claridad y buen juego a la Lepra.
El inconveniente mayor es que esta situación incomodó al resto de los futbolistas que ya se movían dentro de un dibujo que les había rendido réditos y, por ende, depositaban toda su confianza en él. Había dos Independientes en uno.
El grueso de los futbolistas buscaban el pelotazo bien largo, que cayera casi a las espaldas de los laterales rivales para que vayan al choque Morales Neumann y Gautier, quienes supieron sacarle provecho a la situación en un par de oportunidades. Y un grupo minúsculo de jugadores intentaron asociarse en corto, arrimarle la pelota al enganche para que a los delanteros les llegara la redonda al ras del piso y no hicieran tanto desgaste de ir al roce casi permanentemente.
Este grupo fue minúsculo y casi pasó inadvertido. Independiente se repitió en el pelotazo largo, idea de juego que le fue muy positiva con el tridente ofensivo de Méndez-Gautier-Cerutti, tres rápidos que incomodaban a los defensores y generaban riesgo ganando en algún mano a mano o generando alguna falta. ¿Y el enganche, entonces? Parece imponerse la vuelta al 4-3-3.