Difícil es que alguien pueda ser original. Tal vez la diferencia entre copiar y robar es el talento de no ser descubierto, pero tampoco pretendo ocultar las huellas de mi crimen, apenas espero torcer un poco las conclusiones. Sostengo, y no soy el único, que hay un diálogo entre dos canciones memorables: “Space oddity” de David Bowie (1969) y “El anillo del capitán Beto” de Luis Alberto Spinetta (1976).
No hay similitudes musicales. El único cruce es que las dos tienen por protagonistas a un astronauta que se pierde en el espacio. Puede que Spinetta haya escuchado la canción de Bowie, pero difícilmente alguien pueda documentar que el Flaco haya planteado un diálogo con el británico.
Bowie hizo pública la canción en el momento en que el Apolo XI alunizaba y un año después del estreno de la película “2001, odisea en el espacio” de Stanley Kubrick; y la de Spinetta vio la luz en el disco “El jardín de los presentes” de Invisible, justo en el año en el que se inició la dictadura militar.
Hay interpretaciones de todo tenor para ambas canciones; incluso hay quienes sugieren que hay una relación entre ambas, aunque nadie apunta (o al menos yo no he encontrado) al hecho más simple: mientras que el Major Tom de Bowie no está muy preocupado de perderse en el espacio, el Capitán Beto de Spinetta está preso de la nostalgia.
Tal vez la diferencia sea que el Capitán Beto “ya lleva 15 años en su periplo”, mientras que Major Tom acaba de salir de la Tierra. Pero también puede que la diferencia central es que Major Tom tiene esperanza, siente que su nave sabe para dónde va y pide al control de la Tierra que lo despidan de su esposa (“I think my spaceship knows which way to go / tell my wife I love her very much”); mientras que el Capitán Beto se pregunta: “¿Dónde habrá una ciudad en la que alguien silbe un tango?”.
La gran diferencia es que Beto es un típico porteño nostálgico, mientras que Tom piensa que la Tierra no ofrece nada interesante: “Planet Earth is blue / and there’s nothing I can do”; el planeta es triste y no hay nada que hacer.
Los dos personajes se definen por esa diferencia: la esperanza en lo que vendrá frente a la tranquilidad de lo conocido. Uno fue tentado por las estrellas y el otro quiere volver a tomar unos amargos. Yendo al extremo, uno mismo lleva dentro de sí ese debate: a veces quiere salir más allá del cielo y no volver, y a veces necesita abrigarse en la rutina.
Más por eterno retorno que por nostalgia tanguera, esa dualidad tiene vigencia en áreas personales y políticas. Los argentinos vamos y venimos entre ambas orillas de la grieta, buscando el futuro en caminos ya conocidos.