El empresario millonario al que nadie le tenía fe

Pese a haber sido subestimado hasta por su padre, en 12 años construyó un partido e hizo alianzas que le sirvieron para convertirse en el ganador de ayer.

El empresario millonario al que nadie le tenía fe

¿En qué momento un treintañero millonario, directivo del imperio familiar empresarial Socma, con presentismo perfecto en las fiestas del verano de Punta del Este, y presidente de Boca, decidió que la idea de ser presidente, después de todo, no era tan alocada?

En una reciente entrevista a este diario, Mauricio Macri, nacido en Tandil el 8 de febrero de 1959, recordó que en 1996, al visitar al director y dueño de canal 3 de Rosario, Alberto Gollán, éste le dijo: "Usted es joven, va a ser presidente de la república en los próximos años”. El líder de Cambiemos completó el recuerdo: “El año pasado, lo vi poco antes de morirse (Gollán), y me dijo: “¿Se acuerda de lo que yo le dije? No me equivoqué”.

Como en espejo con Daniel Scioli, Macri también peleó desde hace mucho contra una mirada que lo subestimaba. Incluida la de su padre, Franco Macri, de 84 años, el italiano constructor de la fortuna familiar. La subestimación, acaso, ha sido siempre el ariete que lo empujó en su carrera política.

“Un chico rico y caprichoso no va a entender el mundo Boca”, le dijeron en 1995, cuando fue electo presidente. Le costó entenderlo (Maradona lo bautizó “cartonero Báez” porque no quería invertir en refuerzos), pero a fines de 1998 el club ganó el primer título local, al que seguiría una secuela de éxitos continentales y mundiales. La presidencia de Boca le dio un alcance de conocimiento por todo el país, atravesando a ricos y pobres por igual.

“La Ciudad no es un club de fútbol”, le dijeron en 2003, cuando armó Compromiso para el Cambio, el germen de lo que después sería Propuesta Republicana (Pro), con el que peleó ese año la Jefatura de Gobierno, que perdió en segunda vuelta con Aníbal Ibarra.

En 2005 fue electo diputado nacional, cargo que ejerció con discutible desdén, puesto que sus esfuerzos se enfocaron en organizar su revancha para 2007. “Me aburre (la tarea legislativa)”, reconoció con sorprendente incorrección política.

En 2006 hizo un acuerdo con Ricardo López Murphy. Fue entonces cuando Macri, con estudios primarios y secundarios en el exclusivo colegio Cardenal Newman y graduado de ingeniero civil en la Universidad Católica, se recibió como un político astuto y hábil. López Murphy, un político tradicional formado desde la militancia universitaria, debía acordar con Macri quién era candidato en la Ciudad y quién a la Presidencia para las elecciones de 2007.

Fue la novela del verano de aquel año. Macri optó por el que parecía, a ojos de los analistas, el premio menor: disputar la Jefatura de Gobierno. El resultado fue concluyente: Macri superó al kirchnerista Daniel Filmus en el balotaje, mientras que López Murphy fracasó con un estrepitoso 1,43% de los votos que lo envió a un ostracismo definitivo. Macri se quedó con todo, inclusive con el candidato a vice de López Murphy, Esteban Bullrich. Cuatro años después sería reelecto jefe de Gobierno, de nuevo venciendo a Filmus en el balotaje.

Apoyado por un aparato partidario pragmático, el Pro, en el que confluyen desde conservadores y liberales tradicionales, hasta grupos peronistas y radicales, Macri prefiere definirse como “neodesarrollista”. Sus campañas siempre se han caracterizado por las definiciones optimistas y vagas, acompañadas por globos de colores. El asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba mucho ha tenido que ver en el éxito de las mismas.

Se dice de él

La agencia española de noticias EFE, observó de Macri: “Una buena estrategia de comunicación ha relegado a un segundo plano las lagunas en su gestión en Buenos Aires, como el déficit de viviendas, que afecta a cerca de 400.000 personas, o los problemas en la educación y la sanidad pública (a lo que habría que agregar la poca claridad en la distribución de la pauta publicitaria).

También ha quedado en segundo plano uno de los episodios más oscuros de su carrera. Su procesamiento como partícipe de una asociación ilícita en una causa por espionaje ilegal, en 2009, que sigue en tribunales y que sus colaboradores atribuyen a una operación orquestada”.

Más allá de esto, indudablemente el electorado porteño encontró sus buenos motivos para votarlo dos veces jefe de Gobierno y ratificar este año su apoyo, al elegir a su designado, Horacio Rodríguez Larreta, como su sucesor.

Su aparente poco carisma y hasta la dureza que exhibe cada vez que baila tras un triunfo electoral, no fueron impedimento para el crecimiento de su figura política. Con bienes declarados en 2015 por 52 millones de pesos y una cuenta en Suiza y otras en los Estados Unidos por casi dos millones de dólares, Macri es casi tan rico como Cristina Fernández. Posiblemente lo sea más si se considera la herencia familiar de los Macri.

“Gobernar un distrito cuyo PBI es comparable al de una ciudad europea, no tiene nada que ver con gobernar un país”. Ésta es la última subestimación que deberá superar, a partir de ahora, Mauricio Macri.

Vida familiar

Mauricio Macri es el mayor de seis hermanos, todos hijos de Alicia Blanco Villegas y de Franco. Su primera esposa fue Ivonne Bordeu con quien tuvo tres hijos (Agustina, Jimena y Francisco).

Otra pareja conocida fue la modelo Isabel Menditeguy a la que siguió María Laura Groba, de quien se separó en 2009. Rápidamente empezó la relación con Juliana Awada, con quien se casó en 2010 (ver aparte) y con quien se convirtió nuevamente en padre. En 2011 nació Antonia.

Dama de alcurnia y bajo perfil

"Negrita mágica, única y hechicera". El presidente electo Mauricio Macri, sin pudor, definió así a quien es su esposa desde el 16 de noviembre de 2010. Cada vez que Macri repitió la formulación en sus apariciones televisivas de campaña, Juliana Awada desplegó su bella sonrisa de dientes perfectamente alineados.
Cuentan las crónicas que Macri y Awada se conocieron en el "Ocampo Wellness Club", un exclusivo gimnasio ubicado en el también exclusivo barrio

Parque, un distrito porteño donde el metro cuadrado supera los 5 mil dólares (por encima de La Recoleta o Puerto Madero). Eso, dicen, fue un año antes de la boda cuya fiesta se celebró en el complejo Costa Salguero. Un lugar familiar para Macri: allí el Pro acostumbra a instalar su búnker en cada elección.

Se supone que cuando se conocieron, Macri era un hombre sin compromisos y había roto su relación de cuatro años con su por entonces segunda esposa, María Laura “Malala” Groba. “Como él es amigo de mi hermano mayor, en una cena antes de ser novios, él se acercó a mi mamá y le dijo 'Hola suegrita'”, contó Juliana Awada. También confesó que Macri le pidió tres veces casamiento.

Antes de conocer a Macri, Awada estuvo casada con Gustavo Capello. Tras el divorcio, fue pareja durante casi 10 años del millonario conde belga Bruno Laurent Barbier (con inversiones sojeras en el país), con quien no se casó y tuvieron a Valentina. La nena tiene hoy doce años y completa la familia formada por Macri y Awada, quienes fueron padres de Antonia en 2011.

Nacida hace 41 años en la Capital Federal, Juliana proviene de una familia de origen libanés, que en la Argentina desde siempre se dedicó al rubro textil. Estudió en un colegio bilingüe del barrio de Belgrano. Son cinco hermanos, uno de ellos el reconocido actor Alejandro Awada, quien no ha dudado en pronunciarse públicamente simpatizante del kirchnerismo.

De joven, Juliana se incorporó a la empresa familiar como diseñadora. El año pasado, su hermano Daniel quedó imputado junto a otros empresarios textiles por “reducción a la servidumbre de costureros bolivianos”.

Juliana Awada convivió estos años de primera dama porteña apoyándose en un bajo perfil que incluye un look al que la revista Hola define como “casual chic”: le gustan los jeans gastados pero nada apretados, camisas y remeras sueltas, escotes discretos.

Su hija Valentina, contó, heredó una pasión familiar: jugar al golf. Juliana tiene 22 de hándicap (Macri, 10) y todos los viernes lleva a sus hijas al club San Andrés, donde los Awada son socios desde hace 50 años. En 2001, al salir del club, Abraham, su padre, fue secuestrado, episodio del que salió ileso.

A diferencia de Karina Rabolini, Juliana Awada transcurrió la campaña electoral sin realizar definiciones políticas. Al menos verbales. “No quiero ni voy a tener ningún cargo”, ha dicho.

Esto no significa que no haya jugado en la campaña. En setiembre, los asesores del Pro decidieron sumarla a la campaña bonaerense de María Eugenia Vidal. También acompañó a Macri en varias caravanas por el país. Para algunos analistas, el debate del domingo pasado tuvo un final feliz para el candidato de Cambiemos gracias a su esposa: rápida de reflejos, apenas terminó el debate Juliana Awada subió al escenario para besar en la boca a su esposo.

La foto fue tendencia en las redes sociales. “Estaba orgullosa y feliz; fui a darle un abrazo y un beso”, dijo. / HA

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