El ejemplo democrático de Chile

Una república que no interrumpe anticipadamente sus mandatos y que gane quien ganare el rumbo general del país no cambia.

El ejemplo democrático de Chile
El ejemplo democrático de Chile

Chile asiste a un nuevo recambio presidencial, el sexto desde el retorno a la democracia, el 11 de marzo de 1990, día en que Augusto Pinochet entregó el poder a Patricio Aylwin, electo en los comicios de diciembre de 1989. En este caso vuelve a ser presidente el derechista Sebastián Piñera, que ya ejerció la conducción del país trasandino entre 2010 y 2014. Curiosamente, en aquella oportunidad, como en ésta, su antecesora fue la dirigente socialista Michelle Bachelet.

Más allá de ideologías y pertenencias políticas, Chile muestra con orgullo una de las democracias más consolidadas de América Latina. Esto se percibe a diario a través de gestos y actitudes de sus referentes políticos, que suelen priorizar los intereses del país sobre apetencias personales o sectoriales.

El reciente proceso electoral concluyó con la misma corrección y conducta republicana que caracterizó a los anteriores recambios. Conocidos los resultados de la votación en segunda vuelta, el electo presidente Piñera recibió las felicitaciones de la presidenta Bachelet y del candidato perdedor, Alejandro Guillier, identificado políticamente con aquélla.

También saludaron al candidato más votado referentes de otros sectores partidarios que habían participado en la primera vuelta. Y con seguridad, las mismas muestras de cordialidad y sana convivencia democrática se observarán con motivo de la ceremonia de jura y traspaso presidencial, a realizarse hoy.

El respeto al disenso político es una cualidad que se ha consolidado en la dirigencia de Chile en todos estos años posteriores a la dictadura.

Lo demuestra la prudencia con que los sectores identificados con el gobierno que deja hoy el poder se manifestaron luego de los resultados del balotaje, en el que el voto mayoritario de los chilenos le dio el aval a la propuesta de quien apostó por realizar un giro hacia la centroderecha de mirada más liberal, a tono con otros gobiernos de la región, entre los cuales se encuentra la Argentina.

Sin embargo, los chilenos mantienen un sendero hacia el desarrollo como país, independientemente de quien gobierne, que se basa en la fortaleza de su economía y de sus instituciones democráticas, algo en lo que nadie interfiere.

Los cambios de orientación política son como retoques, porque los trasandinos han podido demostrar al mundo que a través de procesos ordenados son posibles las alternancias que no tuercen un rumbo, sino que en todo caso lo corrigen y mejoran.

Tal vez esa sea la gran diferencia con otros procesos democráticos erráticos y hasta tumultuosos, como el de la Argentina, en donde ha sido hasta ahora imposible lograr consensos indispensables para trazar un sendero ordenado, prolijo.

Nuestras alternancias democráticas desde 1983 a la fecha han sido entre gobiernos que debieron acortar la transición hacia el sucesor electo o bien dejar el poder antes de tiempo.

Hasta tener que asumir prácticamente en soledad por la negativa del antecesor a cumplir con la formalidad del traspaso de atributos, como ocurrió en diciembre de 2015.

Es de esperar que la Argentina, necesitada de ejercer liderazgos que su rica historia avalan, pueda recomponer la muy deteriorada convivencia política. Su deterioro casi crónico conspira contra la calidad institucional que el país necesita para generar una imagen de credibilidad de la que carece hace décadas.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA