El efecto mariposa - Por Néstor Sampirisi

Pensé en cuánta mentira y corrupción somos capaces de tolerar como sociedad. la decencia no cotiza a la hora de decidir a quién votar.

El efecto mariposa - Por Néstor Sampirisi
El efecto mariposa - Por Néstor Sampirisi

"El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo" Proverbio chino

"Los japoneses decidimos no vernos involucrados en ninguna guerra después de 1945. Renunciamos a la guerra desde nuestra Constitución, en oposición a lo que pasa en los EEUU, que impone una fuerte censura de la violencia en sus dibujos animados y en su programación para chicos, pero ha estado en guerra la mayor parte de su historia reciente", dice en la revista de La Nación Go Nagai, creador de Mazinger Z, uno de los tanques que pasó recientemente por las pantallas de los cines locales.

Lo leo mientras miro los videos de misiles cayendo sobre Damasco la noche del viernes 13 en lo que fue la mayor ofensiva de Occidente (EEUU, Francia y Gran Bretaña) contra objetivos militares del régimen del presidente sirio Bashar Al Assad desde el inicio de la guerra que devasta a ese país desde hace siete años.

El objetivo de los 105 misiles que se lanzaron eran tres instalaciones del programa de armas químicas de Siria. Miro y recuerdo a Irak, donde un líder similar (Saddam Hussein) manejó con mano de hierro durante años los conflictos religiosos, étnicos, petroleros y geopolíticos. Y en cómo terminó aquella historia.

Pensaba en eso mientras escuchaba a JunÍn la banda multiétnica que actuó el sábado 14 en Tecnópolis. Shye Ben Tzur (cantante y guitarrista israelí), Jonny Greenwood (guitarrista de Radiohead) y Rajasthan Express, un ensamble tradicional formado por cuatro músicos indios desplegaron un set de inconfundible resonancia árabe. Pensaba en el ejemplo de multiculturalidad que se extendió al público, que festejó un show casi folclórico. Quizás porque somos un planeta musical que acorta distancias con el disfrute artístico.

Pensaba en eso cuando veía la virtual cacería desatada por la Policía de la ciudad de Buenos Aires en las calles de Flores, un barrio donde los manteros casi han tomado las veredas. El objetivo, al parecer, eran las decenas de vendedores del África subsahariana que se mezclan en la multitud.

"Senegaleses" solemos generalizar, sin precisión alguna, porque son mayoría entre la inmigración que llega de ese continente. Había motos enduro bramando por las calles, móviles policiales con sirenas encendidas cruzados en las esquinas, infantería en formación de conflicto, uniformados corriendo por las veredas. Todo, minutos antes de que el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, pasara caminando por la calle Avellaneda.

Pensaba en eso cuando en varios negocios de Buenos Aires me encontré con vendedores de inconfundible acento caribeño que resultaron ser venezolanos.

Según datos de la Dirección Nacional de Migraciones, sólo en los dos primeros meses de este año 21.444 personas de aquel país ingresaron a la Argentina y las radicaciones treparon de 12.859 en 2016 a 31.167 en 2017. El dato relevante es que 67% son profesionales universitarios.

De estos, miles son ingenieros en petróleo, lo que me recordó a aquel que atendía las mesas de un restorán en Miami, luego de dejar Caracas y su puesto en una petrolera.

Todos tienen algo en común: escapan del régimen de Nicolás Maduro que, según encuestas de universidades, ha sumido en la pobreza a 87% de las familias venezolanas. Esa es la medida del desastre social de la autodenominada "revolución bolivariana" .

Pensaba en eso cuando veía los primeros capítulos de El mecanismo, la serie que echa luz sobre el denominado Lava Jato que salpica a toda la clase política de Brasil y tiene tras las rejas a Lula.

Pensé en el triste momento de un hombre que, según aseguran, sacó a millones de brasileños de la miseria. Pensé que formó parte de una hiedra que atrapa por izquierda y por derecha. Porque Lula no es el único preso por esta causa.

Ya hay más de 150 condenados, entre ellos, empresarios, funcionarios, banqueros y políticos de distintos partidos. Se calcula que el monto del desfalco ronda los 3 mil millones de dólares.

Pensé en Pedro Pablo Kuczynski, el presidente del Perú, quien terminó por renunciar antes de que lo echaran del cargo, alcanzado por la onda expansiva de un sistema de corrupción que tiene en el centro a la constructora Odebrecht y a Petrobras. Pensé en que nadie alzó la voz por PPK.

Pensaba en eso y en que el escándalo Odebrecht también tiene ramificaciones en México, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Venezuela y la Argentina.

En nuestro país están bajo la lupa ocho obras y se calcula que se pagaron a funcionarios sobornos por unos 60 millones de dólares. Pero la investigación judicial avanza con ritmo muy lento.

Pensé en cuánta mentira y corrupción somos capaces de tolerar como sociedad. De eso pueden dar fe los consultores de opinión. La decencia no cotiza a la hora de decidir a quién votar.

De hecho, la prédica anticorrupción no mueve la aguja en las elecciones y la honestidad no cosecha votos. ¿Será posible salir de la pobreza y progresar de ese modo?

Pensaba que mejor no pensar en ciertas cosas.

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