El “efecto Antonia”, la hija de Mauricio Macri y Juliana Awada, contribuyó a distender la segunda audiencia, de por sí informal y no protocolar, entre el Papa y el Presidente argentino. Una charla larga entre dos personas que se conocen y que al parecer sirvió para avanzar en el camino de la reconciliación, después de años de desconfianzas mutuas.
Fue casi una hora de diálogo distendido, en la que el primer mandatario escuchó los consejos de Jorge Bergoglio, a quien considera “un líder moral”, e intentó ponerlo al tanto de la gestión de gobierno. Un tiempo prudencial para compartir la preocupación por la pobreza y el narcotráfico, y coincidir en la necesidad de trabajar por la unidad e inclusión de los argentinos.
El hecho de tratarse de una audiencia “no oficial” y desarrollarse en un estudio adjunto al Aula Pablo VI, y no en el Palacio Apostólico como ocurrió en la primera, hizo que los dos hablaran abiertamente y sin rispideces sobre la situación en el país y en el mundo.
En la previa, tanto el Gobierno como el Vaticano contribuyeron con gestos para mejorar la relación y evitar las especulaciones sobre tiempos, sonrisas y discrepancias políticas entre Macri y Francisco.
La edición argentina del diario L'Osservatore Romano, medio que difundió las imágenes, sintetizó en un tuit el clima que tuvo la reunión: “Sonrisas entre la familia de @mauriciomacri y un cálido Papa Francisco, en una audiencia marcada por la cercanía y la cultura del encuentro”.
El Presidente hizo todo para pasar de la rigidez del protocolo a la cercanía, ésa que prefiere Bergoglio. El Papa también hizo su aporte al romper el hielo con una pregunta inesperada que le hizo a Macri apenas lo tuvo cara a cara: “¿Cómo le fue con la bicicleteada con el cardenal (Mario) Poli?”.
Francisco lo consultaba sobre la vuelta en bicicleta por las calles de Roma que el viernes había compartido con el purpurado porteño. Una propuesta que el jefe de Estado le hizo al arzobispo de Buenos Aires durante el vuelo que los llevó a la Ciudad Eterna.
Pero quien más influyó para este nuevo clima relacional entre el Papa y Macri fue Antonia, la hija del mandatario, por la que el Pontífice tiene debilidad y cuya ausencia le había reprochado en aquel primer encuentro protocolar de 22 minutos que tuvieron en febrero.
La presencia de la niña de 5 años cambió las cosas y le arrancó más de una sonrisa a Bergoglio, en particular cuando le preguntó si tenía papás, si dormía con la misma ropa y qué comía. Una muestra de que, a veces, la ternura infantil puede más que la alta política.
DyN