El discurso presidencial

El discurso presidencial

Una vez más hemos asistido los argentinos a la verborragia de la señora Presidente en la apertura de las sesiones ordinarias. Su discurso de más de tres horas fue una catarata de ilusiones, sueños con una gran vocación militante en favor de sus prosélitos. Sin embargo, no cumplió con la Constitución Nacional.

En efecto, ésta impone a la primera magistrada la obligación de dar cuenta “del estado de la Nación, de las reformas prometidas por la Constitución y recomendando a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes” (inc. 8 del art. 99).

Por el contrario, se limitó a señalar que el Poder Judicial es un partido más de la oposición cuando, en realidad, se trata de un poder del Estado de carácter imparcial e independiente, más aún del Poder Ejecutivo.

De la obligación constitucional nada dijo, como ha sido su costumbre en sus dos mandatos. En éste, por tratarse de su último discurso, podría haberse puesto por arriba de las pasiones y ser auténticamente la presidente de todos los argentinos. La soberbia y la falta de modestia campearon nuevamente.

Pero entre las cosas que no señaló fue la creciente inflación y cuáles eran las medidas que se han tomado o se estaban implementando para paliar este grave flagelo. La diferencia está en el presidente de la República de Uruguay quien, también al abrir las sesiones, señaló concretamente cuáles eran los medios para terminar con ella.

Cabe destacar que la inflación del país oriental es sólo de un 9% anual. Ésta es la diferencia institucional que, lamentablemente para nuestro país, nos separa del resto del mundo: la calidad de República que cada día perdemos un poco más.

También estuvo ausente la referencia a los índices de pobreza, que alcanzan casi a 40% de la población, sin que se aplique remedio para atenuar o exterminar este grave flagelo donde las barbas de la miseria penetran en casi la mitad de los hogares argentinos.

Menos aún, hizo referencia a la coparticipación federal de impuestos que cada día está siendo tomada por la Nación en absurda puja y postergando a todos los Estados provinciales sin ninguna razón valedera. Casi 80% de los impuestos nacionales van a las arcas nacionales.

Por ello, no sé si no ha llegado el momento de que cada provincia recupere su decisión impositiva y tome lo que le pertenece y el resto correspondiente lo proporcione a la Nación, ya que no tiene necesidad de gastos pues todos los servicios se encuentran transferidos a las provincias.

En definitiva, profundizó las diferencias entre los "amigos" y los "enemigos" quizás sin saber que el autor de dicha frase fue el nazi Carl Schmitt, en una época en que Europa perdió más de 60 millones de personas en la Segunda Guerra Mundial.

Por último, le decimos que termine con los tratados internacionales que, como el de China, obligarán gravosamente al país por más de 20 ó 30 años.

Se trata de un gobierno que se va y, por ende, la señora Presidente no puede comprometer a futuras generaciones con errores y equivocaciones en materia internacional que el país pagará con creces y con el esfuerzo de sus habitantes.

Los errores de los gobernantes, como los de la señora Presidente y su gabinete, no los pagarán ellos. Una vez más los pagaremos entre todos y todas: Juan Pueblo será el único perjudicado por los desaciertos y la grave corrupción jamás vista en la escena política argentina desde su historia.

Juan F. Armagnague

Ex legislador nacional

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