El discurso de Cristina: de las palabras a los hechos

En su mensaje del 25 de Mayo, la Presidenta de la Nación llamó al diálogo y a la conciliación; palabras que deberían ser tenidas en cuenta por sus seguidores, en razón de que son quienes no aceptan el disenso y embaten con diatribas y denostación a quiene

El discurso de Cristina: de las palabras a los hechos

El discurso de la Presidenta de la Nación, con motivo de la celebración de un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, tuvo un tono mucho más conciliador que los de otras oportunidades y, quizá influida por la homilía del cardenal Mario Poli, quien insistió en la necesidad de priorizar el diálogo, hasta se animó a pedir perdón a quienes se puedan haber sentido ofendidos por su forma de ser, por sus palabras, por su estilo y por su forma de hablar.

De todos modos, más allá de las expresiones de buena voluntad de la Jefa de Estado, quienes se encolumnan políticamente detrás de ella han demostrado y siguen demostrando que no están dispuestos a ceder posiciones y a continuar con su tarea de denostación hacia quienes no coincidan políticamente con su pensamiento.

Cristina volvió a la Catedral Metropolitana luego de muchos años de ausencia. El enojo con el entonces cardenal Jorge Bergoglio, por una dura homilía durante un Tedéum que pronunció en mayo de 2004 -en la que criticó la corrupción y la pobreza-, generó que el matrimonio Kirchner decidiera celebrar las fiestas patrias en el Interior del país.

No quedan dudas de que el gran cambio en la actitud de la Presidenta respondió al hecho de que aquel cardenal Bergoglio es hoy el papa Francisco, con todo lo que conlleva ese aspecto en el sentimiento popular y que el kirchnerismo no está dispuesto a entregar, luego de haberse apropiado políticamente de su figura.

También debe advertirse que la vanidad le jugó una mala pasada a la señora Presidenta en algunos párrafos de su mensaje. Por ejemplo, cuando se animó a comparar el “proyecto de país” que se inició el 25 de mayo de 2003 con la Revolución de Mayo de 1810. Habría que hurgar mucho dentro de los hombres que rodearon y rodean a la Presidenta para encontrar alguno que siquiera pueda llegar a asemejarse (cosa imposible) con hombres de la talla de Mariano Moreno y Manuel Belgrano, por señalar sólo dos ejemplos.

En el restante caso, Cristina Kirchner llegó a compararse con Jesucristo, al afirmar que “Jesucristo se atrevió a cambiar las reglas preestablecidas y eso es lo que nosotros hemos hecho en estos años”. En este caso, huelgan las palabras, porque sobra arrogancia.

El resto del discurso de la Presidenta tuvo un tono más conciliador, acorde con el mensaje del arzobispo porteño. Tuvo expresiones tales como “no me interesa la unidad nacional para volver atrás, para no ocuparse de los pobres y los excluidos”; “es cierto que algunos quieren sembrar cizaña, que algunos quieren dividir y enfrentar. No cuenten conmigo”; “les pido que no angustien más a los argentinos, que ayuden a construir esperanza, que no asusten, que ayuden a generar fe” y “la unidad que quiero y necesitamos es a partir de palabras e ideas claras, sin descalificaciones”, diferenciándose de las expresiones que durante años -en 2013, sin ir más lejos- había formulado. Quizá la diferencia haya radicado en que, hasta el año pasado para esta misma época, el kirchnerismo aún soñaba con la posibilidad de reelección y ahora está pensando en la transición, hasta la asunción de un nuevo gobierno.

Cometería un serio error la militancia kirchnerista si considera que el mensaje de la señora Presidenta de la Nación va dirigido  exclusivamente a la oposición o a quienes no estén de acuerdo con la actual gestión gubernamental, porque si hay alguien que utiliza la denostación y en muchos casos la agresión hacia el resto es precisamente el kirchnerismo, a través de programas de dudosa calidad en la televisión pública y de otros que se emiten en canales afines al Gobierno o de organizaciones tales como La Cámpora o Carta Abierta, para quienes la única verdad es la que ellos profesan, mientras el resto o no existe o trabaja para otros intereses que no son los de la Argentina.

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