El dilema de las veredas rotas

Un tema que los municipios deben solucionar exigiendo esa reparación a los frentistas o realizarla municipalmente.

El dilema de las veredas rotas
El dilema de las veredas rotas

Es raro caminar por una cuadra de la ciudad y no encontrarse con alguna baldosa rota o directamente con la vereda en mal estado, lo que nos obliga a circular haciendo esquives para no tropezar y caer.

En una palabra, es casi imposible caminar sin mirar constantemente hacia abajo: superficies sin cobertura, huecos abiertos donde debería haber un árbol, hundimientos, "cicatrices" de obras de infraestructura y de servicios -recientes y no tanto-, restos de caños u otros obstáculos, que convierten la experiencia cotidiana de caminar en un desafío de riesgos.

La situación es desde ya complicada para personas jóvenes y de mediana edad, pero resulta una penuria para adultos y mayores de edad o peatones con alguna discapacidad motriz. Pensemos en los vecinos que se desplazan con bastones, muletas o en sillas de ruedas. Hay mucha gente que se cae, se lesiona y  luego promueve una reparación por vía legal, que por supuesto le corresponde.

La situación descripta no es patrimonio de la capital, caracterizada por sus bondades turísticas, sus calles arboladas y otras cualidades que destacan los visitantes, pero que indudablemente acredita este valor negativo que estamos apuntando. También el tema de las aceras rotas o intransitables se padece en los contextos de las principales ciudades departamentales del Gran Mendoza. Godoy Cruz, Luján de Cuyo, Guaymallén y otros puntos no escapan a la problemática narrada, lamentablemente.

Evidencia desatención de las autoridades por el ciudadano de a pie. Se ha privilegiado la circulación de automotores reemplazando pavimentos a veces muy deteriorados, y a veces no tanto… Eso, lo primero, está bien, pero hace falta una mirada sobre los espacios por donde caminan los ciudadanos. Ninguna de las obras de asfalto de calles, que reiteramos no dejamos de valorar, han sido acompañadas por la renovación de las veredas de esas arterias  con nuevas calzadas.

La circulación peatonal está llena de molestias y peligros.

Las acequias son una constante amenaza por ser muchas de ellas profundas zanjas abiertas sin adecuados puentes ni barandas para cruces en las esquinas.
No pocas cunetas cubiertas carecen de rejillas y sus losas están rotas. Los malos olores que percibe el transeúnte derivan de su falta de limpieza. El descuido del arbolado es otro mal que afecta la circulación peatonal por las raíces que han desnivelado y roto el embaldosado.

Las veredas de viviendas antiguas desocupadas y de obras paralizadas se encuentran en pésimas condiciones.

La iluminación de veredas ha recibido atención municipal en algunas arterias, careciendo hasta ahora de la importancia que se le concede a las luminarias para la circulación vehicular.

Las veredas peatonales deben tener segura continuidad en el cruce de calzadas mediante el pintado de bandas demarcatorias bien mantenidas en el tiempo.

En general el problema del tránsito peatonal debe atribuirse a una concepción utilitaria de las ciudades en las que se privilegia el desplazamiento del automóvil particular y el transporte de cargas y pasajeros.

En el caso de la capital provincial, los reglamentos de edificaciones privadas establecen que el cuidado de las veredas es responsabilidad de sus dueños, por lo cual siempre que se encuentren rotas o generen riesgos para los peatones, es el mismo propietario el encargado de resolver el inconveniente. Como sabemos, esta respuesta no se produce en forma generalizada, y entonces  el municipio debería procurar la reparación, y luego proceder a cobrársela por vía legal a los titulares que desatendieron su responsabilidad.

Sabemos que esta situación es  difícil y complicada, pero de una vez por todas debe intentarse para ir poniendo fin a una situación que se ha generalizado en  extremo.
Deberíamos los mendocinos y quiénes nos visitan, recorrer plácidamente nuestras calles bajo la agradable sombra de la forestación, por sendas seguras, amplias y mantenidas con el brillo que supieron ganar en tiempos pasados.

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