Aunque se estrenó en 1897, no fue hasta 1940 que “El aprendiz de brujo”, poema sinfónico de Paul Dukas, se hizo realmente masivo. ¿Quién no recuerda esa secuencia de “Fantasia” en la que un Mickey Mouse de sombrerito embruja a una escoba para que cargue baldes de agua por él?
La melodía es una de las más famosas de la música clásica: una línea llena de riscos, que parece elevarse pero permanece amarrada a una estricta rítmica hechicera. Basada en un poema homónimo de Goethe, será una de las piezas que la Orquesta Filarmónica de Mendoza interprete esta noche, bajo la batuta de Luis Belforte, director invitado.
Pero hay más, porque -captando la sintonía sobrenatural- el programa incluirá otras brujerías musicales (y populares). Una es la “Danza macabra” de Camille Saint-Saëns, basada en la idea medieval (popularizada durante la peste negra) de que la muerte es el punto de unión de todos nosotros. En esos tiempos se figuraban una danza en la que la Muerta, con parca, invita a bailar a esqueletos de hombres y mujeres, niños y ancianos, ricos y pobres. A todos por igual. Y aunque la pieza valseada invita a moverse, con una melodía igualmente movediza, no deja de perturbar con algunas armonías (como el tritono inicial, conocido como “Diabolus in musica” por su feroz disonancia al oído).
También escucharemos la suite de “El amor brujo”, del español Manuel de Falla, cuya danza ritual del fuego llegó a ser realmente popular por sus colores gitanos y tupida orquestación. En el medio, la pianista mendocina Elena Dabul (especialista en música argentina) interpretará el curioso “Concierto para la mano izquierda” de Maurice Ravel. Su paleta, por momentos, también desciende a lo lúgubre, aunque por sus atmósferas sutiles, en cierto grado impresionistas, vienen a ser un bello remanso en el contexto del programa.