El día que mataron al Che

En La Higuera, un caserío perdido entre selvas y cerros, Ernesto Guevara fue fusilado por el ejército boliviano, en 1967.

El día que mataron al Che
El día que mataron al Che

Acaso le temblaban las rodillas al Sargento Mario Terán quien, una década después del suceso, habló de mareos, del terror de cargar en el índice, el de gatillar, toda la muerte de uno de los emblemas que parió la historia.

Más cuando el Che, de frente, herido y humano, le larga una frase de ésas que hacen tiritar: “Póngase sereno y apunte bien: va usted a matar a un hombre”.

A Ernesto Guevara de la Serna lo habían agarrado un día antes, el 8 de octubre de 1967, en la Quebrada del Yuro, Departamento de Santa Cruz.

Accidente geográfico inserto en una zona de cerros y selvas del corazón de Bolivia, donde el también médico y político peleaba hacía 11 meses una cruzada inútil, su primera y única incursión revolucionaria en Sudamérica.

Pocos soldados (enfermos muchos, hartos y cansados otros), poco apoyo del pueblo campesino y mala organización, le componían el cóctel destinado al fracaso desde el principio.

Escupiendo derrotas, el grupo cayó en la emboscada  del ejército boliviano que, controlado desde las oficinas de cristal de la CIA, le seguía la huella.

Rodeado el rosarino, metáfora de la amenaza, hay gente que se coloca servilletas en el pecho. Una bala en la pierna, manos en la nuca y a otra cosa: los de arriba tenían trofeo.

Así de febril, se lo llevan hasta La Higuera, caserío que murmura entre tierral y perros huesudos, y en el que destaca una escuela rural.

Adentro, adobe y certezas de testigos, el Che pregunta por el puñado de compañeros apresados con él, y se dispone a abandonar lo terrenal. Respira con dificultad, magullado, pálido y flaquito. Lo que más recuerda Terán, es que estaba inmenso.

“Mátenlo, pero de la cintura para abajo. Que la cara le quede intacta”, fue la orden de René Barrientos Ortuño, en aquel entonces presidente de Bolivia. Barrientos, quien con golpe de Estado asaltó el poder en 1964, ardía en deseos de mostrar al planeta lo que traía en las alforjas.

Sumamente asesorado por Washington, dijo que el tal Guevara había muerto en batalla, que de fusilamientos nada. La mentira se destaparía con los años.

Lo cierto es que en el plan maestro hubo algo de tiro por la culata, porque al poco tiempo ese hombre tan odiado como amado logró desde la tumba lo que sus enemigos más le temían cuando vivo, inspiraba a millones de personas en todo el mundo a patear tableros.

Qué ver hoy

Al cadáver del Che lo encontraron en 1997. Estaba en una fosa común junto a seis de sus compañeros, al lado de la pista de aterrizaje de la localidad de Vallegrande.

Hoy, el lugar es sede de un mausoleo. En esta pintoresca villa de talante colonial (ubicada a 260 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra), también se puede visitar La Lavandería: se trata de la sala del hospital donde el cuerpo sin vida de Guevara y sus ojos abiertos fueron ofrecidos a los flashes, poco tiempo después del asesinato.

Cerca de allí, La Higuera ofrenda  la célebre escuelita, actualmente museo (con perfil de santuario), así como una estatua y un busto dedicados al guerrillero, y cantidad de pinturas y mensajes que sus seguidores han plasmado en piedras y muros de casas adyacentes. Partiendo desde la aldea, otra actividad muy popular entre los viajeros es realizar la caminata hasta la misma Quebrada del Yuro.

Tanto Vallegrande como La Higuera, forman parte de la llamada “Ruta del Che”, circuito que permite conocer los distintos poblados que marcaron el fallido movimiento revolucionario en Bolivia.

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