El calor se hacía sentir en aquella mañana del 31 de enero de 1956. En la estación de trenes, cinco personas, muy bien vestidas, se encontraban en uno de los andenes de carga aguardando la llegada de un tren especial que venía desde Buenos Aires.
En varios de los vagones del tren de carga se encontraba un valioso cargamento: nada más ni nada menos que los mejores automóviles del mundo. Minutos después, los empleados del ferrocarril comenzaron a sacar del convoy máquinas de Fórmula 1. Entre ellas se encontraban dos Ferrari 625, dos Lancia D-50, tres Maserati 250 F Thinwall y otras más.
Después de bajar a los autos con mucho cuidado y dejarlos en una plataforma, fueron cargados en camiones y trasladados hacia el viejo autódromo del Parque.
Mendoza es mundial
Mendoza era sede del Gran Premio de la Ciudad de Buenos Aires, pero esta carrera no era puntable para el campeonato mundial. Tenía un premio de $ 55.000 para el ganador; $ 42.000 para el segundo y para el tercer puesto unos $ 26.000, nada despreciable para aquellos años.
La noticia del gran premio de Fórmula 1 era todo un acontecimiento para los fanáticos del automovilismo. Las entradas se vendían en dos lugares: en la tienda “A la Ciudad de Buenos Aires” y en la sede del Automóvil Club Mendoza.
El costo de las entradas era de 50 pesos para las que correspondían al palco Vendimial, con asientos numerados -recordemos que en el Parque Aborigen se realizaba también dicha fiesta-. En un sector que contenía gradas el valor era de $ 30 y la popular, 20 pesos.
A partir del uno de febrero, el público llegó a esos dos lugares y desde muy temprano una larga fila de gente se podía ver en plena calle San Martín, para adquirir la entrada al gran evento y en un par de horas, las localidades quedaron agotadas. La invitación para aquella fiesta de la Fórmula 1 internacional era para el domingo 5 de febrero a las 18.
Estrellas del automovilismo
Unos días antes de aquel Gran Premio de Fórmula 1, llegaron a Mendoza los mejores volantes de la época. La figura de ese momento era el luego quíntuple campeón del mundo, el argentino Juan Manuel Fangio.
También fueron llegando a nuestra ciudad otros pilotos como los italianos Eugenio Castellotti, Luiggi Musso; el británico Peter Collins; el belga Olivier Gendebien; el británico Stirling Moss; el francés Jean Behra, el argentino Carlos Menditeguy; el brasileño Chico Landi; el italiano Luiggi Piotti, los uruguayos Alberto Uría y Oscar “Bocha” González. Nuestra provincia contaría con la presencia del destacado piloto Pablo Gullé.
Pruebas en el San Martín
Los pilotos visitaron el circuito del viejo autódromo y estuvieron muy conformes con el estado de la pista y la seguridad de la misma. El circuito era de unos 4.184 metros de longitud con una pista de 9 metros de ancho.
Algunos corredores lo comparaban con el de Zandvoort, en Holanda. Varios fueron los mendocinos que participaron como controladores y directores de pruebas: Salvador Rodríguez, Atilio Domínguez, Indalecio Rítiz, Enrique Fenollar, Humberto Sarcinella y Arnoldo Noceti, quien era miembro del Automóvil Club.
El jueves 2 de febrero, comenzaron los ensayos en los que Fangio realizó el mejor promedio, seguido por Musso y Moss. El mendocino Gullé, quien causó una muy buena impresión, se ubicó en el séptimo. Al día siguiente no se realizaron las pruebas de clasificación, pero sí los ajustes técnicos para los automóviles. Los mecánicos de cada equipo trabajaron hasta altas horas de la noche para poner a punto los motores.
Después de las pruebas clasificatorias del sábado, la grilla quedó de la siguiente manera: 1º Juan Manuel Fangio; 2º Musso y 3º Eugenio Castellotti.
Luego de las pruebas Fangio y otros competidores conversaban y bromeaban en un costado de la pista. La mayoría de los competidores rodeaban al campeón mundial y entre ellos se encontraban: el británico Peter Collins y el italiano Eugenio Castellotti.
Este último tenía una gracia natural que divertía mucho al argentino. Además de estos pilotos se encontraba un gran amigo del “Chueco”: el británico Stirling Moss, quien lo admiraba y lo quería como a su padre. Después de las pruebas todos se retiraron hacia la ciudad para descansar.
Duelo de titanes en el Parque
Eran las 17.50 y todo estaba listo para empezar aquel evento. El viejo autódromo estaba completo para ver a los más grandes corredores de aquel tiempo.
Previo a la largada, Fangio, Moss, Castellotti, Collins, Laudi, se preparaban probando los motores de sus máquinas. Dada la orden de largada, inmediatamente los autos salieron, iniciándose el Gran Premio. El campeón mundial Juan Manuel Fangio, como de costumbre, se puso a la vanguardia.
En la tercera vuelta, el británico Stirling Moss tuvo un trompo en la curva llamada “la horquilla”, frustrándose un posible duelo con el quíntuple campeón.
Al llegar la vuelta decimosexta, el italiano Castellotti tuvo que abandonar por la rotura de una parte del motor. Stirling Moss regresó a la competencia y se ubicó muy cerca de los primeros. En la vuelta número cuarenta, Fangio conducía tranquilo seguido de Moss y del argentino Carlos Menditeguy.
El puntero le había sacado al mendocino Gullé tres vueltas de ventaja. El francés Behra superó a Menditeguy dejándolo en cuarto lugar. La Ferrari roja de Fangio llegó primera, cumpliendo un promedio de 1 hora y 52 minutos para dar las 60 vueltas.
Segundo, el británico Stirling Moss; luego el francés Jean Behra, Carlos Menditeguy, Peter Collins, Gendebien, el italiano Laudi, el mendocino Gullé, Hawtorn y Piotti. Luego de finalizada la competencia, el público se quedó a ver la coronación del ganador, quien lució su corona de laureles junto al dirigente José Fernández.
Lamento italiano
Finalizada la competencia, el piloto italiano Eugenio Castellotti, quien abandonó al romper el motor en las primeras vueltas, llegó muy amargado al Hotel Balbi.
En la deserción, se acordó de lo que su gran amigo Fangio le había dicho el sábado: si quería ganar, debería seguirlo sin ponerse muy pegado, porque había mucho ripio y podría romperle el radiador de aceite.
Si las circunstancias lo permitían el “Chueco” dejaría pasar al italiano hacia el triunfo. Castellotti lloraba cuando se duchaba y su amigo Enrico “Tano” Vannini, escuchaba el lamento en italiano: “¡Ma sono tanto stupido e da fare quella cosa, con la corsa vinta!” (“Fui tan estúpido de hacer eso, con la carrera ganada”).
El argentino Juan Manuel Fangio había ganado el Gran Premio de Fórmula 1 en Mendoza, en la primera y única vez que se corrió.