El día que la ciudad festejo a lo grande

La noticia de la victoria de Chacabuco, llegada ese febrero de 1817, despertó una algarabía patriótica entre los mendocinos.

El día que la ciudad festejo a lo grande
El día que la ciudad festejo a lo grande

La calurosa tarde del 14 de febrero de 1817, cuando casi toda la ciudad de Mendoza dormía su siesta, un jinete transitaba a todo galope desde el norte por la calle de la Cañada.

En su mano izquierda traía lo que parecía ser una tela enrollada. Al llegar a la plaza principal, bajó rápidamente de su caballo. Traía su uniforme polvoriento y, a pesar de su cara de cansancio, se lo podía ver eufórico.

Un individuo sorprendido salió del edificio del Cabildo y vio a este militar que desplegó un estandarte español y le dijo que el ejército de los Andes había vencido en Chile: era el sargento mayor de granaderos a caballo Manuel José de Escalada quien traía la novedades sobre la victoria de Chacabuco, el día 12 de ese mes.

Quien recibió a Escalada, salió loco de contento e hizo correr la noticia rápidamente a los pocos que estaban en la sala de la institución. Unos minutos después, las campanas del templo de San Francisco sonaron en señal de alerta. Esto causó estupor en algunos vecinos que pensaron que el ejército de los Andes había sucumbido en Chile y que los realistas estaban en la puerta de Mendoza.


La plaza del pueblo 
Entre los primeros en levantarse y salir hacia la plaza mayor se encontraba el gobernador de Cuyo brigadier Toribio de Luzuriaga, quien llegó en un instante, con temor de que los realistas estuvieran invadiendo la provincia.

Desde que el ejército Libertador partió hacia Chile, el General San Martín había instruido a Luzuriaga para enfrentar cualquier tipo de avance realista. Se debía dar la alerta a través de las campanas de los templos para movilizar a la población y en especial a todas las milicias de la ciudad.

Pero cuando llegó el mandatario, se encontró con Escalada y pudo ver en su rostro un gesto de alegría. Se dio cuenta de inmediato de que el ejército de los Andes había vencido.

El joven granadero comunicó al gobernador que las tropas realistas fueron completamente derrotadas en Chacabuco, por el ejército del General San Martín, luego de una encarnizada batalla.

Además, el presidente de Chile, Marcó del Pont fue capturado por los patriotas cuando estaban por fugarse. Gran parte de la población llegó a la plaza mayor y se enteró de que el General San Martín obtuvo una gran victoria. Entonces se oyeron vítores en nombre del Libertador.


La celebración 
El gobernador, los representantes del Cabildo y demás funcionarios y militares solicitaron al sargento mayor Escalada que los estandartes capturados en la batalla de Chacabuco pudiesen ser exhibidos por un par de horas en la parte superior del edificio. Éste accedió gentilmente al pedido y los trofeos de guerra quedaron expuestos para que la mayor parte del pueblo pudiera observarlos.

Mientras tanto, los que apoyaban la causa realistas se quedaron en sus casas muy enfadados con la esperanza trunca de que el rey Fernando VII volviera a gobernar estos territorios.

Eran casi las seis de la tarde cuando el emisario de San Martín estaba a punto de partir rumbo a Buenos Aires. Desde lo alto del edificio capitular, fueron bajados los estandartes y entregados al sargento mayor quien se marchó rápidamente. Los ciudadanos no se fueron de la plaza mayor y las campanas volvieron a sonar por varias horas, pero esta vez desde los ocho templos de la ciudad.

Los festejos se extendieron hasta la noche. Desde la plaza, las milicias de artillería disparaban su cañones con salvas. Las calles principales fueron especialmente iluminadas y en muchas casas se realizaron bailes.

También se lanzaron cohetes voladores -como les llamaban a los fuegos artificiales- y los ciudadanos brindaron hasta altas horas de la noche. En su residencia, el gobernador Luzuriaga junto a varios patriotas que apoyaron la causa libertadora, vitoreaban el nombre del General San Martín y de sus jefes del ejército de los Andes.

Unos días después se resolvió que, para perpetuar la memoria de la inmortal victoria de Chacabuco, todos los años se celebrara una misa el día 12 de febrero y se festejara por tres días ese memorable hecho. Pero aquella disposición no se cumplió.

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