El día que comenzó a forjarse la patria

En estos tiempos difíciles de la patria, recordar el 25 de Mayo de 1810 debe servir para hacernos reflexionar acerca de la libertad.

El día que comenzó a forjarse la patria
El día que comenzó a forjarse la patria

Para conseguir la independencia era necesario previamente llenar enteramente el espíritu argentino con los anhelos de libertad. Eso fue precisamente el 25 de mayo de 1810, el grito libertario a partir del cual comenzará la gesta independientista que, tras una inmensa cantidad de sacrificios, se concretaría el 9 de Julio de 1816 en el magno Congreso de Tucumán.

Ese día de Mayo, pese a las diferencias, todos los que de a poco comenzaron a vislumbrar la luz de libertad se unieron para avisarle al mundo que algo trascendente estaba aconteciendo en estos territorios nuevos. Y constituyeron sus primeros órganos de gobierno propios, primero en nombre de un rey imposibilitado, pero siempre tras la compartida convicción de que la meta final sería el autogobierno, la decisión de los argentinos de construir su propia Patria, su propia Nación y finalmente su propio Estado, tareas que demandaron varias décadas e imprevistas aunque inevitables idas y venidas.

Lo ocurrido en Buenos Aires en el ilustre Cabildo de Mayo debía aunar posiciones encontradas y a la vez marchar hacia el resto del territorio argentino para que todos sus habitantes participaran de la gesta de libertad.

Sin embargo, a pesar de sus inmensas dificultades, como recién dijimos, fue comparativamente más simple declarar la independencia seis años después que deponer ideologías y construir federalismo. Dos tareas que los patriotas de Mayo se propusieron pero que sin embargo aún hoy, la Argentina no logra plenamente.

Ya en la primera Junta y en sus continuidades institucionales previas a la independencia, se vislumbraron tales choques culturales. Los ideológicos entre conservadores y jacobinos, ambos comprometidos con el destino independiente de la patria en construcción, pero con distintas modalidades conceptuales y temporales para su concreción. Y los territoriales, puesto que los conflictos entre Buenos Aires y el resto del país comenzaron desde el mismo momento en que se pensó o vislumbró el deseo de libertad.

Con el tiempo eso marcaría diferencias que en cada época  histórica tendrían variadas definiciones pero que en el fondo serían parte del mismo conflicto original. Como unitarios versus federales, en tanto gran meollo del debate y que no carecía de complejidades difíciles de comprender, como el de aquellos federales ideológicos que eran unitarios en lo territorial. O el de aquellos unitarios ideológicos que fueron federales en lo territorial.

Con el transcurrir del tiempo, ya en momentos constitucionales, se dividirían los argentinos tras los opuestos que de un lado contrapuso la civilización y la barbarie, o que otros calificaban como liberalismo versus proteccionismo, y tantas denominaciones más de la misma y constante división que ni aún  hoy hemos podido superar del todo, y que incluso en determinados momentos renace con toda su fuerza. Como en aquello que ahora se denomina la grieta, pero que no es más que una traducción en el siglo XXI de las luchas civiles de siempre.

No obstante, un país que contuvo tanta grandeza para lograr su libertad y su independencia, debe retornar una y otra vez a sus ilustres orígenes para en ellos inspirarse cuando el espíritu divisorio inunde nuestras almas con la enfermedad del faccionalismo, que como un virus permanente convivió con nosotros a lo largo de toda nuestra conformación como nación independiente, libre y soberana.

Porque mientras ello no ocurra, podremos declararnos libres de toda dominación extranjera, como aspiraron y lograron los patriotas fundacionales, pero, sin embargo no podremos declararnos libres de nuestras divisiones internas, sin cuya resolución ningún país puede acabar de realizarse plenamente.

Porque una cosa son las diferencias conceptuales que toda república libre debe permitir e incluso fomentar para impedir el unanimismo que sólo conduce al autoritarismo y a la tiranía, pero otra muy distinta son las rupturas inconciliables que llevan a que una porción de la Argentina no considere parte de la misma a la otra, o que una quiera subsumir a la otra en vez de vivir armónicamente en la diversidad, que de eso se trata una verdadera nación.

Vale entonces este nuevo aniversario de la gran fecha del 25 de mayo de 1810 para recordar que desde entonces la patria comenzó a hacerse hasta que una grande y noble nación surgió a la faz de la tierra con el esfuerzo de todos sus compatriotas, muchos de los cuales no dudaron en ofrendar su vida en pos de la realización de tan magna tarea.

Pero junto a la admiración que nos inspiran tantas grandezas fundacionales, no debemos olvidarnos de aquello que ni aún en nombre de los más elevados ideales patrióticos, ha logrado aún su definitiva concreción. Como un país auténticamente federal que es el modo en que decidimos constituirnos en tanto nación. Y una Argentina donde la  unidad del destino común sea más poderosa que el ímpetu de la facción que nos impide el abrazo solidario de la argentinidad que debe estar por encima de las partes. Un país en donde la Patria seamos todos.

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