Argentina Darruis tiene 81 años y, si bien es rosarina, casi toda su vida ha transcurrido en Mendoza. Desde hace cuatro años, -y tras una mística aparición en un sueño-, junto a su marido y un grupo de voluntarios ayuda a las 30 familias que viven en el asentamiento Los Dos Angelitos (ubicados en Corralitos, Guaymallén) con ropa, comida y mercadería en general. Los visitan una vez al mes, momento en que aprovechan -además- para conversar, compartir historias y afianzar su vínculo (“las primeras veces fuimos con la Policía, vaya uno a saber por qué. Obviamente ya ni van”, se sincera). Pero hay una de esas visitas que los casi 40 chicos que viven en el lugar esperan con mucha alegría y emoción: el Día del Niño.
Este año esa jornada tan esperada tendrá lugar el sábado y los voluntarios llevarán -además de ropa y mercadería- un show de magos y de payasos para compartir una tarde inolvidable con los chicos. Y, como ocurre cada año desde 2011, el infaltable chocolate caliente.
"Hay gente que me dice que estoy loca por ocupar todo mi living con la ropa y mercadería que voy a llevar. Pero es algo que se siente, y para ellos es algo muy necesario. Me sale del alma hacerlo, la verdad es que a mí no me gusta mucho la idea de contarlo en los medios ni ser la protagonista. Pero sé que así la campaña puede llegar a más gente que quiera ayudar", se sincera con humildad Doña Argentina en el living de su casa de San José -entre paquetes de arroz, fideos, leche, yerba y su máquina de coser-, y ante la inevitable mirada de la Virgen de Guadalupe, quien la observa desde una imagen colgada en la pared.
Un milagro
Argentina trabajó como viajante hasta que pudo jubilarse. Después dedicó su vida a otro oficio que también la hace muy feliz: el de costurera. Sin embargo, hubo algo en lo que siempre se destacó y que -justamente- le abrió camino a su cruzada solidaria.
"Yo soy sanadora. Tengo mucha gente que viene a pedir que la sane. Al principio sólo curaba empachos, pero ahora empecé a curar cualquier cuadro (hemorroide, verrugas, úlceras, dolor de estómago o de cabeza). Pero yo no cobro por ello. A la gente le pido a cambio mercadería o ropa. Y esa ropa, o bien la llevamos para las familias de Los Dos Angelitos, o bien la vendo en persas y ferias de ropa usada para -con esa plata- comprar mercadería que después llevamos", relata la mujer, sin dejar de mirar una y otra vez a la virgen.
Esta figura tiene un protagonismo fundamental en esta cruzada, ya que -según relató Argentina- fue la Virgen de Guadalupe quien en un sueño le anunció su misión: “El 30 de abril de 2011 llegaron a mi casa dos escritores mexicanos (Alexandra y Mateo Valcovich) para que cure a sus niños del empacho. Yo lo hice y, en forma de agradecimiento, me obsequiaron un manto de la Virgen de Guadalupe. Lo pusieron sobre la mesa y me dijeron que en un sueño ella iba a aparecer y me iba a decir qué tenía que hacer”.
Siguiendo la historia, la mujer agrega que pasaron diez días en los que esperaba ese momento, aunque sin éxito. “Entonces una noche la vi en un sueño y me dijo que vaya al basural. Cuando desperté ni yo ni mi marido (Héctor) entendíamos nada, y una noche les preguntamos a los municipales por el basural. Entonces nos contaron que era donde ellos llevaban los residuos y que quedaba en Corralitos, y que al lado había un asentamiento. Ahí me di cuenta de que lo que ella me había pedido era ayudar a esa gente. Fuimos a visitarlos, pero yo no tenía recursos para alimentar a 30 familias, a 40 chicos. Y se me ocurrió pedir mercadería y ropa a la gente a la que curaba, para llevar todos los meses”, continúa Argentina en la comodidad de su humilde hogar, agregando que hasta ese momento nunca había sido parte de una campaña solidaria.
En un momento toca el timbre Tito Quiroga, uno de los voluntarios de Doña Argentina, junto a un grupo de mujeres: Esther, Carmen, Yésica, Olga, Águeda y María. Él es cadete de farmacia y, luego de que la mujer curara a su hijo -por recomendación de una clienta-, hace poco más de un año se unió a la causa. Con los vecinos del barrio juntan mercadería y hacen rifas de las que participa la comunidad, también para juntar plata y comprar mercadería para los habitantes del asentamiento.
“La virgen hace esto para mostrarnos que de verdad existe”, reitera emocionada la mujer, y agrega: “Nosotros éramos personas ricas, y ahora quedamos pobres. Pasamos dos asaltos, dos robos y una estafa grande por la que nos embargaron todo. Y salimos, nos vinimos a vivir acá -yo con mi maquinita-. Por eso lo único que le pido a la virgen es salud, esa es la riqueza más grande. Yo no quiero dinero, quiero mercadería para ellos”.