Mucho fue lo que sufrió Independiente Rivadavia para lograr quedarse en la B Nacional. Sus hinchas, dirigentes y plantel pasaron por todos los estados de ánimos posibles. Es que la campaña había comenzado torcida con la derrota en la fecha inicial en Puerto Madryn, vs. Guillermo Brown. El panorama se oscurecía temprano para un club que para conseguir la meta debía pelear los puestos de vanguardia.
Luego llegó el primer punto, como local, ante All Boys, uno de los rivales directos y que dividía por la misma cantidad de juegos. El inicio no era el mejor para Martín Astudillo y cía. Sabiendo que tenía que hacer pata ancha en todos lados, se la jugó en Caballito y le ganó a Ferro (2-1).
En la fecha siguiente, más de lo mismo. No pudo con Almagro en el Gargantini y todo se hacía más cuesta arriba debido a la derrota en Santiago del Estero, contra Central Córdoba (3-0). Eran tiempos en donde todo se cuestionaba y empezaba a tambalear el DT. Pero en la octava fecha llegó un desahogo. Triunfo vs. Santamarina (2-0) y los resultados ajenos hacían que la luz de la ilusión siguiera prendida.
Era el momento de demostrar que lo de Tandil no había sido casualidad. Pero el equipo defeccionó en casa y rescató un punto ante Flandria, otro de los que peleaba los últimos lugares de los promedios.
En la décima fecha llegaba otro de los denominados rivales directos: Juventud Unida. La Lepra jugó un partido flojo, pero Cristian Tarragona empezó a mostrar su chapa de goleador. Independiente no lo aguantó y el local lo empató. En la jornada posterior, gran victoria ante Los Andes (1-0). El Azul, que debía un partido de la sexta fecha, parecía haber encontrado el rumbo y más teniendo en cuenta que fue a Jujuy y logró un empate (1-1) con Gimnasia. Hasta que llegó el momento de enfrentar en el pendiente a Boca Unidos (paro del ascenso). Fue triunfo 3-2 y las matemáticas le hacían un guiño a la Lepra porque de 18 puntos posibles había logrado 12. Acto seguido, el Torito de Mataderos llegaba necesitado y, en el Parque, el Azul le ganó 1-0. Todo a pedir del equipo mendocino porque en los otros partidos se dieron resultados que lo favorecían, más allá de eso, la soga continuaba en el cuello.
Inmerso en los puestos de descenso, Independiente no dependía de si mismo. Se presentó en el Diego Maradona de Argentinos y el local lo cacheteó 3-1. El equipo asimiló el golpe y salió adelante en su cansa ante Instituto, pero en su visita a San Martín, Chacarita le ganó 1-0 y los problemas volvieron a ser problemas. Y más si tenemos en cuenta que recibía después al Santo Tucumano y conseguía un agónico 2-2. Se convivía con el sufrimiento de manera permanente.
El 1-1 ante Crucero en el Norte volvía a poner a la Lepra en aprietos porque acariciaba el último puesto en los promedios. Pero la posterior victoria sobre Estudiantes (SL) en el Gargantini si bien no lo sacó de la zona roja, sirvió en lo anímico. Luego, otra vez besó la lona. Caída ante Douglas Haig en Pergamino y otra vez los cuestionamientos sobre el rendimiento del equipo.
Nada alcanzaba. La Lepra le ganó a Villa Dálmine como local en la fecha 20 y casi a mitad de competencia, el futuro en la categoría pendía de un hilo, encima el empate en Paraná, ante Atlético, tampoco sirvió de mucho, no solamente porque era un rival directo, sino que además el resto de los equipos habían sumado de a tres.
La fecha libre ayudó en parte. Recuperó lesionados, Astudillo probó variantes pero sus jugadores no lo ayudaron en el 0-4 con Brown (A), y menos en el 1-1, también de local, ante el otro Brown (PM), en lo que marcaba el inicio de la segunda parte.
Era cuestión de apretar más los dientes. Fue a Floresta y lo empató sobre la hora (2-2) ante All Boys. Eso debió servir de golpe de efecto, pero de local no pudo en la fecha siguiente con Ferro y el panorama parecía desolador, sumado a todo ello, que ante Ferro en casa no ganó los tres puntos. El futuro de Tincho volvía a ponerse en duda. Repitió pardas con Almagro, luego en casa con Central Córdoba y sumaba su sexto empate consecutivo ante los correntinos. Nuevamente la fecha libre parecía calmar las aguas, pero de local se hacía pesado. Empate 1-1 con Santamarina y chau Astudillo. La dirigencia cortó por lo sano. Llegó Alfredo Jesús Berti, con apenas un puñado de partidos como DT y con un futuro complicado por delante. Su debut fue nefasto. Independiente cayó goleado 3-0 por Flandria.
El corazón estaba herido. Pocos a esas alturas creían en el milagro. Sumó en casa ante Juv. Unida y fuera de ella vs. Los Andes. Habían pasado 10 partidos sin éxitos. Hasta que se hizo la luz.
El plantel descubrió que en el fondo del túnel había una puerta. Victoria sobre el Lobo jujeño, repitió el 1-0 en Mataderos ante el Torito, y volvió a sonreír en el Gargantini ante un Argentinos que parecía imbatible. Nueve de nueve y resultados que ayudaban a creer. Pero La Gloria lo bajó a la realidad. Ahí el plantel hizo el click. El equipo de Berti arrancó con una racha que lo llevaría a hacer realidad el sueño. Triunfo vs. Chaca (3-1), en Tucumán 2-1 vs. San Martín, empate 0-0 con Crucero, y los rivales directos que se caían.
El panorama había cambiado. Esos equipos que peleaban lo mismo perdían puntos y adeudaban la fecha libre, por lo que Independiente gozaba de buena salud. Fue a San Luis y le ganó 1-0 a Estudiantes, goleó a Douglas como local (3-0), le ganó a Dálmine como visitante y afuera del descenso. Había que ratificarlo en casa. Si ganaba estaba a salvo. Pero la presión pudo más.
Llegaba el ya descendido Atlético Paraná y a la Lepra le costó sumar, pero lo hizo, y aunque pudo haberlo ganado, no pudo y pasó a depender de otro resultado para lograr la permanencia. Y eso fue posible ayer por la derrota de Crucero. El Azul está de fiesta. Su gente lo festejó en el Gargantini y ojalá haya aprendido la lección.