Las tres explosiones que el martes alcanzaron al autobús del Borussia Dortmund ponen de manifiesto una vez más que los acontecimientos deportivos son también objeto de ataques terroristas. Lo que implica la necesidad -por parte de los organizadores de dichas citas- de establecer un protocolo que permita reducir al máximo riesgos y amenazas.
"En la medida en la que los eventos deportivos son universales y atraen la mirada de millones de espectadores, los terroristas los pueden usar como escaparate para sus atentados", explica Pascal Boniface, director del Instituto de relaciones internacionales y estratégicas (IRIS).
Todos los deportes pueden ser objeto de este tipo de ataques desde la toma de rehenes llevada a cabo por un comando palestino contra el equipo israelí en los Juegos de Múnich de 1972 (los hechos se saldaron con la muerte de 11 deportistas, cinco terroristas, un policía y un piloto de helicóptero).
En el año 2008 se anuló la 30ª edición del París-Dakar por una amenaza terrorista. Dos más tarde, en 2010, el autobús en el que viajaba la selección de Togo fue ametrallado en Angola (tres muertos), dos días antes de que diese comienzo la Copa de África.
Más recientemente tuvieron lugar los ataques en el maratón de Boston del 15 de abril de 2013 (tres muertos y 264 heridos), y las explosiones en el Estadio de Francia, en París, el 13 de noviembre de 2015, cuando tres kamikazes detonaron el cinturón de explosivos que portaban y provocaron la muerte de Manuel Dias, de 63 años, primera de las 130 víctimas que los atentados causaron esa noche en la capital francesa.
"Garantizar la seguridad de cualquier gran partido de fútbol es ahora más complicado que nunca", tercia Andrew Cooke, responsable de las operaciones de seguridad del Centro internacional por la seguridad deportiva (ICSS), ubicado en Doha.
"Eso implica una organización y preparación significativas por parte de varios países y distintas autoridades", señala. Cooke, que fue responsable de seguridad en la Copa de Asia de 2015, explica en un comunicado que es necesario que, en los eventos más importantes, se invierta en desarrollo en materia de seguridad.
Los organizadores ya se adaptan al nuevo escenario. Tras el atentado de Niza del 14 de julio de 2016, que se saldó con la muerte de 86 personas y más de 400 heridos, los organizadores del Tour de Francia insistieron en la importancia de bloquear los accesos al recorrido.
En la Eurocopa de 2016, de hecho, ya se pusieron en marcha excepcionales dispositivos de seguridad.
"Desde que comenzamos a preparar el plan de seguridad para el torneo, contamos con la opción de un posible ataque terrorista, que no es nada nuevo en Francia", expuso Ziad Khoury poco antes de que comenzase la competición.
Para el próximo gran evento planetario, el Mundial de fútbol de 2018, Rusia -país organizador- se muestra confiada: "Los servicios de seguridad especiales se encargarán de mantener el orden. Nuestro programa de seguridad es lo suficientemente ambicioso", apuntó este miércoles el viceprimer ministro ruso, Vitali Moutko, máximo responsable asimismo del comité de organización de la Copa del Mundo.
Pese a todo, "los hechos de las últimas 24 horas han puesto de manifiesto que es muy difícil, para los organizadores, garantizar la seguridad al 100% de equipos, jugadores y aficionados VIP durante sus desplazamientos de un lugar a otro", abunda Andrew Cooke.
"Los que quieren atentar van a buscar siempre el punto débil, atacar ahí donde no hay protección", observa Pascal Boniface, para quien el "peligro está ahora por todas partes" y para quien la seguridad absoluta "ni existe ni jamás existirá".
La organización de la Liga de Campeones también ha empezado a actuar. Los coches tendrán prohibido acceder a las inmediaciones del estadio de Cardiff (Gales), donde se disputa la final del torneo el próximo 3 de junio, según anunció la policía británica.