Los datos de 2017 fueron muy contundentes. La balanza comercial del año pasado cerró con un déficit de 8.471 millones de dólares y con exportaciones muy atrasadas y con una evidente pérdida de mercados. Esta tendencia comenzó en 2010 cuando se comenzó a retrasar el tipo de cambio y se mantiene hasta nuestros días.
Cuando asumió el gobierno de Macri y se liberó el mercado de cambios hubo un leve reacomodamiento del tipo de cambio pero fue rápidamente neutralizado con el crecimiento de la inflación, lo que hizo que, en términos reales, en menos de 9 meses, el valor del dólar volviera a los mismos niveles del dólar "blue" antes de la liberación.
Frente a esta reacción del mercado, todos comenzaron a moverse con mucha cautela. Mientras el gobierno aseguraba que el mercado era libre, la gran cantidad de dólares que ingresaban por los préstamos que tomaba el Tesoro ponían un techo al valor de la divisa.
En el sector empresario se comenzó a plantear la necesidad de recuperar competitividad a través de la revisión de los distintos componentes de los costos y apareció la necesidad de revisar toda la carga impositiva acumulada entre Nación, provincias y municipios.
Entre los aspectos más distorsivos aparecieron los impuestos a los Ingresos brutos, Bienes personales, impuesto al cheque, entre los principales, pero también se dimensionaron los costos de logística y las leyes laborales y las cargas y contribuciones que se aplican sobre la masa salarial de las empresas.
El problema se complicó cuando el Banco Central decidió subir las tasas para absorber el excedente de liquidez generado por los dólares del Tesoro y eso entusiasmó a inversores que llegaron al mercado con un fin solo especulativo aprovechando altas tasas y dólar planchado.
Ellos aportaron más dólares y eso retrasó aún más el tipo de cambio y pese a pequeñas correcciones el gobierno no hizo nada creyendo que sería un ancla contra la inflación y se equivocaron igual que en el kirchnerismo.
Pero la tendencia comenzó a revertirse en diciembre pasado. En primer lugar, cambios en las condiciones económicas internacionales que llevaron a los inversores a cambiar estrategias de inversión y comenzaron a salir de mercados emergentes para tomar posiciones en dólares y esto comenzó a mover el mercado cambiario.
Hasta que el 28 de diciembre pasado el gobierno anunció un recálculo de las metas inflación, lo que suponía que el Banco Central no estaba obligado a mantener tasas tan altas y esto podía descomprimir el mercado de los créditos y, a su vez, movilizaría el mercado cambiario. Así, el dólar llegó a 20 pesos pero pareciera que algunos funcionarios no quieren que suba más, aunque el Banco Central sigue con la intención de no intervenir en el mercado cambiario.
Para esta época se esperaba una mayor afluencia de divisas por las liquidaciones de exportaciones de granos, pero el clima ha jugado una mala pasada, ya que la sequía podría generar una pérdida de más del 20% de la producción de soja y de maíz y esto produciría menos ingresos de divisas, complicando más la situación financiera del gobierno.
Según los datos del mes de enero pasado, las exportaciones generaron U$S 4.750 millones de dólares (un 10,7% más que en el año 2017), pero las importaciones tuvieron un crecimiento interanual del 32,1% y alcanzaron U$S 5.736, lo que generó un saldo negativo de U$S 986 millones.
Acumulación de problemas
Arrancar el año con este saldo negativo ya es preocupante, aunque cuando se analizan los rubros que más peso tienen en las importaciones sobresalen los bienes intermedios (que son insumos para fabricar otros bienes), los bienes de capital (básicamente máquinas industriales) y las partes y accesorios, que son casi en su totalidad para la fabricación de automóviles u otras maquinarias.
Si bien no tiene el mayor peso, la importación de combustibles y lubricantes y la de bienes de consumo, fueron los de mayor crecimiento en el mes de enero y pueden marcar una tendencia creciente hacia el futuro.
Habrá que ver cómo se comportan tanto expo como impo a la luz de la nueva paridad cambiaria y cómo impactan en los costos de las empresas los aumentos en los servicios públicos que se viene acumulando desde diciembre y seguirán sumando hasta abril. Y también habrá que ver las decisiones de los inversores.
Para tener una idea basta recordar que el dólar en tres meses subió un 15%, pero en los últimos doce meses subió un 29,4%. Este rendimiento pulverizó a los especuladores de las Lebac, que, además, bajaron sus tasas a 26,75 % a 30 días. Un economista recordaba que los bancos, en depósitos importantes, llegan a pagar un 23% a anual a 30 días, con lo cual parecía mucho más cómodo que la tasa del Banco Central.
Las expectativas ahora se extienden, nuevamente, a lo que pueda hacer la Reserva Federal de EEUU ya que en su último informe dice que es "inevitable" un próximo aumento de las tasas. Todo esto va a repercutir en mayores presiones alcistas sobre el dólar y subirán las tasas para que
Argentina se pueda financiar.
Es probable que este año el valor de la divisa estadounidense avance al ritmo de la inflación, como mínimo y, en ese caso, crecerá el impacto de los servicios de la deuda en la cuenta financiera, que ya está afectada por los gastos de turismo en el exterior.
Como se puede apreciar, el panorama del sector externo no luce positivo, aunque si el dólar retoma su actualización pueden mejorar algunas exportaciones y pueden frenarse algunas importaciones y eso vaya equilibrando de a poco la balanza. No hay que olvidar que un componente de las importaciones son combustibles y lubricantes y, por el momento, Argentina está muy lejos de conseguir el autoabastecimiento.
El dato de la balanza comercial no puede ser visto solo como una foto sino que debe analizarse como una película que comenzó en 2010 y que aún no tiene final. Puede ser que lentamente haya una recomposición, como puede ser que se profundice. Todo dependerá de las señales del gobierno y de las variables internacionales.