Discutir sobre el sentido y finalidad de las Fuerzas Armadas en la Argentina es una cuestión necesaria e importante porque estamos hablando de una de las instituciones de la República que en este momento existe en un estado de limbo, habiendo dejado de ser lo que fue pero sin que sus funciones hayan sido reemplazadas por ningunas otras.
El trauma del terrorismo de Estado ocurrido en los años 70 del siglo XX signó a más de una generación de argentinos y aún nos sigue signando, pero el castigo por los horribles delitos cometidos deben ser adjudicados a los hombres que integraban la corporación en ese entonces y que efectivamente los cometieron, no a la organización en sí misma.
De hecho, salvo algunas propuestas de escasa efectividad, todos los gobiernos luego de recuperada la democracia se ocuparon de desmantelar lo que se consideraba malo dentro de las Fuerzas Armadas, pero no se les reformuló ninguna actividad, ni adecuando las tradiciones a los nuevos tiempos ni proponiendo otras opciones.
Hoy, de acuerdo a decretos establecidos por gobiernos anteriores se supone que las Fuerzas Armadas sólo deben responder a la agresión externa de un ejército regular de algún otro país. Pero lo cierto es que el mundo ha cambiado mucho y en el presente ese tipo de invasiones no suelen ocurrir mientras que existen otros peligros que sí efectivamente traspasan nuestras fronteras desde afuera y que encierran innumerables peligros para nuestra integridad, libertad y soberanía.
En un mundo globalizado, integrado en muchos aspectos más allá de las naciones, todo se ha internacionalizado, desde las finanzas a las tecnologías, pero también los delitos, mientras que -paradójicamente- lo que aún no se ha globalizado debidamente es la actividad que debería conducir a las demás: nos referimos precisamente a la política, la conducción de los pueblos, que por su relativo atraso organizacional se ve superada por todo el resto de las actividades globalizadas que avanzan por el mundo sin control de acuerdo al poder que cada una de ellas tenga.
Es por eso que hoy el narcotráfico y el terrorismo se comportan como agentes internacionales del delito organizado, con muchas fusiones entre sí e incluso afectando a los mismos Estados nacionales ya que muchos de sus dirigentes son corrompidos por los increíbles recursos materiales que estos sectores manejan desde su impune ilegalidad.
Cuando la frontera entre lo externo y lo interno se hace tan voluble, frágil y débil, es evidente que los modos de defensa de los países y los continentes frente a estos nuevos tipos de agresiones deben cambiar significativamente, y en ese sentido es preeminente el debate acerca del rol que deben cumplir las organizaciones estatales que monopolizan la fuerza física cuya responsabilidad es del Estado en tanto sociedad jurídicamente organizada.
Eso no implica per se apoyar o no las propuestas que en este sentido formula el gobierno del presidente Macri, sino el de aceptar el desafío y si no se coincide, responder con propuestas alternativas, donde incluso hasta cabe la posibilidad de discutir o no la existencia de las Fuerzas Armadas en este nuevo contexto.
Pero lo que no se debería hacer es meramente oponerse porque eso sería permanecer en el peor de los mundos, en un presente donde las Fuerzas Armadas no cumplen de hecho ninguna función, porque no sirven para las que fueron concebidas ni están preparadas para adaptarse a los nuevos tiempos.
Lo único que no se puede hacer, entonces, es rechazar el debate.