Por Rosendo Fraga - Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría. Especial para Los Andes
Lo que ha dicho el ministro de Defensa sobre la compra de aviones, en cuanto a que se han analizado varias opciones provenientes de España, Israel y Francia (e incluso la posibilidad de comprar aviones de combate de Suecia co-fabricados con Brasil), es básicamente cierto, pero la opción china es hoy la preferida por costo, financiamiento y autonomía respecto de acciones británicas, aunque será la más complicada en materia de mantener la cadena logística (repuestos, mantenimiento, etc.).
En los últimos días se ha generado un debate en torno de Malvinas: para la prensa británica, las compras de armas de Argentina aumentan el riesgo de las islas; para el gobierno argentino, en cambio, el Reino Unido está aumentando el gasto militar en las islas sin justificación, porque el país no piensa en la vía militar para recuperar las islas.
Ante todo, no hay un convenio de Argentina con Rusia para comprar aviones de combate, como se afirmó en la prensa sensacionalista inglesa. Se han comprado en dicho país cuatro patrulleros para usar en los mares del sur y se ha firmado un convenio de cooperación entre Aerolíneas Argentinas y Aeroflot. Desde comienzos de 2014, Argentina se ha acercado a Rusia y apoyó su postura en la crisis de Crimea en las NU. Putin visitó la Argentina en julio del año pasado y se firmaron varios convenios, sobre todo en materia de tecnología nuclear y construcción de represas. Hay una aproximación política entre Buenos Aires y Moscú, pero no un convenio para comprar aviones de combate.
En cambio sí hay acuerdos para adquirir material militar en China firmados este año, cuando la presidenta argentina visitó Pekín y firmó 22 acuerdos, entre ellos la construcción de la base satelital china en la provincia de Neuquén y la construcción de la cuarta y quinta central nuclear de Argentina con tecnología china. En este marco, una delegación de la Fuerza Aérea encabezada por su titular (Callejo) visitó China en las últimas semanas, dando una primera opinión favorable para la adquisición de aviones de combate chinos, que co-fabrica con Paquistán, y cuya autonomía permitiría alcanzar Malvinas desde el territorio argentino. En cuanto a los buques, ahora viaja una delegación naval para analizar la compra de cuatro corbetas.
El Reino Unido ha tenido influencia en limitar las opciones de la Argentina para renovar sus aviones de combate, los cuales tienen vencimiento de funcionamiento para fines de 2015. Los sistemas de armas modernos integran partes de distinta procedencia, sobre todo entre los países occidentales: si un avión sueco, israelí o francés va a ser vendido a la Argentina y tiene partes fabricadas por Gran Bretaña, esta puede objetar la operación. Este es el tipo de gestión que se puede haber realizado. En cambio, los aviones chinos no tienen partes de procedencia británica y en consecuencia no puede ser objetada la operación.
En cuanto al interés estratégico de China en el Atlántico Sur, éste se da por el futuro de la Antártida, no por Malvinas. Por eso realiza una política cada vez más activa en la Antártida con bases y expediciones. El futuro de los recursos naturales de esta región, como así también los del Ártico, están en los intereses estratégicos de largo plazo de China, antes que el petróleo en Malvinas.
La administración de Cristina Kirchner en su segundo mandato ha explotado el nacionalismo en la política exterior para ganar consenso. Por eso ha endurecido la política de Argentina en Malvinas. Acaba de poner las islas y el Gaucho Rivero en reemplazo de Sarmiento en el billete de 50 pesos y ello es una evidencia de la importancia que da a esta política.
La Argentina no reaccionó frente al aumento del gasto militar en Malvinas sino con respecto a la argumentación de que ello se hacía porque era una amenaza para la seguridad de las islas. Los artículos de The Sun y The Mirror mencionaron incluso la posibilidad de una nueva acción militar argentina con apoyo de Rusia sobre las islas.
La realidad es que el incremento del gasto es de 27 millones de dólares por año durante la próxima década. Sólo se incorporan dos helicópteros de transporte Chinook y se mantiene la misma cantidad de efectivos en la base militar de las islas (aproximadamente 1.300 hombres) y la inversión está en modernizar los sistemas de defensa y los medios que están en uso, que serán reemplazados por otros más modernos. La Argentina destinó cuatro veces eso a reequipar sólo el
Ejército en diciembre, sin que ello incluyera blindados o artillería. Pero la escalada del conflicto ha tenido que ver más con el concepto de amenaza que con acciones militares específicas o concretas.
El tema Malvinas no es prioritario en la opinión pública argentina, aunque más del 90% de los argentinos piensan que son de su país. Pero usar el nacionalismo es un recurso que tiene antecedentes históricos en la Argentina y Cristina Kirchner ha tratado de usarlo con intensidad durante su segundo mandato: endurecerse en Malvinas busca el mismo efecto que la consigna “Patria o buitres” en el tema de los holdouts.
Pero no todos los gobiernos de nuestro país han tenido la misma política respecto de Malvinas. Así como el menemismo buscó una política de conciliación, reestableciendo relaciones diplomáticas con el Reino Unido y buscando ganar la simpatía de los isleños, el kirchnerismo ha hecho lo contrario, adoptando una política más hostil en todos los terrenos. Ello implica que la actual política puede cambiar con otro gobierno.
El gobierno argentino dice lo correcto cuando afirma que no hay posibilidad de que la Argentina intente recuperar las islas por la vía militar como en 1982, pero si la tensión aumenta se abre la posibilidad de incidentes en torno de las islas, lo que puede escalar el conflicto.
En síntesis, ni el Reino Unido ni la Argentina están escalando su capacidad militar en torno del conflicto Malvinas, pero renovaciones de armamento de rutina crean la situación sobre la cual escala la diplomacia, y el reciente aniversario del 2 de abril lo evidencia.