El cura argentino que lucha contra la pobreza en África

El esforzado trabajo del padre Pedro Pablo Opeka, nacido en Buenos Aires, que auxilia a los más necesitados de la isla de Madagascar.

El cura argentino que lucha contra la pobreza en África
El cura argentino que lucha contra la pobreza en África

Buenos Aires (AICA). Cientos de personas escucharon en el Palacio San Martín de la Cancillería al sacerdote argentino Pedro Pablo Opeka CM (Congregación de la Misión), quien compartió el testimonio de su labor por casi 50 años, en Madagascar (país insular en África oriental, sobre el océano Índico). "A los pobres se los recibe, se los respeta, se los escucha, con paciencia y con tiempo", manifestó el religioso, varias veces propuesto para el Premio Nobel de la Paz.

El padre Pedro Opeka CM continúa su viaje apostólico por el país brindando conferencias y realizando la presentación de su libro "Rebelarse por amor", editado en forma conjunta por las editoriales Guadalupe, Ágape, San Pablo, Bonum y Paulinas.

A raíz de la cantidad de personas interesadas en escuchar al misionero, la charla también se proyectó en el auditorio Manuel Belgrano y en la plaza seca frente a la Cancillería.

En diálogo con el periodista y escritor Jesús María Silveyra, quien en 2006 escribió el libro "Un viaje a la esperanza. Salir de la pobreza con trabajo y dignidad", el padre Opeka se refirió a su trabajo de décadas en Madagascar. Confesó haber aprendido que "a los pobres se los recibe, se los respeta, se los escucha, con paciencia y con tiempo".

El sacerdote, hijo de inmigrantes eslovenos, nacido en la provincia de Buenos Aires, es conocido en África y Europa como "el albañil de Dios", ya que de adolescente aprendió ese oficio.

Hace 29 años comenzó la misión en un basural, en las afueras de la ciudad de Antananarivo, bautizado con el nombre "Akamasoa", que en dialecto malgache significa buenos amigos. Es la lengua malayo-polinesia hablada casi por la totalidad de la población de Madagascar.

El primer impacto que le produjo la ciudad fue la miseria circundante: gente viviendo en las calles y en los basurales de los suburbios en condiciones infrahumanas, donde los niños peleaban con los cerdos por un trozo de comida. Fue en ese momento que Pedro se dijo: "Tengo que hacer algo, esta gente no puede vivir así, Dios no lo quiere, son los hombres los que lo permiten".

Allí construyó casas para miles de familias sin hogar que sacó de la pobreza y hoy comparte la vida junto a ellos. En sus viajes por Europa y el mundo, realiza campañas para conseguir los fondos que sostienen la misión: "Por esta gente yo voy hasta el fin del mundo a pedir justicia", indicó. Pero rescató que en sus viajes no pide ni mendiga, "solo hablo en nombre de un pueblo que quiere vivir de pie, con coraje y con el sudor de su frente".

El sacerdote aprovechó la presencia de políticos para dar a conocer su opinión sobre el tratamiento de la pobreza y aclaró: "Nunca dije que los planes sociales estén mal". Pero destacó que éstos deben ser para los casos límite y especiales. "Yo le digo a mi gente de Madagascar: '¡No quiero asistirlos!' Porque asistir a una persona que puede trabajar es hacerla dependiente y esa persona nunca va a ser una persona en serio", señaló.

Durante una hora y media, el religioso conmovió a los presentes con el relato de la cruda realidad que vive junto al pueblo malgache. Dos mujeres nativas, que lo acompañaron en el viaje, compartieron su testimonio como testigos de la labor que el padre realiza en la isla.

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