Existen culturas que se han dedicado a la investigación específica de lo que tiene que ver con la reproducción y corporalidad de las mujeres, pero de alguna manera considero que la intromisión de la ciencia en relación a un acto como lo es el parto (fundamentalmente en lo que se refiere en la etapa de la modernidad) lo que ha venido a afianzar es el control sobre los cuerpos de las mujeres.
Esto ha hecho que a lo largo del tiempo vayamos perdiendo culturalmente ciertos poderes que se transmitían de generación en generación, para que queden en manos de las ciencias médicas. Las mismas terminan instrumentalizando los cuerpos de las mujeres, transformándose el parto en un mero acto de reproducción, en lugar de un acto de humanidad, familiar y colectivo, separándolo de los sentimientos, de los procesos y las emociones.
Esto muchas veces lleva a una llamada “deshumanización de los partos”, en donde la forma de tratar a estos cuerpos y momentos ha tenido la anulación por completo del protagonismo y participación de la mujer. Esto se ve en la posición del parto mismo, o hasta en el hecho de que sean atadas para que no molesten al médico que está recibiendo al bebé.
También se ve en la imposibilidad de que la mujer pueda estar todo el proceso con una persona de su confianza, en ese momento tan importante, transitándolo con una persona desconocida.
De alguna manera esta vuelta (en relación a esta denuncia social) tiene que ver con ese sentimiento y experiencia que tenemos las mujeres en el momento del parto, de una especie de cosificación que muchas veces hemos vivido, por lo que hemos necesitado legislar en favor de este tema.
¿Algunos ejemplos? Estar acompañadas todo el tiempo por una persona querida, contar con un clima cuidado durante nuestro parto, no ser pasibles de medicación innecesaria, ni prescindir de abrazar en nuestro pecho a nuestro hijo recién nacido.
Esta problemática tiene que ver con una denuncia social, política y cultural respecto de la instrumentalización de nuestros cuerpos, y el tratamiento deshumano donde no se contaba con nuestra opinión, ni emociones. Esto concluyó en una legislación que establece cada uno de los puntos necesarios, para ese respeto único.
Eso no implica volver a tiempos anteriores sino que es importante que el sistema de salud se adecue al protagonismo, realidad y opiniones de las mujeres en ese momento y que acompañe en el mismo y de la mejor manera.
Se trata de volver a recuperar este trato humanizado, para poder hacer de él un acto respetuoso, en el marco de toda la salubridad social, desde lo físico y psicosocial.