El cuento de la izquierda

Según el autor, el relato supuestamente de izquierda que sostiene el kirchnerismo es apenas una excusa para que se disfrace de ideal revolucionario el solo deseo de conseguir un “curro” en el Estado.

El cuento de la izquierda
El cuento de la izquierda

Julio Bárbaro - Periodista. Ensayista. Ex diputado nacional. - Especial para  Los Andes

En una entrevista al presidente de Uruguay, el periodista le preguntaba por qué no armaba estructuras socialistas; la respuesta fue sabia: Porque cuando gobiernan otros las desarman.

Y porque no deben ser organizadas desde el Estado sino surgir de la sociedad. Pepe Mujica es un sabio, hombre con una vida digna y transparente, expresa en lo cotidiano su pertenencia social. Nosotros, de esa estirpe, no tenemos ninguno; con pasado sufrido y presente humilde no hay ninguno.

Los más repetidos son los que tienen dificultades para mostrar el pasado y el presente. Desde los Kirchner, que nunca se jugaron por firmar un hábeas corpus, a Zaffaroni, que participó de la dictadura con cuerpo y mente, hasta Verbitsky, a quien la dictadura no le tocó ni el timbre.

Me refiero a los que conducen, como Parrili que fue miembro informante de la atroz privatización de YPF, esa donde los Kirchner iniciaron su camino hacia el poder y los negocios, la de esa suma millonaria que fue a Santa Cruz y no sabemos dónde terminó. Se me ocurre que no fue al servicio del socialismo.

Alguna vieja definición explicaba que “frente a un problema entre orden y justicia, la derecha elige el orden y la izquierda la justicia”. El peronismo intentó ser de centro, era muy fuerte el peso que tenía el grito “ni yanqui ni marxista”. Menem lo deforma en alcahuetería con las “relaciones carnales” y los Kirchner en frivolidad con el canciller invadiendo el avión imperial.

En un tiempo parecía que ser de izquierda era participar de la violencia, los resultados ni siquiera fueron revisados por nuestros sobrevivientes. Pero finalmente, la idea terminó en que ser progresista o de izquierda implica vivir del Estado.

Eso que antes hacía y le criticábamos a la derecha, eso es lo que ahora hacen los supuestos militantes. Asumamos que la pertenencia esencial está relacionada con la forma de vida.

No sé por qué dicen que la Presidenta está a la izquierda de Macri, tengo derecho a guardar mis dudas. Al menos en viviendas, lujos y hoteles propios, los Kirchner no parecen parientes de Pepe Mujica. Pero ocuparon el Estado y les dieron un espacio a los caídos de viejas revoluciones y ahí está la madre del borrego.

Sobrevivir en el capitalismo de hoy no es tarea fácil, aquella sociedad integrada que engendró el peronismo fue dinamitada primero por Martínez de Hoz y luego por Domingo Cavallo. El peronismo intentó un Estado eficiente, con poder, pero no burocrático.

Al volver Perón expresó: “Dejé doscientos cincuenta empleados en la Casa de Gobierno y hoy hay dos mil quinientos”. Y solía insistir con la idea de que “quien no produce al menos lo que consume no tiene derecho a vivir”. Fue una vertiente obrera productiva pero ni los empleados públicos ni los intelectuales fueron jamás el eje de ese movimiento.

Fue la expresión de la identidad cultural de los trabajadores, jamás fue clasista ni soñó con la lucha de clases. La izquierda y la guerrilla son fenómenos surgidos de la clase media intelectual. Perón se enoja con el Bebe Cooke por su enamoramiento de Cuba. Para nosotros Cuba fue siempre una propuesta sin sentido. Los resultados están a la vista.

La voluntad transformadora de la sociedad tenía dos vertientes, la primera se asentaba en la necesidad de superar la injusticia, la segunda expresaba los odios de los oprimidos. La militancia se inició siempre en los grupos intelectuales, y el sueño de entenderse con los obreros no logró superar el lugar de los escritos revolucionarios.

El peronismo surge como expresión de la identidad cultural de los caídos, nació en las fábricas y los barrios; la izquierda nació en las universidades y en las librerías.

El capitalismo se fue concentrando y dejando una masa de caídos; en eso Cavallo y su equipo fueron los mayores creadores de marginales, para vender empresas rentables al extranjero necesitaban tirar obreros y empleados a la calle.

Se llevaban las ganancias y nos dejaban a los necesitados. No era achicar el Estado sino simplemente destruirlo. Hasta la imbecilidad de destruir el ferrocarril, ¡lo que no hizo nadie en el mundo! El turco berreta decía como si fuera un prócer, “ramal que para, ramal que cierra”. Ojo, en todo ese proceso los Kirchner y los Menem coincidían, marchaban juntos.

Sin los arreglos de Néstor no hubieran vendido YPF, luego lo quisieron adquirir como bien familiar y luego -lo mismo que Ciccone- lo estatizaron. En el manejo del “modelo” es todo de ellos, los supuestos militantes.

O se lo guardan para ellos o lo dejan en el Estado. Lo disfrutan igual. ¿Para qué necesitamos que Aerolíneas gaste fortunas en viajar a Miami o a Europa como si nos sobrara dinero? Es sólo para que jueguen, ganen fortunas y acomoden parientes y amigos, los militantes del “modelo”. Sería justo el fútbol gratuito para los que no lo pueden pagar, hacerlo para todos permite suculentas ganancias para los militantes de la causa.

Usurpar el Estado para una clase social que vive en la abundancia con el cuento de ayudar a los necesitados es una traición irresponsable y mezquina. El que trabaja largas jornadas para ganar su salario es vilmente tratado por quienes lucran de un Estado inerme e indefenso.

Crearon decenas de miles de cargos, una manera de rescatar del desierto de la realidad a los que a cambio de esa cobertura se vuelven oficialistas. Van a terminar diciendo que los que viven de su esfuerzo son de derecha y los que viven del Estado, progresistas de izquierda. Ya están cerca.

Esta es una invasión de ricos feudales que les ceden un lugar a revolucionarios fracasados, y mientras unos se enriquecen otros nos cuentan el cuento de la izquierda y la revolución.

Este mal momento nos deja a todos con la bronca de sufrir una invasión a la democracia, a la libertad y a la dignidad. Alguno puede ser de izquierda, alguno puede creerles con inocencia, pero para los que entendemos del tema- para nosotros- queda claro que es tan sólo un saqueo del Estado y una erosión de la libertad.

Lo demás es el Relato, la deformación que ya no convence a nadie. Escuchar a la Presidenta en una cadena oficial e interpretar talento o voluntad de cambio es una ofensa a nuestra inteligencia. Con el fin del kirchnerismo se irán los peores. Ya era hora.

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