El ciclismo mendocino se ha ubicado en el peldaño superior de la escala continental, merced a la brillante conquista de Ernesto Contreras en el II Cruce de los Andes. Pero ni el deporte ni el deportista necesitaban de esta demostración para ratificar loables conceptos vertidos sobre ellos.
Lo realizado por el ciclista mendocino en la competencia, organizada por el Club Fausto y Serse Coppi, difícilmente pueda ser igualado, no en lo que hace al logro de la victoria, sino en la forma en que fue conseguida por Contreras, luchando prácticamente solo contra la capacidad de hombres y equipos, como los de Ecuador y de Uruguay.
Era gran candidato
Antes de iniciarse el II Cruce de los Andes, Ernesto Contreras era gran candidato (...) si la competencia se desarrollaba dentro de las características del I Cruce, y si la capacidad de los participantes era también equivalente. Pero ocurrió que en esta edición, los participantes llegaron con una preparación superior, y el trabajo de equipo se realizó en forma más organizada. Contra esos factores debió luchar Contreras, demostrando, una excelente preparación, y un espíritu de lucha envidiable.
El año pasado, apenas cumplidas dos etapas, ya se tuvo la certeza que el ganador estaría entre Delmo Delmastro y Ernesto Contreras (...). Pero este año el Cruce, no solo resultó de alternativas de mayor atracción, sino que contó con un grupo de corredores con parecidas posibilidades de obtener el triunfo final: el mendocino Contreras, los ecuatorianos Pozo, Morales y Martínez, el brasileño Sunzeri y el uruguayo Alcántara (...),
Primera sorpresa
No fue necesario esperar mucho para tener la primera sorpresa, que la proporcionó el chileno Arturo León al adjudicarse la etapa con una acción final realmente espectacular. Aparecía así como otro nombre entre los posibles candidatos al triunfo. Los favoritos llegaron lejos.
También en la segunda etapa, en el tramo Mendoza-Uspallata casi se descontaba que sería ganado por Contreras, pero imprevisiblemente apareció Alcántara escalando pendientes con tanta aptitud como el mendocino, a quien le ganó el embalaje final, ubicándose ambos al frente de la general, al retrasarse considerablemente quienes ocuparon la vanguardia el día anterior.
Con estas alternativas, la carrera iba ganando en atracción, más aún cuando el arribo a las Cuevas el mendocino Contreras había pasado al frente de la clasificación. Desde allí podría decirse que se inició otra carrera, la de Contreras contra los organizados equipos (...) y eso mantuvo tensa la expectativa del público.
Pinchaduras
Cuando al iniciarse la penúltima etapa. entre las Cuevas-Uspallata, con 7 minutos y 8 segundos de ventaja, para Contreras sobre el ecuatoriano Víctor Morales, todo hacía suponer que para el mendocino el tramo no tendría ninguna dificultad, la adversidad se le cruza en el camino, y las pinchaduras de tubos -alguien dijo que pasaron de 15, nosotros contamos 10- le habían hecho perder la primera colocación (...) El liderazgo le pertenecía a Morales, que marchaba a la par de Jaime Pozo.
Pero si aún faltaba algo para que Contreras demostrara su integridad, allí tuvo la oportunidad, cuando en Polvareda, al cambiar rueda por última vez, se unió con los brasileños Sunzeri y Cursia, y se lanzaron en procura de los punteros, y si no lograron darles alcance, lo que realmente era imposible, lograron descontar y hacer que Contreras pasara al frente con dos minutos a su favor.
Los arietes mendocinos
La Asociación Ciclística Mendocina designó dos equipos para que la representen en el II Cruce de los Andes. El equipo A, bajo la dirección de Antonio Murcia, lo integraron: Ernesto Contreras, Aníbal Salguero, Domingo Castagnolo, Mario Silva y Carlos Reyes. La división B, dirigida por Francisco Cuevas, la formaron: José Caterino, Ricardo Godoy, Roberto Bordón, Alejo Llanos y Raúl Echeverría.
El suplemento deportivo: testigo de una proeza
En enero de 1968 Diario Los Andes -en su Suplemento Deportivo- saludaba a Ernesto Contreras, flamante campeón del II Cruce de los Andes. Con grandes titulares y un racconto de los vivido a lo largo de 10 días, destacaba que esta prueba ciclística era equivalente al Giro de Italia o al Tour de Francia.
Sobre la afición narró: “A lo largo de la ruta, desde Luján en adelante, el público se había volcado en las calles para alentar a sus favoritos, en un número realmente inenarrable”.