Hay que dar como un hecho que el acuerdo entre Estados Unidos y China establece un mecanismo de cooperación estratégica entre las dos superpotencias, que tiene lugar en un sistema global absolutamente integrado creado por la revolución de la técnica, en el momento en que se despliega una nueva revolución industrial, que es la digitalización completa de la manufactura y los servicios.
Esto obliga a todos los países relevantes en términos productivos a profundizar su especialización en la actividad en que se destacan, que es notoriamente la agroalimentaria en el caso de la Argentina.
El primer punto de la especialización agroalimentaria argentina es tener en cuenta cuáles son las tendencias fundamentales del crecimiento de la población mundial en los próximos 30 años.
Lo esencial es esto: la población africana se duplica en una generación y pasa de 1.300 millones de habitantes en 2018 a 2.600 millones en 2050 (es 58% del aumento de la población del planeta para entonces).
El cálculo que se puede hacer es el siguiente: África agregará 40% a la población global en 2050, un porcentaje superior al resto del mundo sumado; y su proceso de urbanización, que hoy abarca a 40% de la población, sería más de 60% a mediados del siglo. Por su parte, la población china declinaría en más de 50 millones en los próximos 30 años.
En los últimos cinco años (2014/2019), 30% de los 54 países africanos crecieron a una tasa promedio de 5% anual, más que América Latina; y lo hicieron sobre todo a través de las exportaciones de materias primas a la República Popular.
Dentro de esta tendencia, en los últimos tres años, como consecuencia del alza del costo de la producción en China, comenzó el traslado de una parte significativa de su industria trabajo – intensiva al continente africano, en especial a Etiopía y Nigeria.
Significa que se desató el proceso de industrialización de estos dos países, entre otros, mediante la inversión y la radicación de empresas de la República Popular.
El acuerdo entre Estados Unidos y China implica que este proceso se acelerará y profundizará en los próximos años, extendiéndose a más de la mitad de los países de África en 2050.
Este fenómeno modificará necesariamente las tendencias del mercado mundial de agroalimentos; y los grandes países agroalimentarios, en primer lugar EE.UU., Brasil y la Argentina, tendrán que ajustar su estrategia comercial de largo plazo y colocar a África inmediatamente por debajo de los mercados asiáticos.
No hay lugar para "colonias" ni regiones estructuralmente postergadas en la sociedad global instantánea en que se despliega la cuarta revolución industrial, y a la que ha dado un impulso fenomenal el acuerdo Estados Unidos y China.
En suma, el proceso de incorporación del continente africano a lo más avanzado de la época se acelerará inexorablemente, lo que modificará, todavía con mayor velocidad, el mercado mundial de agroalimentos.
La globalización instantánea del siglo XXI es raigalmente anti-utópica. Lo que puede ocurrir está inscripto como virtualidad en el presente intransferible; y la única dificultad consiste en verlo.
A esto hay que agregar que el problema en el mundo de hoy no es más la seguridad alimentaria, que está asegurada, sino la seguridad nutricional, debido a la deficiencia todavía elevada de proteínas, micronutrientes, y vitaminas esenciales (el llamado "hambre oculto").
Son más de 2.000 millones de personas las que sufren de este flagelo del siglo XXI. La carencia es también exceso; de ahí la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardíacas que son las modernas epidemias.
Los niños que experimentan serias deficiencias en micronutrientes y vitaminas durante los dos primeros años de vida, incluyendo el periodo de gestación, tienen su destino marcado, porque sufren de limitaciones usualmente irreversibles en su estructura física y cognitiva.
Lo mismo ocurre con la carencia de hierro en el organismo que provoca el “hambre oculto”, y que causa anemia con sus consecuencias de baja productividad laboral y escasos o nulos logros educacionales.
La alimentación va a experimentar en definitiva en los próximos años un cambio fundamental en su estructura nutricional, lo que afectara necesariamente a la forma de producir alimentos en el mundo.
Esta tendencia de nuevo tipo está presente ya en los grandes centros urbanos del continente africano, en un adelanto de lo que se viene.
El acuerdo entre Estados Unidos y China tiene implicancias mundiales, sobre todo en materia agroalimentaria.
Por Jorge Castro