En el radicalismo las críticas al macrismo dentro de la Coalición Cambiemos se dividieron estos años entre dos posturas “radicalmente” opuestas: las ideológicas y las político-metodológicas.
Las ideológicas están representadas por un grupo pequeño pero influyente que propuso romper con el macrismo y aliarse con Roberto Lavagna, encabezado por Ricardo Alfonsín, Federico Storani y Juan Manuel Casella. Que si bien tiene pocos delegados en el Comité Nacional, representa a muchos radicales que no soportan al macrismo, algunos por razones conceptuales y otros hasta por causas viscerales. Para esta gente, toda bien alfonsinista, el radicalismo debe ser la pata argentina de la socialdemocracia europea, algo parecido a lo que hoy hace Alberto Fernández acercándose a los mandatarios socialistas de España y Portugal, en vez de aliarse con Trump, Bolsonaro y Piñera. Ahora, cuando a este grupo se le pide ahondar en las cuestiones programáticas, allí quizá no estén tan lejos del macrismo por ser éste más republicano y no populista como el kirchnerismo. Por eso diríamos que en gran medida esta crítica radical a Cambiemos es más una pasión, un sentimiento, que algo programática o ideológicamente fundado.
El otro sector, el que representa a la actual dirigencia de la UCR tiene sus grandes exponentes en dos mendocinos que ocuparon la presidencia del partido: el gobernador Alfredo Cornejo y Ernesto Sanz quien de ser muy cercano a Macri (fue el gestor radical de Cambiemos) se fue acercando a Cornejo hasta coincidir en casi todo con él.
Ellos rescatan una tradición radical más liberal (a tono con el estilo político de donde provienen: el conservadurismo popular de la cultura mendocina) aunque no ven en ello contradicción con algún tipo de progresismo socialdemócrata en lo socio-económico. Si se trata de acercarse a algún tipo de peronismo, ellos se sienten cómodos con el ala filo peronista del macrismo, desde Monzó a Frigerio. O con lo que era Massa antes de defeccionar y volver con CFK.
Pero lo cierto es que, a pesar de esas cercanías, en el transcurrir de estos años las diferencias políticas entre el “cornejosanzismo” y el macrismo fueron in crescendo. Estos radicales han criticado, al menos cinco cuestiones en donde casi siempre estuvieron en contra de cómo las encaraba Macri y su círculo más cerrado. Ellas son las siguientes:
1) No haber criticado mucho más duro la herencia que el kirchnerismo les dejó. Cornejo en Mendoza fue implacable con su antecesor peronista local y le factura a Macri no haber hecho lo mismo.
2) Equivocación garrafal en la estrategia seguida con las tarifas. El radicalismo, pese a estar de acuerdo con actualizar tarifas, siempre temió que el shock que produciría llevarlas a su valor real sería indigerible por la sociedad si se la hacía muy de golpe. Intuían que no se trataba de un mero ajuste, sino algo con efectos más culturales. Y aunque ignoraran la razón precisa de ello, hay unas declaraciones de Cristina Fernández durante su presidencia que confirman su temor. Es que la expresidenta cambió “doctrinariamente” la cuestión de las tarifas cuando dijo: “Lo que estamos logrando y tratando de hacer a través de otras políticas activas del Estado que ayuden también a que tu salario... también sea aumentado, a partir de tarifas diferenciales de servicios públicos..., que también constituyen ingresos, aunque no pueda ser establecido en la nómina salarial; esa es la parte que la sociedad, que el Estado pone en las políticas públicas activas para completar ese salario que por definición siempre es insuficiente” (5 de agosto de 2010).
Con ello quiso decir que como los salarios no se pueden aumentar todo lo que corresponde, el gobierno de los K decidió que los subsidios a las tarifas se convertirían en parte del salario del trabajador. Como el aguinaldo.
Fue una bomba que dejó Cristina ya que ello penetró culturalmente en la sociedad argentina. De modo que actualizar las tarifas era mucho más que actualizarlas, era sacarle parte de su salario nominal al trabajador. Algo intolerable para los argentinos como se vió cuando López Murphy a nivel nacional lo intentó, o Roberto Iglesias en la provincial. En Argentina se puede devaluar el sueldo mediante la inflación (eso es culturalmente aceptado) pero te destrozan políticamente si se toca el salario nominal. Y eso el macrismo no lo entendió, mientras que la UCR lo intuyó. Vale decir, que la diferencia entre el subsidio y el costo real era imposible de absorber sin riesgo de perder el gobierno porque los argentinos consideraban el descuento como parte de su salario. Psicológicamente el golpe fue tan duro que rompió gran parte del romance entre macrismo y clase media. Y quizá sea uno de los motivos principales de la derrota en las PASO.
3) Hace más de un año que la UCR sostiene que Macri tenía el “boleto picado”, que Cambiemos aún con todos sus errores podría ganar pero que jamás lo haría con Macri, por eso intentaron reemplazarlo por Vidal u otro candidato.
4) Siempre le dijeron a Macri que había que abrir más la coalición, que la estrategia de los “nuevos” políticos contra los “viejos” era un delirio duranbarbista. Sanz desde antes de llegar al gobierno propuso una alianza con Massa. Y Cornejo incluyó massistas y socialistas en su gobierno.
5) Que el desdoblamiento era clave. Que Buenos Aires y Capital también debían desdoblar como lo hicieron las provincias radicales. Que quizá de ese modo se podría retener la provincia aunque se perdiera la nación y de ese modo tener bases de reconstrucción.
En síntesis, está visto, a la luz de los resultados electorales parciales, que el radicalismo, aún en su versión cercana a Cambiemos, mostró grandes diferencias con el macrismo, por lo cual habrá que ver si tiene destino esta alianza que representa cuando menos a la tercera parte de la población, en el caso de perder el gobierno. O aún sin perderlo.