En términos de balance, para la décimo quinta edición del Festival de Música Clásica Por los Caminos del Vino, los números positivos oficiales desde el mismo Ministerio de Cultura coinciden más o menos con los de las ediciones anteriores: en nueve días, las propuestas de 55 conciertos vistas por más de 17 mil espectadores consiguieron recaudar más de 3 toneladas de leche en polvo.
Y por el lado del Ministerio de Turismo, los visitantes superaron este fin de Semana Santa el 80% de la ocupación hotelera con 32 mil turistas que recorrieron los paisajes de la provincia, muchos de ellos, atraídos por este festival.
En realidad, en este lapso de tiempo desde el sábado 28 de marzo y hasta el domingo 5 de abril, siguen siendo los conciertos al aire libre, como los de Villavicencio o Uspallata, los más multitudinarios. Es que la fórmula paisaje- música- picnic, es infalible. La gente se acomoda donde quepa. Viaja. Lo disfruta.
Y por el lado más litúrgico, conciertos como el del Ensamble Barroco Sotto Stelle en el Santuario Virgen de Lourdes de El Challao o el concierto de órgano en la basílica de San Francisco a cargo de Jiri Lecian, el de la capilla de María Auxiliadora en Rodeo del Medio, o el del Violetta Club, en la iglesia parroquial de Uspallata, por nombrar sólo cuatro de los más destacados este año, fueron auténticos placeres para el espíritu.
Quince objetivos
Enhorabuena. El principal objetivo se cumple, sigue latente y parece que sobrevivirá varias ediciones en el futuro: difundir la música clásica con un fin solidario a lo largo de los Caminos del Vino.
En esencia esta ha sido siempre la consigna del festival desde su debut en el año 2000, en una época en que comenzaron a percibirse claramente los ajustes de presupuesto, especialmente en las áreas artísticas y culturales.
Como equilibristas, a pesar de estos vaivenes y tropiezos presupuestarios, sus organizadores han intentado mantener con dignidad el nivel, sobre todo artístico, y fortalecer la estructura del encuentro a través de este largo camino recorrido, afortunadamente, a pesar de los detractores, con más buenos que malos resultados.
Quince años después, aquellos ajustes pos crisis 2001, todavía afectan los planes anuales del encuentro y este año no ha sido la excepción, agravado en el hecho de que gran parte del flujo de dinero destinado a Cultura haya terminado en manos de un cantante de bachata, lo que para muchos críticos se apuntó como una de las medidas más demagógicas de un gobierno que viene despidiéndose de su mandato "haciendo feliz al pueblo".
Pero aunque no será tan popular como la de Romeo Santos, la música clásica también hace feliz. Esto no significa que esté mal que se contraten a artistas populares, sino que está mal que se saque dinero de un lado para ponerlo en otro.
A modo de ejemplos, la caída de los conciertos de la Casa Burgos de San Rafael y del espectáculo de Equis Compañía "Fuga" fueron disculpados por "por falta de dinero" y no hizo más que confirmar qué prioridades ya estaban decididas por encima de cualquier discusión artística.
Entre los músicos que se sintieron afectados por la suspensión de sus propuestas en este y otros programas anteriores se habló de negligencia y de torpeza organizacional.
Sin embargo, desde la mirada interna de la producción, quizá sea cierto que ya no entra el dinero vital para sostener esta base tal como se ha intentado mantener hasta nuestros días.
¿Será necesario recortar el número de conciertos, o las visitas nacionales o internacionales para mantener el estándar de calidad de la programación? ¿Será necesario cobrar finalmente una entrada para solventar mejor estos agujeros presupuestarios que a veces los sorprenden en plena planificación?
Estas y otras inquietudes estarán en manos ahora del próximo gobierno y del equipo que sea elegido como responsable de estos Caminos del Vino, si es que realmente estos nuevos mandatarios aterricen con ganas de defender y cuidar a uno de los patrimonios musicales más atractivos que tiene actualmente la provincia.
¿Qué les pasa a las bodegas?
En esta edición, por ejemplo, se notó un aumento de visitas a los complejos bodegueros. Cabe destacar que la mayoría de estas empresas han acompañado al festival desde hace quince años y otras se han estado integrando de un tiempo a esta parte, pero todavía representa una minúscula parte.
Es que observando este movimiento humano, las bodegas siguen convocando multitudes de espectadores, no importa a qué distancia estén ubicadas.
Esto ayuda sin duda a fortalecer la relación de la bebida nacional con el territorio, con el paisaje. Muchos turistas y comprovincianos admitieron que ha sido lo que más les gusta del festival: tomarse una copa luego de escuchar música clásica en vivo en alguna cava.
Hay apuntes de esto esto. Falta mucho todavía que afinar y del lado mismo de la industria del vino.
Según un informe publicado por el mismo Fondo Vitivinícola de Mendoza y la Universidad del Congreso; "Sólo el 16% de las bodegas mendocinas trabaja seriamente en la oferta de servicios turísticos vinculados al vino. En Mendoza hay 682 bodegas registradas, de las cuales solamente 110 trabajan seriamente en el desarrollo del enoturismo".
¡Cómo cambiaría este festival si se integraran tantas bodegas como pueda ser posible para convertir a estos caminos en un auténtico periplo entrelazado de paisajes y visitas!
Es una pena que, estando en el corazón vitivinícola del país, sólo un puñado de emprendimientos del vino crean que vale la pena invertir una vez por año para abrir sus puertas a la música y a los turistas.