El consumo de vinos - Por José Esteban Onofri

El consumo de vinos - Por José Esteban Onofri
El consumo de vinos - Por José Esteban Onofri

En nota a página completa Los Andes analiza la disminución de consumo de vinos en el 2017, bajo el título de "Se dejaron de vender 65 millones de litros"; el consumo interno disminuyó 5,4% y las exportaciones 7,3%, respecto al año anterior.

La difusión de estos datos ha tenido amplia repercusión en la prensa económica.

La caída afecta a todos los tipos de vinos y de envases. Pero la expresión "se dejaron de vender" podría inducir a pensar que hubo un problema de oferta, las bodegas "no quisieron vender"; por cierto del contenido de la nota surge que esto no es así. Lo correcto es decir “se dejaron de comprar” tantos millones de litros, fueron los consumidores los que dejaron de comprar, no las bodegas que dejaron de vender.

Esta tendencia a la baja del consumo lleva ya casi 40 años, es una tendencia secular. En 1980 el consumo por habitante era de 76 l, el año pasado 21 l. En aquel año se consumieron 22 millones de hl en el mercado interno, el año pasado 9 millones. Esa diferencia es el tamaño del "achicamiento" de la vitivinicultura.

Para hacer un repaso de lo que ocurre con la demanda recordemos que el vino es un bien complementario de las comidas; la demanda o consumo de vino fuera de las comidas es insignificante. Desde luego el vino no es un alimento, es una bebida que acompaña (y muy bien) la alimentación.

Para hacer más complicadas las cosas en las últimas dos décadas el vino dejó de ser un producto homogéneo, como prácticamente era hace medio siglo.

Hoy hay muchos tipos de vinos, no hay “un” vino. Cada tipo tiene sus características, que es lo que demanda el consumidor en todos los bienes: características, particularidades. Una parte de los vinos se ha convertido en bienes de lujo, su consumo da status social y económico, mientras en el otro extremo ocurre lo opuesto.

La sólida teoría de la demanda (y la oferta) nos dice que la demanda de un bien depende de las preferencias o gustos del consumidor, de su ingreso, del precio de los otros bienes y por cierto del precio del propio bien.

Una de las razones que se aducen para explicar la baja del consumo del año pasado es un importante aumento del precio, consecuencia de malas cosechas y aumento del precio de la uva. Pero a lo largo de cuatro décadas los precios han estado altos o bajos, y lo mismo ha ocurrido con los precios de los sustitutos. Por lo tanto, las variaciones de precios no pueden dar cuenta de la tendencia secular, lo mismo ocurre con las variaciones del ingreso del consumidor a lo largo de tiempo.

Vale decir, la causa de fondo está en el cambio de las preferencias del consumidor: cambiaron las formas de alimentarse, las formas de vida.

En las décadas de gran consumo, los consumidores era los sectores populares, la mayoría almorzaba y cenaba en casa comida abundante "llamadora" de acompañar con vino. Las causas de la caída persistente del consumo de vinos hay que buscarlas por el lado de la sicología social o de la sociología, más que por la macro o microeconomía.

Cabe preguntarse si este fenómeno que lleva tantos años es reversible ya que los esfuerzos y gastos de promoción del consumo masivo no han mostrado resultados. No parece que en el corto plazo los pueda haber. No queda otro camino que las exportaciones y ellas dependen de los acuerdos comerciales que puedan lograrse, para poder hacerlo en similares condiciones a nuestros competidores.

Otra fuente posible de mejora es el turismo internacional receptivo. El turista extranjero que visita nuestro país, además de consumir alimentos y bebidas, luego es promotor de esos productos.

En este asunto también vamos a contramano, el déficit de la balanza turística el año pasado ha sido de 10 mil millones de dólares, los argentinos han ido en masa a consumir en el exterior.

Pero lo del turismo quizá tenga formas más rápidas de corregirse. Si la balanza fuese superavitaria en la mitad de esa cifra posiblemente el consumo de vino tendría otro signo.

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