El compromiso de los padres y la deuda de la escuela

Especialistas hablan de una nueva infancia y de la necesidad de que la sociedad pueda capitalizar los cambios de las nuevas generaciones.

El compromiso de los padres y la deuda de la escuela
El compromiso de los padres y la deuda de la escuela

La infancia siglo XXI tiene características propias que la diferencian de generaciones anteriores. Súper informados,  estos niños tienen postura propia frente a muchos temas y por eso intervienen con su opinión llamando incluso la atención sobre acciones de los adultos.

En definitiva cuestionan y accionan frente a la realidad y desde ese lugar se paran como una franja etaria que a futuro tiene herramientas para cambiar su entorno.

Los profesionales que trabajan con ellos reconocen este germen pero plantean sus dudas sobre el acompañamiento que reciben frente a sus capacidades, situación que, en definitiva, durante la adolescencia terminará por “contaminar” estas mentalidades con tanto potencial.

Sin embargo, la actitud comprometida con el medio no es algo generalizado en este grupo, según sostienen.

La familia sigue siendo el sustento fundamental de la formación  en valores y reconocen que en la mayoría de los casos, los niños con determinada actitud y formación replican actitudes que ven en el hogar.

Son grupos en los que se habla sobre determinados temas o que tienen compromiso social o medioambiental. Pero esto no es común a todos los hogares y es en esta instancia donde la escuela adquiere un rol fundamental.

En este punto, también aparecen diferencias ya que si  bien hay algunas en las cuales la currícula incluye temáticas sociales y de formación ciudadana, en otros hay una gran ausencia de ellos.

Sin embargo hay coincidencia en que se trata de una nueva infancia. “Antes se podían observar cambios entre tres o cuatro generaciones.

Hoy se dan más rápido y encontramos diferencias de una generación a otra”, dijo el psicólogo social, Humberto López quien al mismo tiempo le bajó el tono a la magnitud del cambio al señalar que muchas veces no son verdaderamente profundos sino que son momentáneos. De allí la importancia de reconocer esta fortaleza para que la sociedad pueda capitalizarla a largo plazo.

Voz propia

“El nivel de información que tienen los chicos es increíble. Son nativos de las nuevas tecnologías, entonces una vez que saben leer y comunicarse por Internet, obtienen datos que en otras épocas no se tenía”, explica la psicopedagoga y psicóloga Cristina Reta.

Consideró que tienen una gran agilidad mental para captar todo incluso en conversaciones y conductas de los adultos y así también hasta de manera intuitiva detectan actitudes de los mayores: por ejemplo  guardarse un vuelto mal dado o la manera de conducir o proceder frente a los demás.

Para López es positivo que haya una infancia mucho más informada, con más datos, más contacto con la realidad y mayor presencia. “Tienen opinión, tienen voz y si los padres lo permiten, voto; tienen una posición activa y no pasiva”.

Desde ese lugar intervienen sobre el entorno. Un chico activo produce cambios. Pero no sólo eso. Esto además les permite defenderse y muchas veces no aceptar cosas sólo por ser niños.

Muchos adultos también han modificado su mirada de la infancia porque son parte de un conjunto de cambios. Hay mayor reciprocidad. El chico opina y el adulto no puede ni debe dejar de escucharlo.

Reta apuntó que en la Convención de los Derechos del Niño se hizo una modificación a través de la cual se agrega su derecho a ser escuchados.

Lo positivo de esto es que el niño es más asertivo, puede expresar sus sentimientos y de alguna manera lo que le está pasando  porque no se encuentran con la barrera represiva de otra época.

Pero por otra parte subrayó que si bien conocen desde pequeños sobre muchos asuntos como el “bullying”, siempre deben tener un acompañamiento.

“No sólo llenar la cabecita sino también el corazón y ejercitar la solidaridad y la empatía”. Hay que  inculcar lo que es el buen vínculo con el resto de los seres humanos. “Si saben las reglas pero no tienen respeto o no les importa el otro, igual se convertirán en transgresores”.

La desventaja es que la ausencia de los padres por cuestiones laborales les quita “oídos” mientras que señaló como un mal bastante común la falta de autoridad que no se internaliza en esta etapa de la vida que es cuando corresponde a las normas sociales y familiares. Frente a este panorama la escuela tropieza al querer inculcarlas.

La deuda de la escuela

Para el psicopedagogo Alejandro Castro Santander, “antes la familia era abundante en valores pero a partir de los 50, se marca un corte en las costumbres y nos encontramos con adultos que van en contra de la norma, que no respetan nada”.

Desde su punto de vista los niños son un germen incipiente que podría generar una sociedad mejor, aunque no es generalizado. Los que tienen esta mentalidad replican lo que ven en la casa e incluso cuestionan abiertamente ciertas actitudes de los mayores.

En la formación en valores muchas veces tienen un rol activo los abuelos.

Sin embargo, señaló dos aspectos que atentan contra las expectativas que se puede tener sobre estos futuros y mejores ciudadanos. Por un lado, al llegar a la adolescencia terminan contaminándose y reproducen modelos culturales.

Por otro, consideró que la escuela no está siendo consecuente con las potencialidades de esta generación.

En el mismo sentido, López  hizo referencia a la fuerte tendencia actual a culpabilizar a los jóvenes. “Entonces un niño que ha sido activo se encuentra con esta realidad en la adolescencia y debe tener la capacidad de transitarlo en una etapa muy compleja”.

Castro Santander aseguró que “sabemos que el cambio tiene que venir por los chicos pero con el sistema educativo no les estamos haciendo bien” ya que, aunque se supone que la educación en valores está presente en la currícula, esto no siempre ocurre de manera constante sino que se encuentra diluido, mientras que señaló que, en general, las escuelas privadas van un paso adelante en este aspecto.

Dijo: “Cuando a los chicos les presentás estos temas, adhieren inmediatamente porque saben que se trata de algo coherente pero el asunto es quién les habla de eso (...) Cuando les damos estas cosas hasta pueden dar el ejemplo”.

Agregó que su opinión es que “hoy no estamos haciendo las cosas bien, pero si se pudiera capitalizar podremos hacer una sociedad mejor. Es una deuda que se tiene con los niños”.

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