El complot

De por qué las teorías conspirativas que exhibe el gobierno nacional para ocultar sus propias falencias no tienen que ver con una crítica seria al capitalismo y sí con un delirio provocado por la incompetencia y la incoherencia oficiales.

El complot

Los complots económicos y los golpes de mercado plantean serias dificultades. En especial, el comprobado egoísmo intrínseco al sistema capitalista debido al cual ningún actor toma decisiones económicas contrarias a su interés individual, mucho menos en beneficio de los intereses de la clase capitalista en su conjunto, como solía decirse en los tiempos de la juventud maravillosa y el advenimiento inevitable del socialismo nacional.

Es Marxismo I, muchachos, y toda la teoría del socialismo científico se basa en la mencionada incapacidad de los capitalistas individuales para hacer lo que es imprescindible para el capitalismo en general: aumentar salarios, ampliar la demanda, evitar los shocks recesivos y las consiguientes revueltas sociales. Si dejaran de leer zonceras y de creer que Jauretche es un intelectual acaso tendrían tiempo para darle un vistazo a El Capital.

Despojado de todo contenido conspirativo por parte de quienes sólo actúan pensando en la plusvalía de la que pueden apropiarse individualmente, lo que sucede hoy en la economía argentina es la resultante del simple acomodamiento de los actores individuales a las condiciones fijadas por el Gobierno nacional; acomodamiento llevado adelante en nombre del más simple y puro interés individual.

Lo que sucede hoy en la economía argentina sólo puede ser visto como lo que sucedió en la economía argentina tantas veces, como lo que está sucediendo en Venezuela y como lo que razonablemente no sucede en otros países de la región no gobernados por el populismo sino por una “izquierda razonable”, como Brasil, Chile y Uruguay. Aquí, no.

Aquí salimos de una crisis provocada por diez años de peronismo menemista con la convicción de que la cosa se arreglaba con peronismo de otro color. Acá explotó todo en 2001 por una década entera de una política económica basada en tres medidas estatales: el incremento desmedido del gasto público y del endeudamiento necesario para financiarlo, y la fijación in aeternum del valor del dólar, y creímos que todo se solucionaba con estatismo, proteccionismo, mercadointernismo, industrialismo y aumento infinito del gasto público y la presión fiscal.

Aquí nos dejamos seducir por una enorme plata dulce que acaparó voluntades, acalló conciencias y aplastó políticamente a sus apocalípticos detractores.

Esa plata dulce del cuarto peronismo que duró de 2003 a 2007, la quinta plata dulce de la historia nacional después de la del primer peronismo (1946-49), la del segundo peronismo (1973-75), la de la Dictadura (1977-82) y la del tercer peronismo (1990-94).

La quinta plata dulce que se agotó sin hacer que mejorara otro índice económico que no fuera el de consumo, que nos dejó sin infraestructura ni energía ni competitividad, y cuyas consecuencias estamos pagando con otra recesión sin piso y otra inflación sin techo como las que supimos conseguir, y que nadie sabe hasta dónde nos llevarán.

De manera que cuando todo se incendia y las simpáticas causas de la primera fase populista derivan en las desagradables consecuencias de la realidad hay que salir a acusar al resto del mundo y a denunciar complots cósmicos.

Un día son los de ISIS que quieren asesinarla por ser amiga del Papa. Al otro día no es ISIS sino Obama. El miércoles, si le pasa algo, hay que mirar al Imperio del Norte. El jueves, al cabezón del Sur. Y así. Tampoco es un fenómeno personal, hay que decirlo.

Para saberlo basta revisar la nómina de ocupantes de los cinco cargos institucionales más importantes de la Argentina: presidente, vicepresidente, gobernador de la provincia de Buenos Aires, canciller, ministro de Economía. Cristina, Boudou, Scioli, Timerman, Kicillof.

El dream team. No queda nada que agregar. Se trata de un proceso de selección inversa, de filtro puesto al revés, que no tiene parangón en el planeta. Es como armar un equipo de básquetbol con tipos que miden un metro cincuenta y después echarle la culpa de la goleada al rival.

Así que no se trata de complot sino de incoherencia, incompetencia y ridiculez.

La incoherencia de quienes reclaman que se comporten solidariamente los mismos sectores económicos que denuestan como "corporaciones".

La incompetencia de quienes no parecen comprender que la conducta egoísta dentro de las reglas fijadas por la ley no es una opción sino el supuesto básico de toda economía capitalista.

La ridiculez de quienes disfrutaron por diez años de las mejores condiciones externas desde la fundación del país, a cambio de lo cual nos están llevando a la primera crisis grave en un contexto favorable de la historia nacional; todo ello, mientras acumulan enormes fortunas privadas y exigen desprendimiento y solidaridad a los demás.

Otra fuga hacia adelante. Otra galtieriada. Otro llamado al delirio de unanimidad y la caza de brujas contra los enemigos de adentro en nombre de la causa nacional. No es lo que hay. Es lo que votamos.

Muchachos, piénsenlo un poco: si los capitalistas fueran solidarios mi abuela podría ser ministro de Economía. Acaso, también Kicillof.

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