En 2019 se caracterizó por las alteraciones que trajeron a los mercados mundiales los conflictos comerciales entre China y Estados Unidos. Pero, además, siempre que hay un entredicho comercial aparecen tácticas geopolíticas, estratégicas y hasta de seguridad que se terminan manifestando por trabas al comercio.
En problema entre los dos gigantes de la economía mundial se desató en 2018, cuando Trump dispuso una serie de restricciones a la compañía china Huawei, acusándola de intentar violar la seguridad nacional y prohibió a empresas norteamericanas y a organismos propios de seguridad desechar la tecnología de la empresa china.
La medida era defensiva pero no por seguridad nacional sino por el avance tecnológico que esta empresa había conseguido, que la ponía a la vanguardia de la tecnología 5G, que es el gran desafío de los próximos servicios de Internet en el mundo, no solo de la comunicación sino en la operación de diversos aparatos, lo que se domina “internet de las cosas”. Este tema, que no ha sido zanjado aún, se manifestó en una batalla de restricciones al comercio a través de aranceles en gran cantidad de productos. Estas limitaciones terminaron generando una caída generalizada de comercio mundial.
En el medio del combate, quedó claro el poco afecto de Trump con el bloque europeo, asegurándole pleno apoyo al nuevo líder inglés en la definición del Brexit y neutralizando algunas trabas de los europeos a los británicos. En la misma forma, Trump ve peligroso el avance de Rusia en muchos países, como Venezuela y el interés en América latina. Además, vetó un nuevo gasoducto ruso hacia Europa.
En los últimos días China anunció la reducción de aranceles para las importaciones de muchos productos que hoy en su economía escasean y que han generado aumentos de precios. Entre ellos se cuenta la importación de carne de cerdo (por caída de producción propia debido a la fiebre porcina), pero también incluye otros alimentos y elementos tecnológicos como chips. Sin muchas explicaciones, la decisión unilateral, que abarca a más de 850 posiciones arancelarias, fue interpretada como una muestra de distensión en vías de llegar a un acuerdo comercial con nuevas reglas de juego, a tal punto que unos días después el gobierno norteamericano confirmó que están avanzas las conversaciones para alcanzar dicho acuerdo.
Entonces, el multilateralismo, como se acordó en la ronda de Doha, en 2001, ha fracasado, ya que los países, y principalmente, las potencias, prefieren acuerdos bilaterales o regionales. Esto permite acordar condiciones específicas para el intercambio de bienes primarios, manufacturas, servicios y propiedad intelectual.
Después de la crisis de 2008, Estados Unidos adoptó una política laxa de tasas de interés y favoreció la devaluación de su moneda, lo que fue replicado por otros países. Pero lo que quedó claro es que estas intervenciones han derivado en crisis que han generado el auge de gobiernos populistas, tanto de derecha como de izquierda en todo el mundo.
En realidad, nadie fue capaz de soportar las consecuencias de la globalización, como se concibió después de la caída del muro de Berlín. EEUU fue el que más perdió porque su déficit comercial se duplicó e 10 años, pasando de U$S 400.000 millones a U$S 800.000 millones. El futuro luce incierto porque, incluso, se acaba de dinamitar a la Organización Mundial del Comercio (OMC), ya que EEUU decidió no renovar a sus representantes en el Tribunal de Comercio, el órgano que se creó para dirimir diferencias y al cual, en forma inédita, se le concedió poder sancionatorio sobre los países miembros. Sin esos miembros, la OMC pierde su sentido porque el mismo Tribunal lo pierde.
Los países no están dispuestos a perder en los intercambios comerciales, pero el avance tecnológico está burlando fronteras, por eso disponer del poder de la tecnología es la batalla que se avecina.
