El cierre de protectoras de animales

El problema de perros y gatos abandonados es grave en Mendoza. El Estado hace su parte, pero no alcanza.

El cierre de protectoras de animales
El cierre de protectoras de animales

La situación de los perros abandonados y que deambulan por la vía pública es de suma gravedad, porque da cuenta de un maltrato animal presente en nuestra sociedad y también implica un problema de salud pública.

En este último caso tiene que ver con que muchos de esos callejeros no están vacunados y aunque no hay casos de rabia, siempre es un potencial riesgo.

Los animales que no están  vacunados y desparasitados, depositan micro-organismos en sus eses que pueden traspasar la piel de las personas generando una zoonosis. O afectando a otras mascotas, que se contaminan en la vía pública y llevan un problema sanitario a los hogares.

Para atender la problemática de los canes hay servicios oficiales municipales que están realizando castraciones mensuales, pero no alcanzan ante el elevado número de los domésticos que deambulan sin hogar ni dueños.

Otra opción para atender este grave problema que pasa de gestión en gestión, es la tenencia responsable de mascotas, pero al igual que las esterilizaciones no alcanza.

Además de muchos propietarios responsables de canes y gatos, que los atienden como las normas en la materia indican, existen en nuestro medio, afortunadamente podríamos agregar, las protectoras de animales, entidades de origen y desenvolvimiento privado.

Son organizaciones sin fines de lucro, las más con personería jurídica, que vienen luchando para proteger a los animales.

Pero estas entidades que son varias en el Gran Mendoza y en el resto de la provincia, están pasando por momentos muy difíciles y en más de una de ellas se analiza la continuidad o no de la tarea.

Son grupos de hombres y mujeres solidarios que financian con recursos propios el mantenimiento y desenvolvimiento de las entidades, pero que por la falta de fondos y de socios que ayuden a sostenerlos se están acercando al cierre de la actividad.

Uno de los casos se hizo patente en estos días por el pedido de auxilio que lanzó el Movimiento de Protección Animal (Moproa). Esta organización es muy conocida porque muchos sábados del año, instala colaboradores en la céntrica esquina de avenida San Martín y Gutiérrez, para encarar la donación de cachorros y pedir la colaboración económica de los transeúntes.

Moproa da albergue a más de 100 animales en su refugio, la mayoría rescatados de situaciones insalubres, de maltrato o accidentes. Y no sólo los tienen sino que además son aseados, reciben atención veterinaria y luego viene el trámite de la donación a terceros.

Asimismo, deben ser mensurados los desembolsos en salarios y cargas sociales del cuidador del predio, gastos por la salud de los animales y la comida para los mismos.

Las mayores dificultades que enfrentan las entidades como Moproa, porque hay otras en la misma situación, es la casi general indiferencia de los organismos estatales, con pocas excepciones.

Debe agregarse la falta de compromiso legal y económico, ya que la ayuda que prestan las ONG es por una cuestión humanitaria, cuando debería ser el Estado el que se encargue de este tema en forma urgente.

El aspecto económico es algo que urge a las protectoras. Los refugios subsisten gracias a donaciones, socios que pagan una cuota, alcancías, eventos como bingos y ferias ame
ricanas. Pero, no alcanza.

Otro gran dilema es la falta de legislación específica e incumplimiento de la que ya está vigente sobre protección animal.

El control de criaderos autorizados o no, dónde se manipula genéticamente a los animales realizando cruzamientos de estos con la misma información sanguínea y genética.

Lo mismo sucede con respecto a la peleas de perros y carreras de galgos, que siguen produciéndose de manera ilegal. Este tipo de eventos trae aparejado maltrato hacia los animales participantes.

En síntesis, la comunidad y los organismos oficiales deberían disponer de una forma de ayudar a las protectoras, cada uno en su justa dimensión, porque si esas entidades cierran, el problema de los animales abandonados crecerá, en peligrosidad y con difícil perspectiva de solución.

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