Era la noche del miércoles 20 de marzo de 1861. Comenzaba el equinoccio de otoño. Se podía apreciar en el cielo una luna en cuarto creciente. Ni una brisa alteraba la apacible frescura.
A pesar de esa aparente tranquilidad, se agitaba en algunos ciudadanos la preocupación por una versión que había circulado tiempo atrás. Se decía que un naturista francés, quien se hallaba en la ciudad, había vaticinado que, en muy poco tiempo, se produciría un gran terremoto en Mendoza.
Muchos se rieron de él y las autoridades no le creyeron.
Al cumplirse las 20.36 horas de aquel miércoles, cuando la mayoría de la población se disponía a cenar, se escuchó un sonido parecido al de un trueno. La tierra se movió con tal magnitud que muchas personas cayeron al suelo. En un abrir y cerrar de ojos, la ciudad quedó en escombros dejando sepultadas a más de seis mil personas.
Los que sobrevivieron a la tragedia y conocían el vaticinio, se dieron cuenta de que aquel científico galo llamado Augusto Bravard había dicho la verdad.
El brujo de la piedras
Augusto Bravard nació en Auvergne (Francia) en 1800. Se graduó como ingeniero y luego se dedicó a la geología, minería y antropología. Fue un gran investigador en su país y recolectó una importante colección de fósiles y piedras que vendió al Museo de Historia Natural de Londres.
En 1852, se produjo en Argentina la llamada “Organización Nacional” quien además de establecer una constitución, entre otros objetivos, promovió en Europa la contratación de importantes científicos.
Augusto Bravard no dudó en embarcarse para América del Sur. Meses después, el francés llegó al puerto de Buenos Aires e inmediatamente fue contratado por el gobierno para desarrollar trabajos geológicos. En poco tiempo fue nombrado director del Museo Nacional de Paraná y el gobierno de la Confederación le nombró Inspector General de Minas.
También, realizó cientos de estudios geológicos y paleontológicos que dieron como resultado interesantes publicaciones científicas. A principios de 1861, Bravard fue convocado por el gobernador de la provincia Laureano Nazar quien le propuso revisar aspectos de la geología precordillerana como asimismo hacer un informe sobre la actividad sísmica que se había incrementado en esos años en toda la región.
Los últimos días de Mendoza
El sabio francés llegó a la provincia y se reunió con las autoridades que lo recibieron con todos los honores. Luego de aquella reunión, se hospedó en plena ciudad. En una habitación de hotel instaló su gabinete.
Bravard exploró varios lugares de norte de Mendoza y comprobó el hundimiento del terreno percibiendo extraños “ruidos subterráneos”. Su experiencia hizo que comenzara a elaborar una teoría fatalista: Mendoza estaba a punto de sufrir un extraordinario sismo. Para afirmar su hipótesis, observó y estudió las “corrientes eléctricas” en la cordillera y las variaciones barométricas.
El “ambiente especial” le hizo pensar que se produciría un gran terremoto. Inmediatamente realizó un informe dirigido al gobierno en donde pronosticó que en muy poco tiempo sucedería una catástrofe. También propuso utilizar técnicas para que la población pudiera actuar frente al inminente sismo y sugirió que el lugar donde hallar una protección más eficaz, eran los marcos de madera de las casas.
La noche del 20 de marzo de ese año, Augusto Bravard fue víctima de aquella tragedia. El científico quedó atrapado en su habitación, bajo el techo derrumbado. Murió sentado en la cama junto a una taza de té. Su cuerpo quedó por varios días en esa posición. El Cónsul francés en Buenos Aires envió a su amigo Balloffet para recuperar el cadáver.
Si se hubiese tomado en cuenta la advertencia del naturista, tal vez la tragedia hubiese sido menor.