Hay un nuevo cepo en la Argentina, que poco tiene de verde, pero se parece mucho a aquel que, desde hace cuatro años, rige en nuestro país respecto al dólar. Se trata de la veda al hincha, producto de los episodios de violencia que sacuden los campeonatos domésticos con una cotidianidad preocupante.
Este fin de semana, por disposición de AFA y del Comité de Seguridad, habrá dos partidos del torneo de Primera División a puertas cerradas y otros tres están en discusión. En definitiva, la medida es un parche que no garantiza la buena conducta de las tribunas, como tampoco el régimen cambiario logra que no fluctúe la moneda norteamericana.
Como si no resultara suficiente la prohibición del público visitante que se estableció hace un año y medio, ahora directamente se juega con estadios vacíos. San Lorenzo-Lanús y Godoy Cruz-Independiente (ambos este sábado) se disputarán sin hinchas locales, tal cual sucedió con otros dos partidos, Huracán-Arsenal (2ª fecha) y Rosario Central-Temperley (5ª), igual que ocurrió ayer por la tarde con Chicago-Defensores de Villa Ramallo (en cancha de Huracán, a las 17), en el ámbito de la Copa Argentina. Como pasará la semana que viene con Rafaela-Temperley, por la 8ª jornada del torneo local.
Quilmes-Sarmiento (viernes, 18), Gimnasia-River (domingo, 21.30) y Tigre-Defensa y Justicia (lunes, 21.10) estaban a punto de correr la misma suerte de acuerdo con la sanción que debía imponer el APreViDe (Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte), pero la intervención del Gobierno dejará sin efecto la medida punitiva.
Sin ir más lejos, Aníbal Fernández tiene un doble interés para evitar que se cierren las puertas -al menos- en la provincia de Buenos Aires: es presidente de Quilmes, en uso de licencia, y jefe de Gabinete, que tiene bajo su órbita el programa Fútbol Para Todos.
Más allá de que la AFA pretende ser rigurosa en cuanto a la violencia -al punto de lanzar una campaña al respecto-, el Estado no quiere tribunas desnudas de gente. Mucho menos que se pare la pelota, algo que ni siquiera es carne de debate.
El show debe continuar, muy a pesar de la mirada de Chris Whalley, director de Seguridad en Estadios de la English Football Association, hace un año, cuando visitó la Argentina. "Si los delincuentes pueden asistir a los estadios, no hay solución posible. Hay que excluir a los vándalos", afirmó el experto británico con honestidad brutal.
La lista sábana de incidentes tuvo su máximo pico en la 5ª fecha durante los encuentros que se disputaron en Quilmes, Victoria y Mendoza. Una semana antes, hubo hechos violentos en el clásico de La Plata, con hinchas de Gimnasia enfrentados con la Policía.
A propósito de este partido, APreViDe había dispuesto que Gimnasia jugara sin público ante Chicago. Pero la notificación llegó sobre la hora del partido, originalmente previsto para el sábado 14 de marzo. Finalmente, se postergó para el martes siguiente.
Y aunque pudieron asistir los simpatizantes, el organismo de seguridad dejó vigente la sanción para el próximo compromiso, en este caso, con River. Un castigo menor sería mudar su localía al estadio Ciudad de La Plata; en definitiva, un disparate.
En Quilmes-Vélez y Tigre-Rafaela hubo incidentes dentro de las canchas. En el Centenario, por una interna de la barra, Pablo Díaz tuvo que parar el partido por unos minutos. Lo mismo ocurrió en Victoria. En Mendoza, durante Godoy Cruz-Lanús, el masajista del equipo visitante, Juan Franco, fue agredido con un proyectil.
En este caso, la sanción fue del Comité Ejecutivo. En el Bajo Flores, durante la final de la Recopa, fue atacado el asistente Juan Pablo Bellatti, lo que motivó una pena de parte del Comité de Seguridad.
Aunque los dirigentes azulgranas se movieron rápido y negociaron que el apercibimiento fuera efectivo después del clásico con Huracán, así como en Parque Patricios lograron jugar sin público ante Arsenal para que sus hinchas pudieran acceder a la Copa Libertadores contra Mineros.