Fue una campaña inolvidable, de esas que generan relatos que luego se van heredando de generación en generación. Entre San Martín y los Nacionales había una comunión especial. Y el León mejoraba año tras año sus participaciones.
En 1974 logró un hito difícil de igualar: ganó todos los partidos que disputó en su estadio. Y a pesar de que quedó a un punto de clasificar a la segunda fase, por el Este desfilaron grandes elencos que se volvieron a Buenos Aires con las manos vacías.
El primero que cayó sin atenuantes ante el equipo dirigido por el Turco Julio fue el Independiente tricampeón de América. Santoro, Pavoni, Sa, Galván, Bochini y Bertoni, por citar los nombres de algunos próceres de la historia del Rojo, fueron testigos del fútbol de un equipo compacto que lo superó en todas las líneas.
Vélez Sarsfield y su arquero Carlos Alberto Fenoy llegaban invictos a San Martín, pero el Chacarero exhibió su enorme fortaleza en casa y con un tanto de Miguel Ángel Astrada sentenció la suerte de la V azulada.
La otra magnífica producción colectiva del León en aquel certamen fue nada menos que ante el Huracán de César Luis Menotti. Fue una paliza inolvidable (3-0) ante un equipo que integraban ‘nenes’ como Brindisi, Babington, Carrascosa y Avallay. Ruta 50 y Lavalle, la dirección del (otro) cementerio de los elefantes.
En Foco - por Oscar "Chino" Zavala: periodista de Canal 9 y LV10 (AM 720)
Un equipo que se conocía de memoria
El 1 de Julio de 1974 moría Juan Domingo Perón. “Este viejo adversario viene a despedir a un amigo”, decía Ricardo Balbín en el velatorio del viejo caudillo. Es que el abrazo de ambos meses antes era una muestra del deseo de la pacificación de los argentinos. Lo que no imaginó el líder, que regresaba de un largo exilio, es que donde no habría paz sería en las propias filas del movimiento creado por él mismo.
“¿Qué pasa, General, que se ha llenado de gorilas el gobierno nacional?”, decían desde la izquierda.
“¡Perón, Mazorca, los zurdos a la horca!”, respondían desde la ultraderecha que pedía una depuración ideológica. Pero no se trataba sólo de pirotecnia verbal, sino de la otra, la literal, con atentados que se atribuían desde un sector y otro en un espiral de violencia que también tocó lo institucional. El Gobernador Martínez Baca, ungido por el voto popular, sería destituido, y lejos de pensar que pudiera tratarse de una movida de la oposición, quien lo pedía era el propio justicialista, pero hacía falta entonces el Juicio Político.
El peronismo, a pesar de ser mayoría, tenía 26 diputados en la Cámara de Diputados: 18 de ellos proponían el juicio político, sobre un total de 47 y, aun contando con los votos de los legisladores del Partido Demócrata (11), para alcanzar los dos tercios necesitaban el voto radical - la UCR contaba con 9 diputados. El radicalismo expresó que el juicio político no tenía elementos jurídicos para llevarlo a cabo, pero dejó a sus representantes votar con libertad de conciencia. Con 3 votos radicales, se lograba el número necesario: 32. Martínez Baca fue suspendido y asumió quien estaba en las antípodas del mandatario, el vicegobernador de extracción sindical Carlos Mendoza. Después la provincia sería intervenida y la escalada de violencia iría en aumento.
El 21 de julio comenzaba el torneo Nacional “Presidente Juan Domingo Perón” inmediatamente después del Mundial de Alemania, con la pobre actuación de la Selección incluido el 0-4 ante Holanda. Hasta entonces, los Nacionales se jugaban en los últimos meses del año. Pero como había más tiempo, se incrementó la cantidad de participantes. Mendoza que tenía asignada una plaza fija, recibió otra, y por el Regional clasificaba en su primera experiencia Huracán de San Rafael.
Por primera vez la Liga Mendocina tenía dos representes en el Nacional: San Martin, que participaba por cuarta vez consecutiva (la sexta en su historia) y el debutante Godoy Cruz. Precisamente los mendocinos jugaron entre sí en la primera fecha, con un hecho inusual y de color: se jugó bajo la nieve. Fue en el Este y ganó San Martín como todos los partidos de esa campaña en su estadio. Sin embargo no le alcanzó para clasificar a la segunda fase, quedó a un punto del segundo (clasificaban 2 por zona).
Una revipóster de circulación nacional apareció con la leyenda “San Martín, el aluvión mendocino”. Era un equipo que se sabía casi de memoria, con puntos muy altos, con el Pocho Barroso como goleador. Los Leones del Este, agrupación de hinchas albirrojos -un año después recibiría un reconocimiento internacional- se ganaba el aplauso incluso de sus rivales, ya que entraban a la cancha con instrumentos musicales y con un mensaje de paz que contrastaba con la violencia que se vivía en otros ámbitos.