El cementerio principal de San Martín está en Buen Orden, al noreste de la ciudad, cruzando la ruta 7, en una zona rural sobre carril Norte. Durante más de un siglo, ése predio de 700 metros de frente por otros tanto hasta el fondo, ha sido el destino final para buena parte de los vecinos, y aunque en el último tiempo, el lugar cedió algo de su importancia en favor de los cementerios parque de la región, aún se realizan allí unas 500 inhumaciones por año.
Sin embargo y pese al movimiento habitual, el de Buen Orden es un cementerio que ya cubrió todo el predio disponible. Así, frente a la imposibilidad de comprar y avanzar sobre los terrenos vecinos, la comuna optó por la única solución a mano: reciclar espacios, asunto que implica demoler parte de las galerías más antiguas o exhumar los restos de ciertos nichos, que luego son alquilados como usados.
“El cementerio se ha quedado sin espacios y por esos mismo, hace años que no se sepulta a un difunto en tierra o pileta, salvo que la familia ya posea el lugar. Hoy todo mundo va a nicho y una de las soluciones para seguir contando con espacios es reciclar algunas galerías antiguas: exhumar restos y ofrecer esos nichos como usados”, cuenta Walter Funes, coordinador municipal de los cementerios.
En ese contexto, frente a la necesidad del cementerio de seguir ofreciendo espacios y con una demanda mensual de entre 30 y 50 inhumaciones, la comuna avanza en un relevamiento del camposanto: una especie de censo en marcha que busca aclarar los números de una enorme necrópolis que creció durante el siglo pasado de manera casi anárquica y de la que se han extraviado parte de los libros de administración: “¿Cuánta gente hay sepultada acá? El número exacto es difícil, hay entre 70 y 90 mil difuntos, pero faltan libros y hay piletas en las que no se sabe cuántos restos contienen”, dice Funes.
Entre otras cosas, ese relevamiento busca dar con los deudos de centenares de sepulturas que hoy nadie visita y por las que no se paga renovación, alquiler o mantenimiento. Todos coinciden en que hay un cambio de época y que visitar un cementerio, poco a poco está dejando de ser costumbre: “La mayoría de los que usted ve caminar por acá tienen más de 50 años, los pibes no vienen”, cuenta uno de los diez cuidadores del lugar.
“Una vez que damos con el responsable del nicho calculamos la deuda que se ha generado, se la ingresa al sistema y se la cobra por apremio”, comenta Eduardo Alday, de la Dirección de Ejecución Fiscal. Esta estrategia ha llevado el recupero del cementerio de unos $250.000 durante 2015 a casi tres millones de pesos en la actualidad.
Hoy, el cementerio tiene disponibles unos 130 nichos es decir, unos tres meses de futuras inhumaciones y sin espacios para expandirse, maneja dos alternativas para no colapsar: por un lado, avanza en la demolición de una extensa galería de los años 30, de la que ya se exhumaron los restos allí sepultados: "Vamos a demoler, a limpiar y a dejar espacio para construir una nueva galería, que podría sumar 5.000 nichos, es decir unos diez años de vida útil para el cementerio", cuenta Walter Funes. Es un proyecto a mediano plazo del que en 2018 podrían construirse unos 250 nuevos nichos.
La otra alternativa y que hoy genera la verdadera oferta de espacios, es el reciclado de la galería once, que contiene unos 800 nichos y donde inicialmente hubo difuntos de fines de los 70, que se están exhumando para alquilar esos mismos espacios. María Eugenia tiene a su mamá en esa galería y cuenta que para evitar que sus restos vayan al osario común deberá pagar casi $3.000, asunto que la tiene molesta. Desde el municipio explican que en muchos casos, la deuda es abultada porque se acumulan años y e incluso décadas de mantenimientos que no se han pagado.
“Hay todo un trámite administrativo previo a la exhumación de esos restos, que nos ayudan a resolver si el deudo va a reubicar los restos en otra fosa o no”, cuentan en la Administración y cierran: “Pero la mayoría de las veces no logramos dar con nadie, por más que publicamos edictos, mandamos cartas por correo o ponemos un aviso sobre el nicho pidiendo que alguien se arrime por la Administración”.
Tres necrópolis
San Martín tiene tres cementerios: el de Palmira, el de Buen Orden y uno muy pequeño y olvidado en El Ramblón; también tiene una ordenanza que prohíbe hasta 2019 abrir uno nuevo. Fue en setiembre de 2014, cuando el Concejo aprobó -en medio de una sesión caliente- un proyecto que prohíbe la apertura de cementerios parque durante cinco años, tiempo en el que una comisión debería determinar las mejores tierras para habilitar un camposanto que no contamine las napas.
La ordenanza fue el corolario de un polémico proyecto para inaugurar el primero de ellos, que comenzó a tratarse en 2010, cuando el Concejo Deliberante declaró de interés la necesidad de que San Martín contara con un cementerio parque.
Aquella declaración surgió a partir de la idea de una empresa que pretendía abrir un cementerio en Montecaseros. La iniciativa fue resistida por ediles radicales y por un grupo de vecinos. Finalmente, se fijó un plazo de cinco años para estudiar el tema, aunque lo cierto es que poco se ha hecho hasta el momento.