El caudillo más porteño

El caudillo más porteño

Escondido bajo la capa de su madre, a sus seis años, Adolfo Alsina no necesitaba nada más para sentirse seguro. Iban camino a una nueva vida, escapando de Rosas. Montevideo les abrió sus puertas. Allí el exilio dolía menos. ¿Cuántas horas pasarían observando la otra orilla desde la costa uruguaya?

Tenía diez años cuando otro proscripto -el General Lavalle- irrumpió en su hogar y con los ojos llenos de lágrimas dio la triste noticia: en Buenos Aires acababan de asesinar a Vicente Maza. El pequeño sintió una fuerte punción, Rosas había hecho matar a su abuelo. Poco después un tío siguió la misma suerte.

Tras décadas de destierro, en febrero de 1852, el corazón de todos se detuvo expectante. Mariquita Sánchez escribió desde Montevideo:"¡Juan, que sorpresa te voy a dar! ¿Lo creerás? Yo tengo el pulso que me late como el corazón y ni sé lo que puedo escribir. ¿Cómo te contaré tantas cosas que aquí se oyen como en tumulto? Todos corren por las calles. Repiques y cohetes, agitación y nada de detalles aún. Se han batido. Rosas a la cabeza ha peleado (…) Gervasio Posadas entra a confirmarme la caída de Rosas, pero de su persona no sabe nada. Mil cariños de Gervasio y Alsina. Antonia temo que se vuelva loca de alegría". Era Antonia Maza, la madre de Adolfo y al fin regresarían al hogar.

Desde entonces, este hombre joven, recorrió las calles de Buenos Aires haciéndolas suyas. Alto, musculoso, de facciones viriles, espaldas anchas y conductas sueltas; lució su oscura y desprolija melena por cada esquina, con el paso impetuoso ante el que se rinden los pueblos. El "alma de Alsina siempre estaba, como su casona, con todas las puertas abiertas, llena de sol y de amigos" nos cuenta Octavio Amadeo. Pulcro y elegante, impecablemente vestido.

Cautivó a las clases bajas. La sola mención de su nombre despertaba entusiasmo. Era como un ídolo, al punto que debía entrar y salir escondido del hogar. Ubicado en la calle que hoy lleva su nombre. Fue gobernador de Buenos Aires y el vice de Sarmiento. La relación entre ambos resultó ser pésima. Escribió Ricardo Rojas: "El nuevo presidente no tardó en reñir con su vice, el doctor Adolfo Alsina, hombre también aficionado a mandar.

Enfriadas las relaciones por una cuestión de ascensos militares,  Sarmiento habría dicho algo como esto: ‘Se quedará a tocar la campanilla del Senado durante seis años, y lo invitaré de tiempo en tiempo a comer para que vea mi buena salud’. Mala manera de empezar…"

Curiosamente, a pesar de tanta popularidad, pasó a la historia por una "zanja". Aquella que hizo construir como Ministro de Avellaneda para ocupar progresivamente el "Desierto". Pero no lo logró, fue tarea de Roca. Murió joven. Probablemente víctima de fiebre tifoidea. Tenía sólo 48 años y era el hombre del momento. Sabía que si se quedaba la próxima presidencia sería suya, todos así lo creían. Pero partió como inconcluso, le faltó tiempo. Eso debió consumirlo más que la enfermedad y aun así mostró entereza. Miró de frente a la muerte, como había hecho con la vida.

Su amigo Eduardo O'Gorman -sacerdote y hermano de Camila- dio la extremaunción. Afuera el pueblo se agolpaba incrédulo: se les iba Alsina. Dejó el mundo rodeado de parientes y amigos.

"Apenas había dado el último suspiro -comenta Adolfo Elbelot- y ya no se podían contener las oleadas de la multitud que colmaba los lugares adyacentes. Miles y miles de admiradores desconocidos querían contemplar por última vez sus rasgos. Desfilaban sollozando por la cámara mortuoria.

Un viejo negro, arrojando sobre él al pasar su pañuelo empapado en lágrimas exclamó: -Doy todo lo que tengo, mis lágrimas! Sus funerales fueron un duelo público. La pompa oficial (,,,) se perdía en la imponente manifestación de los lamentos del pueblo. Esta emoción tan profunda es el más bello elogio hecho al doctor Alsina y la explicación de su poder. Lo obedecían porque lo amaban".

No estaba su madre para acompañarlo en este nuevo éxodo, pero todo Buenos Aires lo abrazó. Fue velado en la Catedral y cincuenta mil personas siguieron caminando el féretro, desde Plaza de Mayo hasta la Recoleta.

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