Por Gustavo F. Iaies - Educador. Fundación CEPP. - Especial para Los Andes
Hace algunos años se contaba un famoso chiste de un borracho que llegaba tarde y buscaba la llave de su casa perdida, bajo un farol, y no la encontraba. Pasa un hombre que lo ve en esa situación y le pregunta:
-¿Se le cayó por acá?
-No, se me cayó allá, pero la busco acá porque acá hay luz.
Lo interesante del chiste es que me hizo reflexionar acerca de los fines, las prioridades, el hecho de cambiar los proyectos por la mayor cercanía, modernidad, seducción o imagen.
La Argentina ha profundizado sus serios problemas educativos, que podríamos definir como el de chicos que no terminan la escuela o no aprenden en ella lo que deberían. Esto, que suena simple y menor, es una clave del desarrollo de futuro: aprender a leer un texto, entenderlo, nos abre un camino, de comprensión, de indagación, investigación.
Entender un cuento, disfrutar de una historia, imaginar nuevos lugares. Operar en el mundo de la matemática, resolver problemas, enfrentar situaciones nuevas, categorizarlas, es otros de los aprendizajes que nos dan muchas pistas para avanzar en la vida.
Mientras tanto la tecnología avanza, en diferentes lugares del mundo experimentan con nuevos artefactos, programas, algunos directamente aprendiendo en sus casas. Estas innovaciones nos llevan a creer que encontramos trampas que nos permiten saltar las enseñanzas de esa escuela tradicional, la de la lectura, la de la escritura, la de los valores.
Pero “no debemos buscar la llave donde hay luz sino donde creemos que está”. Tenemos deudas del pasado y apuestas del futuro, pero para estas últimas, para avanzar en los desafíos presentes, necesitamos saldar las deudas pasadas. Los chicos deben comprender un texto para avanzar en desafíos más complejos. Van a un mundo inundado de textos diversos.
Nuestros alumnos no podrán ingresar en esos nuevos desarrollos si primero no aprenden a leer, a comprender lo que leen, a escribir textos diversos, a resolver problemas matemáticos, a convivir en una escuela con otros bajo un sistema de normas que les permitan trabajar juntos. De nada sirve enamorarnos de grandes cambios que luego no podremos desarrollar, cubrir, alcanzar.
Esa escuela del esfuerzo, del trabajo, del respeto debe convivir con la de la creatividad, la innovación, el trabajo en equipo. No se trata de cambiar una por otra sino de partir de un orden, un encuadre, un modo de hacer para avanzar hacia otro que es diferente pero no nos hace perder el que teníamos. Debemos cambiar, no fracturar, nuestra historia, avanzar sobre lo nuevo no es romper con lo viejo sino integrarlo, hacerlo convivir.
Se puede y se debe ser creativo en el marco de un encuadre, de un orden que parte de comprender lo que nos demandan, el modo de lograrlo, el encuadre de la situación.
La Argentina ha probado 12 años de políticas de insumos, la idea era que a pesar de la falta de claridad, la confusión se resolvía con más libros, computadoras, edificios. Quedó claro que eso no es así, y la experiencia debe servirnos para reflexionar. Hay que empezar por el sentido.
Vamos por una escuela ordenada, que marque pautas, que enseñe, y la iremos transformando a partir de sentir que hemos recuperado la gobernabilidad sobre la educación de nuestros hijos. Un buen objetivo para un nuevo año, volver a una ruta con destino, a un camino cierto, en el que sabemos adónde vamos.