Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Vamos a unir dos celebraciones, la del bicentenario del Cruce de los Andes con el carnaval. La historia tiene un poco de ficción pero mucho de realidad. Hoy la llamaríamos guerra de inteligencia, pero la historia la conoce como Guerra de Zapa. Consistía en sembrar la duda en el enemigo, provocar temor, deserciones, recabar información, mentir a favor de la causa.
San Martín necesitaba espías, del otro lado de la cordillera y de este lado, en Mendoza, también. Una parte importante de la población acomodada de Mendoza seguía siendo realista. Al parecer lo eligió con cuidado. Pedro Vargas era respetado, callado y a quien se lo tenía por indiferente. Le propuso hacerse pasar por realista para recabar información. La empresa no era fácil, significaba que iba a ser repudiado por los mendocinos patriotas, que hasta su familia podía pagar el precio de esa falsa filiación. A pesar de eso Vargas aceptó y desde entonces se mostró como un decidido defensor de la causa de España. El pacto era sumamente secreto, sólo dos personas lo conocían, el general y Pedro Vargas, ni siquiera la esposa de Vargas supo de tal acuerdo.
Fue perseguido, encarcelado, engrillado, confinado primero en San Juan y luego en San Luis, lo hicieron caminar encadenado para el escarnio de todos hasta la plaza mayor, le quitaron los bienes, toda la sociedad mendocina y patriota pensaba que Pedro Vargas era un traidor a la patria.
De esta manera San Martín se enteró de todo lo que se decía y lo que estaba pasando y sembró del otro lado del Ande el desconcierto de sus informaciones. La familia de Vargas sufrió las consecuencias, también fue denostada, atacada, marginada, su esposa Laura Corvalán amenazó con dejarlo por considerarlo un traidor. Laura fue a hablar con Pepe Pancho.
- Tiene que ayudarme, General. No lo soporto más. Mi marido es un traidor a la patria y eso no puedo aguantarlo. La gente nos ataca, nos insulta, hablan mal de nosotros. Saben todos que Pedro es un realista acérrimo. Tiene que ayudarme. Tiene que sacarlo de Mendoza
San Martín convido a Laura Corvalán con una copita de ese licor de guindas que le habían regalado en Barriales. En el silencio profundo que dejaron ocurrir el general no quitó los ojos de los ojos de la mujer.
Un pequeño silencio ganó la habitación de la casa de la Calle Corrientes.
- Laura, ¿usted cree en ese refrán que dice “las apariencias engañan”?
Se sorprendió la mujer
- Si, por supuesto. Pero ¿Qué tiene que ver con lo que estamos hablando?
- Tal vez mucho, Laura, tal vez mucho. En las ceremonias del carnaval acostumbramos a disfrazarnos, algunos que son tímidos, calmos, suelen disfrazarse de ogros, algunos de carácter violento suelen hacerlo de ovejas, o de palomas. Pero todos, absolutamente todos los que juegan al carnaval después de pasado el carnaval vuelven a ser lo que eran.
Laura Corvalán lo miró sin entender, pero el general entendió.
-Vaya Laura y aguante, aguante hasta que pase el carnaval.
Marzo de 1817, el carnaval ya había pasado en Mendoza, y también el cruce, y también la Batalla de Chacabuco. Desde Chile mandó San Martín un bando donde aclaraba el papel honroso, sacrificado, abnegado que Pedro Vargas había desarrollado a favor de la causa. Era la reivindicación. Laura había vuelto a la alegría, su familia entonces no sólo había recuperado el respeto sino que había adquirido admiración.
Laura se acercó a Pedro que descansaba bajo el aguaribay de su patio, con un pocillo de café en la bandeja. Pedro la vio llegar.
-¿De qué ríes, mujer?
-Es que me estaba acordando Pedro, de todo lo que me gusta el carnaval.