Philipp Lahm tendrá hoy la oportunidad de cumplir el sueño de infancia de emular a Lothar Matthäus levantando la Copa del Mundo, lo que coronaría además una forma distinta de entender el juego y el liderazgo en el fútbol alemán.
Pocos componentes de la actual selección Löw guardan recuerdos del grito de Matthäus al alzar el trofeo en la noche de Roma en Italia 1990, después de batir 1-0 al mismo rival de hoy.
Lahm, un loco del fútbol ya a los seis años, tiene el momento muy presente. “Lo vi un centenar de veces repetido”, reveló en una ocasión el lateral. “Es algo realmente especial”.
Además de Matthäus, sólo Franz Beckenbauer en 1974 y Fritz Walter en 1954 recibieron el trofeo como capitanes. Lahm anhela unirse al exclusivo club, aunque su estilo de liderazgo, como el equipo que capitanea, se aleja de la tradición alemana.
“Un técnico moderno tiene que dirigir a su equipo, pero no puede obligarlo en contra de su voluntad a realizar un juego que no es el adecuado para él”, confió alguna vez.
"Es quizá el jugador más inteligente que he entrenado”, dijo Guardiola, técnico del Bayern.
Cuando heredó la cinta en 2010 fue casi un acto simbólico, ya que sucedió por lesión a un Michael Ballack que seguía al pie la tradición de capitanes recios como Matthäus, Oliver Kahn, Beckenbauer o Karl-Heinz Rummenigge.
A sus 30 años, el capitán es el líder de una camada de jugadores que se enfrenta a su gran momento. “Para ser una generación de la que la gente hable, necesitamos ganar títulos”, admitió antes de la Eurocopa 2012.
En Brasil, empezó el torneo en el centro del campo, cubriendo a Sami Khedira y Schweinsteiger, quienes tardaron en alcanzar la plena forma.
A partir de cuartos, Lahm regresó al lateral derecho, donde dio orden a la defensa y profundidad ofensiva en la banda. Su reubicación coincidió con la explosión de Alemania, que en semifinales trituró 7-1 a Brasil y avanzó a la final como máximo favorito.
“Obviamente soy consciente de que puede ser mi último Mundial”, advirtió. “Pero el equipo está preparado”.