El café - Por Jorge Sosa

Un pocillo de café nos acerca a la charla, que puede versar sobre los temas más distintos.

El café - Por Jorge Sosa
El café - Por Jorge Sosa

El café es una bebida conocida y consumida en todo el mundo. Se obtiene a partir de los granos tostados y molidos de los frutos del cafeto. Todos estamos ligados a él aunque algunos le encuentren perjuicios. El café es altamente estimulante por su contenido en cafeína (droga que no está prohibida por la FIFA)

Es originario de Etiopía en África, allá en los tiempos en que a Etiopía la llamaban Abisinia, posiblemente oriundo de la ciudad de Kaffa (palabra muy similar en su sonido a café) y se lo conoce como bebida desde el siglo XI. No lo conocieron los romanos sino hubieran invadido Etiopía, tan invasores que eran ellos. De África pasó a Arabia y, cuando no,  fueron los árabes los que expandieron su consumo.

En un día se consumen en el mundo 2250 millones de tazas de café. Tremendo negocio es el que está detrás de los granitos.

Se asentó en América con éxito a tal punto que hoy el principal productor de café es Brasil que tiene en Colombia un importante competidor.

El café bebida dio lugar al café institución, casas de expendio de bebidas y algunos comestibles que hacen del café su principal negocio.

No tengo memoria de los antiguos café en Mendoza pero seguramente, desde el comienzo del siglo pasado, existieron estos establecimientos.

Sí son famosos algunos cafés de Buenos Aires, cafés que trascendieron a través de la historia y de la cultura. Muchos cafés del siglo pasado contribuyeron a imponer el tango como una parte de la cultura ciudadana y le dieron refugio a escritores de la talla de Homero Manzi y Roberto Arlt por solo nombrar a dos entra cientos.

Es un lugar de encuentros. Un pocillo de café nos acerca a la charla y la charla puede versar de los temas más distintos.

Suelo frecuentarlos, es más lo que  usted está leyendo lo escribí en uno de ellos, rodeados por personas cercanas y la mayoría desconocidas pero que van a esos lugares a cumplir con una cita o a pensar sobre la inmortalidad del cangrejo en una de las mesas del café.

Las mesas del café son testigos mudos de lo que ocurre a su alrededor: problemas económicos, el relato de algunas enfermedades, planes o proyectos que vaya a saber uno si se cumplen, pero se charlan; la conversación amorosa de dos iniciados en el amor o dos que inician el camino.

Las mesas del café escuchan las conversaciones más diversas que uno puede imaginarse. A veces pienso que  las colocó Dios para saber cómo andamos.

Una de las primeras propuestas amorosas es precisamente la invitación para ir a tomar un café. Un café, un solo café puede ser el inicio de una pareja perdurable. Ha pasado y pasa todos los días.

Están en todas partes de nuestra ciudad, uno se hace amigo de los dueños y seguramente de los mozos que son los encargados de que el pocillo llegue a la mesa.

El que descubrió el café ni se imaginó que había descubierto una de las formas más placenteras de socializar del hombre, un modo de acercarnos más al otro y ponerle nuestra oreja al alcance de sus labios.

El café en algunos lugares se toma frío, dicen que es rico, pero nuestra costumbre lo exigirá caliente por siempre porque con el calor del café se mezcla el calor de la vida.

Además sigue siendo una de las cosas más baratas para disfrutar.

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