Fue a fines del siglo XIX que la bicicleta llegó a Mendoza de la mano de un señor de origen francés llamado Laffont, quien la introdujo mediante un evento. Poco tiempo después, la afición por el ciclismo se hizo cada vez más popular en los mendocinos que coparon las calles de la ciudad, trayendo algunos problemas a los transeúntes y causándoles algunos dolores de cabezas a las autoridades municipales y provinciales.
¿Velocípedo? Y eso qué es...
La bicicleta, conocida por entonces como velocípedo, llegó a Mendoza a través del destacado velocipedista Laffont, quien el 24 de octubre de 1886, ofreció una demostración en este novedoso aparato en la entonces plaza Lima - hoy Italia-. Además, desafiaba a los intrépidos mendocinos que se animaran a competir contra él.
Aquel domingo, gran parte de los mendocinos se hicieron presente en la plaza en donde se improvisó una especie de hipódromo para realizar el espectáculo.
A las 14 horas, se inició el programa de actividades con una carrera pedestre de dos vueltas. Al finalizar la banda de música interpretó varios temas musicales como polcas. Luego, llegó le llegó la hora a la nueva novedad denominada velocípedo a la que el público había pagado 0.50 centavos para verlos. La carrera duró cuatro vueltas.
Después le tocó el turno a otros velocípedos, pero esta prueba fue más compleja y debían competir los participantes con un tilburi tirado por un caballo al trote y dar ocho vueltas alrededor de la plaza. Por último, se realizó otra carrera en velocípedo compitiendo con un caballo de silla al trote. Los participantes que lograran vencer estas pruebas serían compensados con una importante suma de dinero. La mayoría abandonó.
Calles del infierno
Fue tanto el furor que causó aquel aparato metálico de rueda delantera gigante que ciento de mendocinos circulaban por toda la ciudad.
Por aquel tiempo, un jovencito no más de 14 años, pretendía ser un buen velocipedista y utilizaba todas las mañanas las verdaderas de las principales calles de la ciudad para practicar.
El inconsciente pibe, a veces perdía el equilibrio en su aparato y en varias oportunidades estuvo a punto de romper vidrieras y atropellar a varias personas. Fue tal la impotencia de varios vecinos que fue denunciado a la policía y hasta los periódicos de aquella época, lo destacaron en sus páginas. Luego de esto, el pibe, no tuvo otra alternativa que transitar por las calles.
La popularidad del velocípedo se hizo sentir. Ciento de estas máquinas a pedal circulaban por todos lados, a tal punto que las autoridades no estaban preparadas para reglamentar a estos aparatos.
Los bicipolicías
A fines del siglo XIX, el gobierno provincial inició la compra de unos cien aparatos para incorporarlos a una sección de policías con el fin de patrullar las calles en bicicletas.
Estos agentes estaban facultados para atrapar a ladrones o acudir súbitamente a controlar cualquier urgencia. Pero muchos de los uniformados eran imprudentes al pasar por las veredas llenas de peatones como bólidos y en algunos casos, atropellando a los que se le ponían en el medio con la consecuencia de ser agredidos verbalmente por los transeúntes. Fue entonces que el gobierno tuvo que interceder con penas a "los cuidadores del orden" para establecer el orden en la ciudad.
La Alameda, encuentro del pedal
La bicicleta comenzó a tener una gran incidencia en lo social y los más pudientes realizaban sus travesías en bellos pasajes como el de la Alameda. Allí, cientos de personas se lanzaban a pedalear por aquel histórico paseo los días sábados y domingos.También no faltaron en ese lugar las competencias ciclísticas en esos grandes armatostes con la presencia del público que alentaban a sus competidores preferidos.
El velocípedo o la bicicleta, fue por muchos años un problema para las autoridades. Para normalizar todo ese furor y prevenir de graves accidentes, el municipio de Capital implementó varias ordenanzas.
Pero, como es de costumbre, en su mayoría nunca fueron cumplida estrictamente por los "pedalistas". Inclusive, se propuso para evitar desgracias personales, que las bicicletas llevaran una especie de cascabel para avisar o advertir al transeúnte, la circulación del rodado.