No llorés. O si vas a llorar, que no sea de tristeza. Hacé un esfuerzo y cambiá la amargura por la alegría. Ponete contento de haber sido contemporáneo del mejor equipo de la historia del deporte argentino.
Agradecele a la vida haber podido reunirte delante de un televisor o haber hecho un esfuerzo para viajar y alentarlos. Mirá a la cara a tu viejo, tu hijo o sobrina, y deciles que fueron afortunados en haberse subido a una montaña rusa durante 15 años.
Una fiesta con una entrada gloriosa en Indianápolis 2002, con un pico de locura cuando revoleaban por el aire sus remeras en Atenas 2004, con un baile durante años con esos temas que saben todos y una mesa que fue el postre de ver jugar en Río a los que quedaban en pie.
Quince años pasaron entre aquel título en el Sudamericano de Valdivia 2001 y estos Juegos de donde la Selección se fue al caer 105-78 ante Estados Unidos en cuartos. Con la frente alta, con el físico al límite, con la dignidad de saberse respetuosos de las convicciones de ir al frente.
¿No te emocionaste con los 10 puntos de ventaja en los primeros 6’? Cuando Campazzo jugaba como en el patio de su casa, le hacía fintas y crossovers a Irving y anotaba 4 dobles, uno más lindo que el otro.
Cuando los ataques con movilidad desequilibraban la defensa rival. Cuando el estadio se hizo argentino, con mayoría en contra. Después fue todo de ellos, que siempre buscarán revancha desde esa vez cuando la Generación Dorada les cortó el sueño olímpico en Atenas.
Un parcial de 16-2 en los últimos 3’ del cuarto fue el comienzo del vendaval. Encima con la tercera falta pitada a Scola, costaría más. Y ni siquiera los triples de Facundo y Laprovittola sirvieron para acercarse. “¡U-S-A! ¡U-S-A! ¡U-S-A!”, gritaban los brasileños. Por si le hiciera falta algo más a una noche que comenzaba a tornarse previsible.
Faltaban los últimos 20’ antes de que el seleccionado argentino le dijera adiós a los JJ.OO. Pudiste ver la tapa enorme de Nocioni a DeAndre Jordan. Pudiste ver a este pivote, el peor tirador de libres de la NBA, hacerse el guapo con Campazzo, 30 centímetros más bajo.
Pudiste de a poquito sentir que estaba todo resuelto antes de tiempo, pero necesitabas quedarte a verlo en la tele, en un celular, en tu casa, con los pibes, con tu hijo, porque te atrapó la necesidad de saber que asistías a las últimas jugadas de algunos históricos.
Así lo entendieron quienes estaban en las tribunas del Arena Carioca 1, que cuando faltaban 6’ comenzaron con el “Argentina es un sentimiento, no puedo parar”.
Así pasó una camada inolvidable, que te hicieron vibrar a lo grande en el pasado y con los que te sentís agradecido por haber sido contemporáneo. Y no te amargaste en exceso con el resultado.
Al cabo, si el deporte tiene la capacidad de identificar a un equipo con sus hinchas, estos muchachos lo hicieron de sobra. Y así fue como sin darte cuenta, te paraste donde estabas y te encontraste aplaudiéndolos. Vos sabés bien por qué.
Eternamente gracias.
El historial
Ayer Argentina y Estados Unidos tuvieron su cuarto choque por Juegos Olímpicos en 8 años, y el número 39 en el historial oficial entre ambos seleccionados, con 30 triunfos para los norteamericanos y 8 para nuestro seleccionado. En Juegos Olímpicos el récord es de 7-1 para ellos, con la única victoria llegando con aquel recordadísimo 89-81 en Atenas 2004.
Los otros cinco choques por Juegos Olímpicos fueron para la actual selección de Krzyzewski: 109-83 y 126-97 en Londres 2012, 101-81 en Beijing 2008, 86-68 en Atlanta 1996 y 85-76 en Helsinki 1952.
Si vamos a los otros torneos oficiales, nos encontramos con que Estados Unidos domina 7-3 en Mundiales, 7-1 en FIBA Américas y 10-3 en Juegos Panamericanos.