El mejor Barça sin Messi bailoteó por encima del Real Madrid en el Clásico y le ganó 5 a 1, con hat trick de Luis Suárez. Severo correctivo al Real de Lopetegui, que puede dejar de serlo en las próximas horas. Sin las figuras de los últimos años, el Barça jugó sus mejores momentos del año ante un Madrid sin alma que por momentos pareció reaccionar, pero acabó goleado.
Hacía más de una década que no se jugaba un Clásico sin Lionel Messi ni Cristiano Ronaldo. Once años después, el FC Barcelona y el Real Madrid CF tenían una cita en el Camp Nou sin las máximas figuras de los últimos tiempos. Ausencias significativas, pero nunca determinantes. Porque un Clásico siempre será un Clásico. Porque 93.324 aficionados no llenan un campo con amenaza de lluvia porque sí. Porque más de 720 medios de comunicación acreditados no vienen a Barcelona a trabajar para nada y porque 700 millones de televidentes en 180 países diferentes del mundo no pueden estar equivocados.
También hacía mucho que los dos equipos no llegaban con tantas dudas al partido de los partidos, tras sendos inicios irregulares en el campeonato. Era una oportunidad única para el Barça de hundir anímica y posicionalmente en la tabla al eterno rival, precipitando incluso la destitución de Julen Lopetegui y certificando la crisis blanca. Para el Real era una buena opción para convertir el choque en un punto de inflexión, en el que solo podía ir hacia arriba. Pero como siempre en estos casos, no importaban los motivos porque siempre cuentan con la máxima motivación, de parte de todos los implicados.
Saltaron al verde los veintidós futbolistas esperados. Alineaciones iniciales sin sorpresas ya que tanto Valverde como Lopetegui apostaron por sus onces de gala, con Rafinha como titular accidental por la lesión del verdadero gran ausente. Estruendo ensordecedor de bienvenida. Precioso recibimiento en forma de mosaico que llenó de luz y color el gris manto otoñal que cubría la capital catalana.
Arrancó el partido con prudencia en ambos lados de la contienda, pero las primeras aproximaciones fueron para los locales. Hasta el árbitro salió contenido, y le perdonó una amarilla a Sergio Ramos en el minuto 5'. El primer remate a puerta fue de Benzema, pero la pelota se fue muy arriba y desde ahí empezó a caer el Real Madrid. Porque los de Lopetegui empezaron a desaparecer desde ese momento. Y entre tanto desconcierto blanco Busquets mandó un pase largo a Jordi Alba que entró como una exhalación por la izquierda para acabar dándole el pase de la muerte a Coutinho, que se estrenaba en un Clásico para que la explosión del Camp Nou con tan solo 10 minutos jugados. Inicio soñado para los culés que podían dejar de pensar en el vacío que dejó el genio de rosario.
El Real acusó el primer golpe y se descolocó todavía más, mientras Lopetegui saltaba en la zona técnica intentando hacer reasccionar a sus hombres, visiblemente preocupados. Ante el desorden blanco el Barça tocaba y tocaba y Courtois tuvo que lucirse para que Arthur no se estrenara con gol en su primer Clásico. Gran intervención del belga que voló para evitar el segundo ante el asedio del Barcelona. Corría el minuto 20' y Bale, Benzama e Isco apenas habían tocado la pelota.
Y como nadie se quería perder el partido, hasta el VAR hizo acto de presencia. En directo pareció claro como Sergio Ramos se llevaba por delante a Luis Suárez, pero tuvo que detenerse el juego y dejar esos segundos de incertidumbre hasta que el colegiado se fue a consultar las repeticiones a la pantalla del lateral. Penal y gol de Suárez, que la mandó justitas a la cepa del palo derecho para hacer inútil la estirada de Courtois. Estaba a punto de cumplirse la media hora de juego y el Madrid estaba realmente tocado. Ahí fue cuando el Camp Nou empezó a rugir de verdad y el frío empezó a notarse cada vez menos para los residentes.
El Madrid no acababa de descomponerse totalmente, pero tampoco de crear una ocasión clara de gol. La pelota le duraba muy poco porque Kroos y Modric no lograban imponer su juego, como de costumbre. El Barcelona tocaba y tocaba en la medida en que Busquets empezaba a brillar acompasando perfectamente el juego como el mejor medio centro del mundo que quiere seguir siendo. Los visitantes corrían detrás de la pelota mientras los locales empezaban a gustarse. Lo mejor que podía pasarle al Real era que llegase el descanso porque el Barça empezó a presionar y llegar con fuerza. El tres a cero estuvo a punto de llegar en varias ocasiones, pero la defensa madridista y el desacierto local impidieron casi por casualidad que el equipo de la capital siguiera desangrándose.
Empezó el segundo acto y parecía que nada había cambiado. El Barcelona se acercaba con peligro y el Madrid parecía que iba a sufrir mucho en lo que quedaba de partido. Pero un Clásico siempre es un Clásico. Y el orgullo del campeón de Europa es incluso más fuerte que su propio juego. En el minuto 5 le cayó una pelota de un rechace a Marcelo dentro del área, y la empujó con el alma dañada hasta a la red. Dos a uno y la emoción por fin llegaba al Camp Nou.
Ahí llegaron los mejores momentos del Real Madrid, que combinaba por primera vez en el partido varios pases seguidos y empezó a rondar el área. Bale remató de cabeza fuera un gran centro de Marcelo antes de que Luka Modric la mandase al palo. El Real parecía haber resucitado y tuvo el empate realmente cerca. Emoción, incertidumbre y competitividad; ya estábamos todos, aunque esos pocos llegaran tarde. Ahora era Valverde el que pedía concentración a lo suyos, que no eran capaces de sacarse de encima la presión merengue.
Luis Suárez mandó al palo la primera gran jugada del Barça en la segunda parte y parece que esto despertó a los culés, que debían reaccionar a la reacción del Madrid. Podía pasar cualquier cosa y nadie quería ni parpadear para no perderse nada. Jordi Alba parecía delantero centro por momentos, Arthur se estaba consagrando y Coutinho y el uruguayo estaban en todas. Modric empezaba a aparecer y Casemiro con él. Lucas Vázquez había sustituido a Varane y era una flecha en los contragolpes blancos. Isco empezó a bailar a quien se le acercaba y Bale y Benzema ya conectaban. El Clásico estaba precioso a falta de veinte minutos para el final.
Semedo sustituyó a Rafinha en un amago conservador por parte de Valverde, pero poco después metió a Dembelé por Coutinho y mandó a Sergi Roberto a irse para arriba. Estaba claro que el que se arrugara, perdía. Y cuando parecía que el Madrid había recuperado el alma que no tuvo en la primera parte, llegó el golpe definitivo y la reivindicación del número 9 yorugua. Centro desde la derecha de Roberto para que el Luisito Suárez de las grandes ocasiones rematara con violencia al fondo del arco para deleite general. 3 a 1, locura culé y oxígeno para la parroquia local con un cuarto de hora por delante.
En esos quince minutos pasó de todo. El Barça perdonaba y perdonaba el cuarto y poco después de que Marcelo se fuera lesionado Sergi Roberto le robaba la pelota a una nefasta defensa merengue para dársela a Luisito. Este se metió hasta la cocina y la levantó con toda la clase del mundo por encima del mejor portero del pasado mundial para convertir su hat trick matar definitivamente cualquier esperanza blanca. Los olés empezaron a sonar y en ese delirio colorista azulgrana llegó el quinto. Arturo Vidal remató al Madrid después de una jugada coral de videoteca. Fiesta absoluta y por primera vez en mucho tiempo el Camp Nou tembló ante el "madridista el que no bote es". Suárez perdonó el sexto en un ambiente ensordecedor y con todo el público en pie. Todo el barcelonismo deseaba que eso no se acabara nunca y así se acabó el recital.
Baile, paliza y durísimo golpe para el Madrid, y también para todos aquellos escépticos, nostálgicos e idólatras que desprestigiaron el partido antes de empezar. Porque un Clásico siempre fue, es y será un Clásico. Juegue quien juegue y caiga quien caiga. Haga sol o llueva, con frío y con calor y tanto si se juega de día como de noche. Con Messi y sin Messi. Con Cristiano y sin Cristiano. Porque mientras el azul y granate se pongan delante del blanco siempre se sentirá la pasión, la alegría y la luz del mayor espectáculo balompédico del mundo.