En el búnker que el candidato presidencial por el Frente para la Victoria, Daniel Scioli, armó en el porteño estadio Luna Park estaba todo preparado para una fiesta: estaban los militantes, los famosos y el naranja furioso, pero a medida que el ballottage fue sobrevolando el comando de campaña, el clima de euforia se transformó en decepción e incertidumbre.
Antes de las 18, cuando todavía se vislumbraba una victoria del candidato oficialista que lo hiciera sortear la segunda vuelta, los militantes de agrupaciones como Movimiento Evita, Peronismo Militante, Juventud Peronista e Identidad Federal, entre otros espacios, desplegaron todo su cotillón festivo, pero el clima comenzó a enrarecerse cuando desde el corazón del sciolismo empezaron a admitir que el resultado no era el esperado.
Esa algarabía se desmoronó aún más cuando, a las 22, el gobernador bonaerense encaró el escenario central del Luna Park y, más temprano de lo esperado, dio un mensaje que terminó de dilapidar las expectativas de la colorida militancia, que enmudeció después de ese primer discurso con tono de derrota.
Los jóvenes sciolistas se acercaron temprano al estadio y aportaron color y mística militante; más tarde llegaron los famosos, que sumaron el toque de glamour a la cita; la comida, los globos y la música festiva, hicieron su aporte: en el Luna Park estaba todo preparado para la fiesta de "Scioli presidente".
Una fiesta en la que hubo ausentes sin aviso: los candidatos y militantes de la agrupación ultrakirchnerista La Cámpora; el aspirante a gobernador bonaerense por el Frente para la Victoria, Aníbal Fernández, y hasta la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a quien por el búnker solo se esperaba si el festejo sciolista era completo.
Así estaba dispuesto el clima del Luna Park cuando Scioli encaró el escenario central, que supo oficiar de ring de boxeo en peleas míticas, y se mostró derrotado ante sus militantes, al convocar, quizás pensando en el balotaje, "a todos los que eligieron otra propuesta, a los indecisos e independientes".
"Les pido que nos sigan acompañando, y a quienes antes eligieron otra propuesta yo los convoco muy especialmente porque llegó el día en que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino", llamó Scioli al electorado, en un vehemente discurso de 16 minutos en el nunca nombró la palabra "ballottage".
Aunque el sciolismo separó a la militancia, que se ubicó en el campo y en las gradas del estadio, de los famosos y los funcionarios, que permanecieron durante toda la cita en una carpa blanca con estilo VIP al costado del Luna Park, hacía el cierre de la jornada todos se unieron en el estado de inquietud y desasosiego.
Los dirigentes que acompañaron a Scioli sobre el escenario, entre los que se encontraban el jefe de Gabinete de la Provincia, Alberto Pérez; los ministros bonaerenses de Economía, Silvina Batakis, y de Justicia, Ricardo Casal; y el titular de la Anses, Diego Bossio, acompañaron sus palabras con gesto adusto.
Para comprender el clima que se vivió tras el primer discurso, también bastaba ver la cara de incertidumbre del heterogéneo grupo de famosos que pulularon por el búnker sciolista, como las vedettes Moria Casán y Graciela Alfano; el ex director técnico de la selección argentina Carlos Bilardo; la ex novia del vicepresidente Amado Boudou, Agustina Kämpfer, que hacía las 22 no sabía si permanecer en el VIP o rumbear hacia otro destino.
El contacto de Scioli con su búnker se limitó a sus discursos: desde que llegó, pasadas las 20, junto su mujer, Karina Rabolini, el candidato presidencial permaneció en un motorhome de campaña, donde estuvo rodeado por su compañero de fórmula, Carlos Zannini, la actriz Nacha Guevara, y los principales funcionarios de su gabinete bonaerense.
En cambio, en la carpa blanca apostada al lado del motorhome sciolista, el desfile de figuras y funcionarios fue constante: por allí pasaron desde la hermana de la Presidenta Giselle Fernández; hasta el ex ministro de la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni; y el polémico el dirigente social Luis DElía.
Los únicos que se quedaron hasta el final de la fallida fiesta fueron los militantes, que cuando el ballottage ya era un hecho dejaron de vitorear a favor de Scioli y comenzaron a orientar sus cantitos contra el único rival a vencer, Mauricio Macri.