El universo teatral de August Strindberg, es recurrente para Roberto Aguirre. El actor y director lo descubrió de cerca, conoció su casa, su pequeño teatro y con sus escritos, lo más profundo de su ser.
Un relato intenso, vivo, que pone al filo la relación del hombre y la mujer en su ámbito privado, las relaciones y sus miserias.
Es por eso, que luego de montar “El Padre”, “La señorita Julia” y “El Sueño”, Aguirre indagar en el dramaturgo y director sueco, con una de sus obras más crudas, la adaptación de “La danza macabra”, con su compañía Teatro de Repertorio, que en el marco de su gira nacional, tendrá doble función, hoy y mañana en nuestra provincia.
24 horas de baile
Esa tensión constante, de la necesidad del otro y a la vez la destrucción. Dos mentes en lucha, una dispuesta a destruir a la otra. La guerra de los sexos y un enfrentamiento mortal. Un tercero que llega con su doble faz (como casi siempre). La violencia, el crimen psicológico, las ataduras, la crueldad. Un ataque demoledor a la vida matrimonial, es lo signa a “La danza macabra”.
“Habla de la relación de pareja, del matrimonio, de las mujeres. Él tuvo la mala suerte de ser internado en un sanatorio psiquiátrico por una de sus mujeres. Él odiaba a las mujeres, pero no podía vivir sin ellas. Cuando él escribe ‘La danza macabra’, está volcando su propia historia, tiene una crueldad y un dolor, que se asocia al nacimiento del naturalismo en el teatro.
Las lleva adentro de la casa y explora el mundo interno de la pareja. Y eso no ha cambiado, tiene un dolor, pero al mismo tiempo una pasión por la vida”, sintetiza el director sobre la obra del sueco, que marca un teatro de ruptura a comienzos del siglo XX y propone un montaje en teatros más pequeños, dejando a un costado, las convencionalidades.
Un relato autobiográfico, que desnuda una dicotomía en las relaciones de pareja y que en La Danza, la destrucción y el vampirismo psicológico de los personajes alcanzan dimensiones cómicamente absurdas.
-¿Por qué nuevamente indagás en la obra de Strindberg?
- Soy recurrente a su obra, porque me parece el fundador de un movimiento en el cual el actor se encuentra con hechos cotidianos, más contundentes, pero se deja atravesar por la vida misma.
-Esta pieza es más dramática y plantea el conflicto al extremo...
-La obra es horrible (ríe), en el buen sentido. Es terrible, no tiene respiro. La lucha es cuerpo a cuerpo. Hay un par de frases muy fuertes como: “El matrimonio es una guerra permanente” o “Es terrible vivir entre enemigos”. Son frases muy fuertes, que hacen a la cotidianidad y uno no está acostumbrado. Y él lo desnuda a un plano muy potente. Es terrible, pero al mismo tiempo, te ves reflejado, se encuentran en esa propuesta.
-Es como pasar del amor al odio en lo cotidiano.
-Todo matrimonio conserva instintos asesinos. El hecho de que los ejecute o no, es otra cosa. Es como cuando te vas de vacaciones, la convivencia es las 24 horas completo, porque en la vida cotidiana te encontrás. Esta pareja de la obra está todo el día encerrada en esa discusión eterna. Y esa convivencia tiene una profundidad, que en general uno no atraviesa.
Estudioso del teatro del absurdo de Bertolt Brecht, además de traer esta corriente a Mendoza, dirigió al elenco local Ven Que Te Tiente Teatro “Querer a las hermanas”, “Las Troyanas” y “Petra”.
Su estadía en Europa, lo llevó a conocer de cerca, la génesis de algunos de los representantes del naturalismo y la manera cercana de representación del teatro.
-¿Cómo trabajaste la dramaturgia en tu versión?
-El texto es una versión, porque la original dura cuatro horas y está dividida en dos partes. Hay una cosa muy potente, pero es un texto correspondiente a esa época. Por eso hicimos una versión mas moderna, sin ningún agregado, se trató de llevar todo al límite. Mantiene todo.
-La música, ¿juega un papel principal en la tensión?
- Todos creen que Strindberg odiaba a Ibsen porque eran contemporáneos. Los enfoques ideológicos eran opuestos. Y Strindberg en esta obra, pone música de Ibsen, que proponía en sus espectáculos. Es un homenaje directo.
-En cuanto a tu trabajo como director, ¿en qué se diferenció esta obra de las anteriores del autor?
-Las dos anteriores, “El Padre” y “Sueño”, eran muy poéticos. En esta puesta tuve que olvidarme de todo y ver, desde que lugar al actor se lo convoca para que saque lo peor de sí, enfrentar el tiempo que dure la pieza, llevada a un límite. Y fue un trabajo ideológico, y de requerir del actor no solo lo físico, si no también a que comprenda lo doloroso de la experiencia. Y eso marca una diferencia de los trabajos anteriores.
-Esta ruptura de la cuarta pared o un teatro intimista, es una mirada que se repite y se trabaja la actualidad de la escena nacional.
-Yo investigué mucho a Brecht; mi primer viaje a Mendoza en el ‘87, cuando volví de Alemania. Y cuando estudias sus influencias, caes en Shakespeare y el teatro japonés. Casi todos los creadores del siglo XX, han tomado y desarrollado teorías del teatro oriental y te encontrás con una variante.
Ellos no conocieron a Aristóteles, por lo tanto no saben nada de principio, desarrollo y final, de catarsis, de tragedia y de comedia. Entonces el teatro es con otro enfoque. Y cuando cuentan la historia, no existe la cuarta pared, no existe la escenografía.
Ahora hay muchos que lo han puesto de moda, porque lo han descubierto. En el caso de “La Danza macabra” nosotros lo pusimos en un lugar más amable. No es una ruptura de la cuarta pared, si no de la representación, con una estructura no tan rígida, si no que permite que el espectador no se sienta agredido y se puede identificar.
FICHA
"La danza macabra"
Dirección: Roberto Aguirre.
Actúan: María del Carmen Sánchez, Miguel Nocer y Pablo Fernández.
Funciones: hoy, a las 22, en el Teatro El Taller (Granaderos 1964, Ciudad). Domingo 14 de agosto, a las 20.30, en Cajamarca (Catamarca 1767, Ciudad).
Entrada: $100. Reservas: 420-3056 (el Taller) y 423-7828 (Cajamarca).