En el marco del proyecto "Desarrollo institucional para la inversión", la representación de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en Argentina realizó talleres en los que se presentaron las conclusiones del estudio "Potencial de ampliación de riego en Argentina", donde se habla sobre el aprovechamiento de los recursos hídricos, en el marco de una política agropecuaria que busca fomentar las áreas de agricultura irrigada en el país, con un potencial de más de 6 millones de hectáreas.
Días atrás, el ingeniero agrónomo mendocino Luis Loyola, oficial técnico del proyecto de FAO, estuvo en la Legislatura disertando sobre ella. Según los estudios de los que dio cuenta, el aumento en la demanda de alimentos, el incremento en el precio de los mismos y el impacto de estos últimos sobre el cambio climático, brindan oportunidades para el crecimiento de la productividad de la agricultura irrigada.
"Argentina cuenta con un contexto favorable en relación a los recursos naturales, para incrementar el riego como herramienta eficiente para la intensificación sostenible de la producción agrícola", sostuvo el profesional.
Hay que tener en cuenta que el aumento de los rendimientos por uso del riego no se transforma automáticamente en mejores negocios.
Argentina tiene costos internos muy altos que le impiden por el momento ser competitiva en algunos sectores, de hecho, la superficie plantada con hortalizas en el país (unas 600.000 hectáreas, incluyendo las legumbres secas), disminuyó, aunque el volumen producido es algo mayor debido al aumento de los rendimientos, por el uso de mejores insumos (semillas, fertilizantes, etc.)
Con respecto a las principales conclusiones del trabajo, el ingeniero Loyola afirmó que el potencial de riego de la Argentina, según el informe, es de 6,1 millones de hectáreas. En cuanto a las limitaciones para alcanzar ese potencial de riego, se detectaron temas como la capacitación, información, institucionalidad, recursos económicos, factores político-culturales, ordenamiento territorial, degradación de tierras y salinidad, entre otros.
De acuerdo a lo expresado por el ingeniero, "en Mendoza se puede incrementar 13% la superficie irrigada. Es decir, añadir 13% más a lo que está irrigado, o sea que no es llegar al 13% del territorio provincial.
Los valores consignados no especifican en qué oasis se daría ese aumento ni de qué manera (por mayores reservas o por mayores ahorros de agua). Inclusive, los especialistas en glaciología están indicando para el mediano plazo la disminución de los caudales de deshielo en los oasis central y norte, a los que se corresponde el territorio provincial.
Ex investigadores del INTA Regional Mendoza-San Juan no descalifican los estudios, pero advierten: "Mendoza debe hacer re ingeniería sobre su matriz productiva ya que solo con escasas "industrias madres" se puede caer en serios problemas en épocas de crisis de las mismas. Debemos transformar los sistemas tradicionales de riego hacia otros más eficientes como los de goteo, y así permitir aumentar mucho más que en un 13 % la superficie regada".
Sabiendo que el agua de riego será cada vez más un bien escaso, ¿será conveniente ampliar las zonas de riego en un 13%? ¿No sería mejor aplicar ese 13% más de agua a cubrir el déficit de riego que actualmente tiene la superficie regada? ¿Aumentar la superficie en qué oasis, cuando muchos de ellos tienen graves problemas de salinidad? ¿Para plantar o sembrar qué? No es lo mismo aumentar la superficie de pasturas bajo riego para la cría de ganado que para plantar fruta fina de alto valor agregado.
En pocas palabras, un debate que debe ponerse en consideración de manera urgente, y mucho más sabiendo que ahora está vigente el Plan de Ordenamiento Territorial.
