Tras el dictado de la prisión preventiva, Gilad Pereg continuará tras las rejas hasta el juicio por los asesinatos de su madre Pyrhia Sarusi (63) y de su tía Lily Pereg (54). Sin embargo, su convivencia con el resto de los reclusos está lejos de ser la más calma, al menos teniendo como antecedente el último "regalo" que el israelí les dejó en la mesa donde comen.
Lautaro Brachetta, uno de los tres abogados particulares de Pereg, reveló los desagradables hábitos del hombre en el penal, donde pasará sus días por el resto de su vida, en caso de cumplirse la prisión perpetua que se especula en base a los crímenes cometidos.
Pereg sufriría diarrea, ya que "en la celda se la pasa defecando y orinando en el piso", según detalló el letrado en una entrevista a Clarín.
"Hace unos días se paró en una mesa en la que comían un par de presos y defecó", contó Brachetta.
El "regalo" del imputado no suena extraño, ya que mantiene una tensa relación con el resto de los presos. La semana pasada, él mismo denunció haber sido apuñalado durante la madrugada, por lo que podría asociarse a una "venganza" contra sus atacantes.
"Nuestro defendido dice ser inocente. Creemos que existen indicios para creerle. El primero, que desistió de viajar a Roma sin tener pedido de captura. Y que esté pidiendo ver el cadáver de su madre, porque sostiene que no es la enterrada. Estamos esperando estudios psiquiátricos y psicológicos para determinar si puede participar de un juicio", comentó Maximiliano Legrand, otro miembro del equipo de la defensa de Pereg.
El lunes pasado, el israelí se orinó encima durante una audiencia, insistió en que su nombre es Floda Reltih (Adolf Hitler, al revés) y pidió a sus 37 hijos, es decir, los gatos que cuidaba en su precaria vivienda del horror, ubicada frente al cementerio municipal de Guaymallén.
"Lo que notamos es que se comporta como si fuera un gato. El director del penal nos pidió si le podíamos decir que no fuera tan cochino y que se bañara", señaló Brachetta.