El árbol pide poco y da todo

Mejor administración del riego; replantes cuando hay erradicación y mejores podas son algunos aspectos que deben prevalecer.

El árbol pide poco y da todo
El árbol pide poco y da todo

El otoño de Mendoza es una época de gran belleza por el colorido que las distintas especies de árboles presentan en su follaje. Hasta tiene su propia canción, música de Damián Sánchez, letra de Jorge Sosa: "No es lo mismo el otoño en Mendoza,/ hay que andar con el alma hecha un niño,/ comprenderle el adiós a las hojas/ y acostarse en su sueño amarillo".

Y así es la realidad del paisaje, distintos tonos de amarillo, ocres, verdes claros, tonos rojizos, castaños y marrones. Y el crujir de las hojas bajo los pies del caminante, fascinante sensación difícil de contar.

Esto es una parte de los beneficios del arbolado que bien conocemos en su papel de “servicio público ambiental” y que debemos respetar desde cada una de nuestras responsabilidades, tanto como ciudadanos, evitando dañarlos, o como servidores públicos atendiendo a su cuidado y conservación. El árbol pide poco, apenas unos cuidados y humedad para su desarrollo y crecimiento.

Por otra parte, estamos viviendo un otoño algo diferente, como anticipado. Efectivamente muchos árboles ya están dejando caer sus hojas mientras otros aún las retienen verdes y lozanas. Ingenieros agrónomos que han observado este fenómeno, sostienen que en esto se aprecia no sólo la influencia del desierto en que vivimos sino del recurso hídrico que sufren los forestales en diferentes zonas de nuestros parques, plazas y calles. Pero no es que falte líquido; agua para el riego hay suficiente, lo que no abunda es una adecuada distribución y manejo del recurso disponible para hacer llegar la correspondiente humedad a los valiosos vegetales.

Es poco entendible ver que por la acequia norte de una calle corre agua todos los días, pero en la cuneta de la vereda de enfrente… jamás. Muchas calles reciben abundante riego, pero en especial las que tienen sentido este-oeste, en tanto que las norte-sur sufren el olvido. Sería largo de enumerar calles con falta de agua en el Gran Mendoza, la lista de arterias beneficiarias del preciado elemento son relativamente pocas.

Y en nuestro paseo ícono, el Parque San Martín, vemos grandes áreas en diferentes prados con evidencias de sequedad, mientras que en algunos sectores el agua desborda dañando veredas y canteros, y calles donde los plátanos se están malogrando, como ocurre frente al Museo de Ciencias Naturales Juan Cornelio Moyano, o en la avenida de Los Plátanos, a pocos metros de la dirección del Parque.

Como decíamos más arriba, vivimos en un desierto donde el agua es un bien muy preciado, pero no disponemos de buenos administradores de esa agua y, además, carecemos de una adecuada gestión tanto del agua para riego como para el cuidado de nuestro patrimonio forestal, elementos vitales para mantener la calidad de vida y los valores paisajísticos, turísticos e inmobiliarios. A medida que vamos perdiendo árboles corremos el riesgo de convertir a nuestra Mendoza en una ciudad menos viable, parecida a la Mendoza del siglo XIX, seca, polvorienta, poco acogedora.

Poco fructíferos han sido los intentos que durante más de 50 años se han hecho para lograr un verdadero compromiso político y social de los mendocinos con su arbolado. Se incumplen las leyes. No se sanciona debidamente a los infractores. Se hacen promesas que no se cumplen (erradicar y no trasplantar). Se desatiende a quienes con celo y profesionalismo dedican sus tiempos y saberes tratando de evitar que la cultura del árbol se siga perdiendo a costa de perder también el valioso capital forestal de la provincia, ése que asombra al visitante de otras latitudes, cuando aprecia nuestra “ciudad bosque”.

Podríamos añadir además, que a medida que se realizan obras tanto públicas como privadas, muy necesarias por supuesto, en ocasiones se pierden forestales con la silenciosa complicidad de las autoridades responsables en desmedro de los beneficios del arbolado e incrementando el efecto de la “isla de calor”.

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